Pensando el post kirchnerismo
El fracaso del modelo económico y de un estilo de hacer política abre la posibilidad del advenimiento de una verdadera democracia republicana y un gobierno limitado.
Tanto el ex ministro de Economía Roberto Lavagna como algunos sectores de la izquierda están preocupados porque consideran que el estrepitoso fracaso al que nos está conduciendo el modelo kirchnerista provocaría un retorno de la derecha al gobierno y a la política económica.
Vaya uno a saber qué entienden por derecha, pero es fácil advertir que –en esa mezcla de conceptos en que suelen incurrir– identifican a la derecha con la palabra neoliberalismo, invento reciente para no decir directamente liberalismo.
Quienes así piensan consideran que la crisis del kirchnerismo es consecuencia, únicamente, del comportamiento agresivo y de la permanente confrontación del matrimonio. Olvidan o desconocen que, en realidad, el modelo económico propuesto por los Kirchner estaba inexorablemente condenado al fracaso, más tarde o más temprano. Lo que sí puede decirse es que, si bien el modelo era inconsistente en sí mismo, tanto el matrimonio como su disciplinado soldado Guillermo Moreno han conseguido acelerar y profundizar una crisis que era inevitable al agregarle a la inconsistencia del modelo ingredientes propios de la Inquisición.
¿Qué temen Lavagna y la izquierda que pueda venir luego de la caída del modelo? ¿El respeto por las instituciones republicanas y al derecho de propiedad que atraen inversiones y generan crecimiento? Porque no debe olvidarse que la gran conquista de Occidente fue el movimiento liberal que logró limitar el poder de los monarcas para que estos dejaran de abusarse de su posición para esquilmar a los contribuyentes, sometiéndolos a sus caprichos.
El movimiento liberal no sólo consiguió eliminar las arbitrariedades de los gobiernos autocráticos sino que, además, fue el principal abanderado de los derechos humanos al limitar el uso de la fuerza de los monarcas contra sus súbditos, al tiempo que fue el gran defensor de la libertad de expresión y otras libertades civiles y políticas.
De manera que si hoy se teme al liberalismo, en verdad a lo que se le tiene miedo es a que la Argentina consiga establecer una democracia republicana que, al limitar el poder del Estado, termine con las arbitrariedades y elimine la corrupción, o al menos impida que ésta no sea cobijada por la impunidad.
Viendo la velocidad de crucero a la que marcha el gobierno de los Kirchner rumbo al iceberg, el principal temor que aparece en varios sectores de la dirigencia política es el de perder los privilegios y el modelo de negocio basado en subsidios, protecciones y demás tipo de medidas intervencionistas que generan rentas extraordinarias en determinados sectores productivos a costa de los ingresos de los ciudadanos. En otros términos, el miedo al liberalismo es el miedo a la competencia, a la inversión, a la capacidad de innovación y a la ausencia de mercados cautivos. El miedo a que el Ejecutivo sea controlado por el Legislativo y la Justicia actúe en forma independiente.
Dos modelos claramente contrapuestos se presentan para el post kirchnerismo. Uno es el de la libertad, la mejora de los ingresos en base a las inversiones, la limitación del poder y el respeto a la propiedad. El otro es el de continuar con este sistema decadente que es funcional a las ambiciones de poder de amplios sectores políticos, empresariales y sindicales. Esa ambición de poder se sustenta en mercados cerrados a la competencia para tener subordinados a los empresarios. Les dan el mercado cerrado para que ellos obtengan, con bajas inversiones y escasa competitividad, altas tasas de rentabilidad. A cambio de este beneficio, están dispuestos a sacrificar parte de su rentabilidad para calmar a la población con simples limosnas.
A su vez, el poder ilimitado de los gobernantes les permite no sólo controlar a sectores empresariales, sino que, además, el mantenimiento de la pobreza es funcional a sus objetivos de poder. Cuánta mayor pobreza, mayor es la dependencia de la población para subsistir gracias a las dádivas del gobernante de turno y más votos cautivos se consiguen.
