El Gobierno entró en pánico
La expansión monetaria y la manipulación del índice inflacionario se han agotado como recursos que permiten mantener un tipo de cambio lo suficientemente elevado. ¿Y ahora qué?
No existen antecedentes en el mundo de un país que haya logrado crecer sin inversiones. A esta altura del conocimiento económico casi nadie discute que es la inversión la que aumenta la productividad de la economía, genera más puestos de trabajo, produce más bienes y servicios por trabajador y mejora los salarios reales. En definitiva la fórmula del crecimiento económico no es una fórmula secreta que solo atesoran unos pocos países. Al contrario, son cada vez más los países que adoptan la sencilla fórmula de atraer inversiones e incorporarse al mundo para poder crecer y darle a sus habitantes una mejor calidad de vida.
Tampoco es un secreto la fórmula para atraer inversiones. Seguridad jurídica, respeto por los derechos de propiedad, estabilidad en las reglas de juego, sistemas tributarios que no sean confiscatorios, mercados desregulados y el mundo como la gran oportunidad para conseguir clientes. Los socialistas más acérrimos de los 70 se han transformado en socialdemócratas que reconocen en la economía de mercado el mecanismo de crecimiento. Podrán discutir si reparten algún punto más del PIB, pero el corazón de la política económica es, para los socialdemócratas, la economía de mercado, la seguridad jurídica y su incorporación al mundo.
A diferencia de lo que ocurre en muchos países que han logrado salir de la pobreza (España, Irlanda, el sudeste asiático, Europa Central, etc.) en Argentina se ha optado por un modelo anclado en el pasado. ¿Cuál fue la fórmula elegida por Duhalde, siguiendo la sugerencia de algunos sectores que viven del lobby para ganar plata? Simplemente devaluar la moneda argumentando que Argentina necesitaba un tipo de cambio competitivo. Bajo ese eufemismo lo que se hacía era ofrecerle al sector empresarial salarios muy bajos medidos en dólares, pero con alto costo de capital. De esta manera las empresas optaron por enfrentar la reactivación contratando mano de obra barata en dólares para encarar procesos productivos de baja productividad. Se optó por un modelo de baja productividad que redujera la desocupación en forma acelerada. Se privilegió el corto plazo en detrimento del largo plazo.
Pero como le ocurre a toda política económica inconsistente, el largo plazo también le llega y los costos de los errores comienzan a aflorar todos juntos.
Haciendo una síntesis del modelo existente, podríamos decir que comenzó con una fuerte transferencia de ingresos de los sectores de menores ingresos hacia los beneficiarios de la devaluación. Buena parte de las utilidades venían de tener un insumo barato: la mano de obra, más energía también barata.
Sin embargo, la existencia de un tipo de cambio casi fijo a lo largo de los últimos 5 años combinado con aumentos de salarios crecientes han llevado a que ese insumo barato que era la mano de obra comenzara a comerse buena parte de la rentabilidad de las empresas. La inflación fue licuando el tipo de cambio real y elevando el salario barato en dólares hasta niveles cercanos a los de la convertibilidad.
En un reciente trabajo publicado por Juan Luis Bour, actualmente el salario promedio de varios sectores productivos es solamente un 21% más bajos en dólares que en el 2001 antes de la devaluación. Bour hace el ejercicio de evaluar qué podría pasar con los aumentos de salarios de este año sin que se mueva el tipo de cambio y el resultado es que los salarios en dólares llegarían a superar a los que regían en la convertibilidad.
El problema es que las empresas no tendrán como alternativa un insumo barato sustitutivo de la mano de obra. Me refiero al capital. Es más, la ausencia de créditos a tasas pagables, hace impensable que, si alguien está pensando en invertir, pueda llegar a hacerlo con el costo del crédito que rige actualmente en Argentina.
Si a esto se le agrega los incrementos de energía que ocurrieron en los últimos meses y que continuarán a lo largo del 2008, más la escasez de energía producto del consumo de capital que sufrió este sector, lo que veremos es un sector empresarial con rentabilidades fuertemente decrecientes.
El gobierno ha caída en trampa del largo plazo. Para recomponer la rentabilidad de las empresas y estimularlas a invertir, además de otorgarles seguridad en las reglas de juego y en el abastecimiento de energía, deberá mover el tipo de cambio hacia niveles más altos. La pregunta es: ¿con qué recursos? Hasta ahora ha recurrido a la expansión monetaria y el endeudamiento, generando un caos inflacionario, agravado por el primitivismo de las medidas del secretario Moreno. Lo que debería conseguir el gobierno es un fenomenal superávit fiscal, por lo menos equivalente al superávit de balance comercial y rezar para que no ingresen capitales (algo contradictorio si se quiere crecer). Dicho en otras palabras, la mejor noticia que podría tener el gobierno sería que las exportaciones crezcan menos que las importaciones para tener que comprar menos dólares, con lo cual estaríamos en la curiosa situación que el modelo de sustitución de importaciones que impulsa empezaría a jugarle en contra.
Pero aún así necesitaría generar más superávit fiscal que el actual y para ello debería bajar el gasto público, lo cual conspira con el objetivo de poder del gobierno.
Frente a esta realidad, por ahora, el gobierno ha insistido en el sistema represivo, negando la realidad e intimando al presidente de Shell por decir que existe la ley de la oferta y la demanda. Evidentemente el gobierno no solo ha entrado en pánico, sino que, además, ese pánico lo está llevando a actuar con cierto grado propio de un instituto psiquiátrico.
En síntesis, ¿cómo se sentiría usted si estuviera volando en un avión que está cayendo y el piloto sólo atina a amenazar a los pasajeros diciendo que no existe la ley de la gravedad? © www.economiaparatodos.com.ar
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