La burbuja del kirchnerismo.com
La credibilidad del Gobierno se debilitó, mientras los problemas los acosan por todos lados y no atinan a enfrentarlos.
Ya en las elecciones de 2007 el kirchnerismo tuvo un caudal de votos que, considerando el despilfarro de gasto público hecho ese año, no fue tan espectacular como se suponía. En casi todos los grandes centros urbanos Cristina Fernández perdió las elecciones, compensando en las zonas rurales la sangría de votos en los centros urbanos. Luego de lo ocurrido durante cuatro meses, difícilmente el kirchnerismo logre renovar el apoyo en las zonas rurales y, seguramente, en el Gran Buenos Aires la inflación le generará una merma en el caudal electoral.
Es que, por comparación, la gente va advirtiendo que la situación económica tiende a empeorar. En el 2005 la gente comparaba las condiciones económicas con el 2002 y se sentía en el paraíso, por más que todo fuera artificial, ayudado con buenos precios internacionales para las commodities. Pero en el 2007 la comparación con el 2005 ya no era tan buena y, encima, la gente comenzaba a cansarse de la actitud agresiva del entonces presidente Kirchner. En el 2008 la comparación con el 2007 todavía es peor, dado que el discurso de Cristina Fernández tiene el mismo grado de soberbia que el de su marido pero con condiciones económicas cada vez más deterioradas, por más que el gobierno siga negando la realidad. Podríamos decir que el matrimonio, lejos de mejorar su marca en la gestión gubernamental, la empeora.
Hoy, el gobierno sufre de parálisis frente a los crecientes problemas económicos. En vez de enfrentar y solucionar el problema inflacionario, lo niega. Y cuando existe otro problema, las medidas que adopta lo agravan, como por ejemplo el del anuncio del pago al contado al Club del París por la deuda en default.
El anuncio fue hecho bajo el argumento de mostrar la voluntad de pago de Argentina frente a los crecientes temores de un nuevo default ante los vencimientos de deuda del próximo año. Sin embargo, el pago por anticipado al Club de París, lejos de eliminar esos temores, los agravó. Y la razón es muy sencilla. Los temores al default existían incluso sin considerar la deuda con el Club de París. Es decir, el mercado descontaba que no se le pagaría al Club de París y, aún así, dudaba que pudiera hacer frente a los vencimientos de capital e intereses de la deuda. La alternativa que se sugería para enfrentar los vencimientos consistía en utilizar las reservas del Banco Central (BCRA) para pagar parte de la deuda si el superávit fiscal no alcanzaba, considerando que Argentina tiene cerrado el acceso al mercado financiero voluntario. ¿Qué es lo que consiguió el gobierno con el anuncio de la semana pasada? Aumentar los temores de un nuevo default ya que al utilizarse parte de las reservas del BCRA para pagarle al Club de París quedaría poco margen para volver a utilizar reservas del BCRA para cancelar bonos el año próximo. A esto hay que agregarle que, de concretarse el pago al Club de París, el BCRA tendrá menos dólares de reservas para respaldar los pesos que hay en circulación. Dicho en otras palabras, se deteriora el patrimonio del BCRA y los pesos en circulación tienen menos respaldo en monedas fuertes. De manera que, con esta medida, no solo no se alejó el fantasma de un nuevo defualt, sino que se agravó.
Por otro lado, casi mueve a risa que el gobierno siga insistiendo en hacer el tren bala cuando los trenes urbanos funcionan cada vez peor. Es posible que hayan existido grupos organizados para incendiar y armar el lío que se armó en la línea Sarmiento, pero también es cierto que hay cierto caldo de cultivo en el funcionamiento del transporte público que hace que la gente esté malhumorada cuando tiene que viajar. La política de consumir el stock de capital para mantener artificialmente bajas las tarifas empieza a hacer agua.
Lo concreto es que hoy el humor de la gente es muy diferente al que había en el 2007 y mucho peor que el que había en el 2005, con el agravante que el gobierno parece no advertirlo o, si lo advierte, se hace el distraído y recurre al desgastado argumento de las conspiraciones. En este caso, la pésima maniobra del gobierno con el resultado exactamente inverso al buscado, fue denunciar a los fondos especulativos por el aumento del riesgo país, cuando cualquier mente medianamente lógica podía advertir que cancelar la deuda con el Club de París en la forma en que se pretende hacerlo, no implica comprar un seguro contra el default y, mucho menos, creer que ahora sí va a haber una avalancha de inversiones en la Argentina gracias a que las empresas podrán tener acceso a créditos blandos en el exterior. Los créditos blandos no van a aparecer y, además, ¿quién se va a animar a invertir en un país con reglas de juego tan arbitrarias e imprevisibles? ¿Cómo va a haber inversiones si con la inflación que tenemos no hay posibilidad de estimar costos y precios para definir un flujo de fondos a los efectos de decidir si conviene o no hacer la inversión?