¿Qué pestes tan terribles traería el liberalismo ante el fracaso kirchnerista? Las tan terribles pestes serían que se acabarían los peajes que cobran los burócratas para aprobar un formulario para que la gente pueda trabajar, dado que se eliminarían las arbitrarias regulaciones, fuente inagotable de corrupción. Otra peste que sobrevendría con el liberalismo sería la creación de condiciones institucionales para que llegaran inversiones y se crearan más puestos de trabajo, mejor remunerados y con mejores condiciones laborales. La tercera peste que sobrevendría sería la eliminación del regresivo impuesto inflacionario. La cuarta consistiría en que los argentinos, ante la seguridad jurídica, dejarían de fugar sus capitales hacia los países desarrollados y los repatriarían para financiar nuestro propio crecimiento en vez del de EE.UU. como lo hizo Néstor cuando giró los fondos de Santa Cruz al exterior. La quinta peste sería terminar con la expoliación impositiva de los ciudadanos para mantener a una legión de ñoquis e incapaces que viven a costa de los que trabajan honestamente. La sexta consistiría en que todos los gastos del Estado serían debatidos y controlados por el Congreso de la Nación. La séptima implicaría establecer un verdadero sistema federal impositivo para que las provincias y los municipios no tengan que mendigar en Buenos Aires fondos que les pertenecen. La octava peste pasaría por integrarse al mundo para vender los productos que se producen en la Argentina, incrementando el comercio exterior para aprovechar un mercado de 6.000 millones de consumidores potenciales.
Podría seguir enumerando pestes que vendrían con la llegada del liberalismo. Sin embargo, no vale la pena, porque esas pestes no serían para los argentinos sino para los inescrupulosos políticos que se han aprovechado del poder para esquilmar a la población aumentando sus cuentas bancarias.
A raíz de la crisis del campo, mucho se ha hablado de una lucha por la dignidad y también se ha intentando poner de rodillas a todo aquel que se opusiera a ser denigrado.
El post kirchnerismo le dará a la Argentina una nueva oportunidad para salir de esta larga decadencia en la cual se denigra a los habitantes. Tendremos la oportunidad de establecer una democracia republicana, con gobierno limitado y libertad económica que no sólo terminará con la decadencia, sino que –lo que es más importante– nadie tendrá que ponerse de rodillas frente al mandamás de turno para poder trabajar en paz, por pensar diferente o para recibir alguna limosna. En síntesis, el debate será entre estar todos de pie, con dignidad y libertad, o seguir sometiéndonos a las denigrantes arbitrariedades de funcionarios inescrupulosos.
© www.economiaparatodos.com.ar
Tanto el ex ministro de Economía Roberto Lavagna como algunos sectores de la izquierda están preocupados porque consideran que el estrepitoso fracaso al que nos está conduciendo el modelo kirchnerista provocaría un retorno de la derecha al gobierno y a la política económica.
Vaya uno a saber qué entienden por derecha, pero es fácil advertir que –en esa mezcla de conceptos en que suelen incurrir– identifican a la derecha con la palabra neoliberalismo, invento reciente para no decir directamente liberalismo.
Quienes así piensan consideran que la crisis del kirchnerismo es consecuencia, únicamente, del comportamiento agresivo y de la permanente confrontación del matrimonio. Olvidan o desconocen que, en realidad, el modelo económico propuesto por los Kirchner estaba inexorablemente condenado al fracaso, más tarde o más temprano. Lo que sí puede decirse es que, si bien el modelo era inconsistente en sí mismo, tanto el matrimonio como su disciplinado soldado Guillermo Moreno han conseguido acelerar y profundizar una crisis que era inevitable al agregarle a la inconsistencia del modelo ingredientes propios de la Inquisición.
¿Qué temen Lavagna y la izquierda que pueda venir luego de la caída del modelo? ¿El respeto por las instituciones republicanas y al derecho de propiedad que atraen inversiones y generan crecimiento? Porque no debe olvidarse que la gran conquista de Occidente fue el movimiento liberal que logró limitar el poder de los monarcas para que estos dejaran de abusarse de su posición para esquilmar a los contribuyentes, sometiéndolos a sus caprichos.
El movimiento liberal no sólo consiguió eliminar las arbitrariedades de los gobiernos autocráticos sino que, además, fue el principal abanderado de los derechos humanos al limitar el uso de la fuerza de los monarcas contra sus súbditos, al tiempo que fue el gran defensor de la libertad de expresión y otras libertades civiles y políticas.
De manera que si hoy se teme al liberalismo, en verdad a lo que se le tiene miedo es a que la Argentina consiga establecer una democracia republicana que, al limitar el poder del Estado, termine con las arbitrariedades y elimine la corrupción, o al menos impida que ésta no sea cobijada por la impunidad.
Viendo la velocidad de crucero a la que marcha el gobierno de los Kirchner rumbo al iceberg, el principal temor que aparece en varios sectores de la dirigencia política es el de perder los privilegios y el modelo de negocio basado en subsidios, protecciones y demás tipo de medidas intervencionistas que generan rentas extraordinarias en determinados sectores productivos a costa de los ingresos de los ciudadanos. En otros términos, el miedo al liberalismo es el miedo a la competencia, a la inversión, a la capacidad de innovación y a la ausencia de mercados cautivos. El miedo a que el Ejecutivo sea controlado por el Legislativo y la Justicia actúe en forma independiente.
Dos modelos claramente contrapuestos se presentan para el post kirchnerismo. Uno es el de la libertad, la mejora de los ingresos en base a las inversiones, la limitación del poder y el respeto a la propiedad. El otro es el de continuar con este sistema decadente que es funcional a las ambiciones de poder de amplios sectores políticos, empresariales y sindicales. Esa ambición de poder se sustenta en mercados cerrados a la competencia para tener subordinados a los empresarios. Les dan el mercado cerrado para que ellos obtengan, con bajas inversiones y escasa competitividad, altas tasas de rentabilidad. A cambio de este beneficio, están dispuestos a sacrificar parte de su rentabilidad para calmar a la población con simples limosnas.
A su vez, el poder ilimitado de los gobernantes les permite no sólo controlar a sectores empresariales, sino que, además, el mantenimiento de la pobreza es funcional a sus objetivos de poder. Cuánta mayor pobreza, mayor es la dependencia de la población para subsistir gracias a las dádivas del gobernante de turno y más votos cautivos se consiguen.
¿Qué pestes tan terribles traería el liberalismo ante el fracaso kirchnerista? Las tan terribles pestes serían que se acabarían los peajes que cobran los burócratas para aprobar un formulario para que la gente pueda trabajar, dado que se eliminarían las arbitrarias regulaciones, fuente inagotable de corrupción. Otra peste que sobrevendría con el liberalismo sería la creación de condiciones institucionales para que llegaran inversiones y se crearan más puestos de trabajo, mejor remunerados y con mejores condiciones laborales. La tercera peste que sobrevendría sería la eliminación del regresivo impuesto inflacionario. La cuarta consistiría en que los argentinos, ante la seguridad jurídica, dejarían de fugar sus capitales hacia los países desarrollados y los repatriarían para financiar nuestro propio crecimiento en vez del de EE.UU. como lo hizo Néstor cuando giró los fondos de Santa Cruz al exterior. La quinta peste sería terminar con la expoliación impositiva de los ciudadanos para mantener a una legión de ñoquis e incapaces que viven a costa de los que trabajan honestamente. La sexta consistiría en que todos los gastos del Estado serían debatidos y controlados por el Congreso de la Nación. La séptima implicaría establecer un verdadero sistema federal impositivo para que las provincias y los municipios no tengan que mendigar en Buenos Aires fondos que les pertenecen. La octava peste pasaría por integrarse al mundo para vender los productos que se producen en la Argentina, incrementando el comercio exterior para aprovechar un mercado de 6.000 millones de consumidores potenciales.
Podría seguir enumerando pestes que vendrían con la llegada del liberalismo. Sin embargo, no vale la pena, porque esas pestes no serían para los argentinos sino para los inescrupulosos políticos que se han aprovechado del poder para esquilmar a la población aumentando sus cuentas bancarias.
A raíz de la crisis del campo, mucho se ha hablado de una lucha por la dignidad y también se ha intentando poner de rodillas a todo aquel que se opusiera a ser denigrado.
El post kirchnerismo le dará a la Argentina una nueva oportunidad para salir de esta larga decadencia en la cual se denigra a los habitantes. Tendremos la oportunidad de establecer una democracia republicana, con gobierno limitado y libertad económica que no sólo terminará con la decadencia, sino que –lo que es más importante– nadie tendrá que ponerse de rodillas frente al mandamás de turno para poder trabajar en paz, por pensar diferente o para recibir alguna limosna. En síntesis, el debate será entre estar todos de pie, con dignidad y libertad, o seguir sometiéndonos a las denigrantes arbitrariedades de funcionarios inescrupulosos.
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