El kirchnerismo me hace acordar a las famosas punto com de los ’90. Recordará el lector que en esos años cualquier página web podía llegar a cotizarse en millones de dólares sin tener flujos de ingresos que justificaran semejantes valuaciones. Las proyecciones que se formulaban sobre los ingresos futuros de las punto com eran totalmente infundadas. Se vendía humo. Alguien inventaba una punto com para vender pizzas por Internet y, con cálculos propios del actual INDEC, se proyectaban ventas y utilidades de ficción que se traducía en valuaciones exóticas. Hasta que la burbuja de las punto com explotó y la irrealidad de las valuaciones quedaron en evidencia. Ya nadie creía en las punto com. Nadie apostaba un peso a los proyectos basados en números artificiales. Ahora había que demostrar, como en cualquier negocio, que los flujos de ingresos y egresos tenían algún grado de probabilidad de ocurrir. Para que el inversor creyera había que ser muy convincente en el proyecto.
Con el gobierno de los Kirchner pasa lo mismo. Podríamos llamarlo un kirchnerismo.com, porque un año atrás parecía que el matrimonio podía cometer cualquier disparate en el gobierno que igual iban a tener una alta evaluación de la sociedad y todos iban a aplaudir indefinidamente los dislates que cometían. Pero la burbuja del kirchnerismo.com parece haber explotado. La credibilidad del gobierno se ha debilitado enormemente mientras que los problemas los acosan por todos lados y no atinan a enfrentarlos. Y cuando los enfrentan es para empeorarlos con las medidas que toman.
La realidad se está encargando de demostrar que la eterna bonanza de la política kirchnerista fue una bonanza virtual. La inflación, la rápida desaceleración de la actividad económica, la disminución de los márgenes de utilidad de las empresas, el deterioro de los salarios reales, la extinción del eufemismo del tipo de cambio competitivo y el deterioro de la caja que permitía disciplinar a gobernadores e intendentes muestran la burbuja que fue el kirchnerismo.com. De ahora en más, al igual que las famosas punto com, el gobierno tendrá que hacer las cosas en serio si es que no quiere terminar como ellas en los 90. Deberá adoptar políticas consistentes y creíbles, dado que la gente parece haberse cansado de seguir comprando bonanzas virtuales propias de las punto com.
© www.economiaparatodos.com.ar
Ya en las elecciones de 2007 el kirchnerismo tuvo un caudal de votos que, considerando el despilfarro de gasto público hecho ese año, no fue tan espectacular como se suponía. En casi todos los grandes centros urbanos Cristina Fernández perdió las elecciones, compensando en las zonas rurales la sangría de votos en los centros urbanos. Luego de lo ocurrido durante cuatro meses, difícilmente el kirchnerismo logre renovar el apoyo en las zonas rurales y, seguramente, en el Gran Buenos Aires la inflación le generará una merma en el caudal electoral.
Es que, por comparación, la gente va advirtiendo que la situación económica tiende a empeorar. En el 2005 la gente comparaba las condiciones económicas con el 2002 y se sentía en el paraíso, por más que todo fuera artificial, ayudado con buenos precios internacionales para las commodities. Pero en el 2007 la comparación con el 2005 ya no era tan buena y, encima, la gente comenzaba a cansarse de la actitud agresiva del entonces presidente Kirchner. En el 2008 la comparación con el 2007 todavía es peor, dado que el discurso de Cristina Fernández tiene el mismo grado de soberbia que el de su marido pero con condiciones económicas cada vez más deterioradas, por más que el gobierno siga negando la realidad. Podríamos decir que el matrimonio, lejos de mejorar su marca en la gestión gubernamental, la empeora.
Hoy, el gobierno sufre de parálisis frente a los crecientes problemas económicos. En vez de enfrentar y solucionar el problema inflacionario, lo niega. Y cuando existe otro problema, las medidas que adopta lo agravan, como por ejemplo el del anuncio del pago al contado al Club del París por la deuda en default.
El anuncio fue hecho bajo el argumento de mostrar la voluntad de pago de Argentina frente a los crecientes temores de un nuevo default ante los vencimientos de deuda del próximo año. Sin embargo, el pago por anticipado al Club de París, lejos de eliminar esos temores, los agravó. Y la razón es muy sencilla. Los temores al default existían incluso sin considerar la deuda con el Club de París. Es decir, el mercado descontaba que no se le pagaría al Club de París y, aún así, dudaba que pudiera hacer frente a los vencimientos de capital e intereses de la deuda. La alternativa que se sugería para enfrentar los vencimientos consistía en utilizar las reservas del Banco Central (BCRA) para pagar parte de la deuda si el superávit fiscal no alcanzaba, considerando que Argentina tiene cerrado el acceso al mercado financiero voluntario. ¿Qué es lo que consiguió el gobierno con el anuncio de la semana pasada? Aumentar los temores de un nuevo default ya que al utilizarse parte de las reservas del BCRA para pagarle al Club de París quedaría poco margen para volver a utilizar reservas del BCRA para cancelar bonos el año próximo. A esto hay que agregarle que, de concretarse el pago al Club de París, el BCRA tendrá menos dólares de reservas para respaldar los pesos que hay en circulación. Dicho en otras palabras, se deteriora el patrimonio del BCRA y los pesos en circulación tienen menos respaldo en monedas fuertes. De manera que, con esta medida, no solo no se alejó el fantasma de un nuevo defualt, sino que se agravó.
Por otro lado, casi mueve a risa que el gobierno siga insistiendo en hacer el tren bala cuando los trenes urbanos funcionan cada vez peor. Es posible que hayan existido grupos organizados para incendiar y armar el lío que se armó en la línea Sarmiento, pero también es cierto que hay cierto caldo de cultivo en el funcionamiento del transporte público que hace que la gente esté malhumorada cuando tiene que viajar. La política de consumir el stock de capital para mantener artificialmente bajas las tarifas empieza a hacer agua.
Lo concreto es que hoy el humor de la gente es muy diferente al que había en el 2007 y mucho peor que el que había en el 2005, con el agravante que el gobierno parece no advertirlo o, si lo advierte, se hace el distraído y recurre al desgastado argumento de las conspiraciones. En este caso, la pésima maniobra del gobierno con el resultado exactamente inverso al buscado, fue denunciar a los fondos especulativos por el aumento del riesgo país, cuando cualquier mente medianamente lógica podía advertir que cancelar la deuda con el Club de París en la forma en que se pretende hacerlo, no implica comprar un seguro contra el default y, mucho menos, creer que ahora sí va a haber una avalancha de inversiones en la Argentina gracias a que las empresas podrán tener acceso a créditos blandos en el exterior. Los créditos blandos no van a aparecer y, además, ¿quién se va a animar a invertir en un país con reglas de juego tan arbitrarias e imprevisibles? ¿Cómo va a haber inversiones si con la inflación que tenemos no hay posibilidad de estimar costos y precios para definir un flujo de fondos a los efectos de decidir si conviene o no hacer la inversión?
El kirchnerismo me hace acordar a las famosas punto com de los ’90. Recordará el lector que en esos años cualquier página web podía llegar a cotizarse en millones de dólares sin tener flujos de ingresos que justificaran semejantes valuaciones. Las proyecciones que se formulaban sobre los ingresos futuros de las punto com eran totalmente infundadas. Se vendía humo. Alguien inventaba una punto com para vender pizzas por Internet y, con cálculos propios del actual INDEC, se proyectaban ventas y utilidades de ficción que se traducía en valuaciones exóticas. Hasta que la burbuja de las punto com explotó y la irrealidad de las valuaciones quedaron en evidencia. Ya nadie creía en las punto com. Nadie apostaba un peso a los proyectos basados en números artificiales. Ahora había que demostrar, como en cualquier negocio, que los flujos de ingresos y egresos tenían algún grado de probabilidad de ocurrir. Para que el inversor creyera había que ser muy convincente en el proyecto.
Con el gobierno de los Kirchner pasa lo mismo. Podríamos llamarlo un kirchnerismo.com, porque un año atrás parecía que el matrimonio podía cometer cualquier disparate en el gobierno que igual iban a tener una alta evaluación de la sociedad y todos iban a aplaudir indefinidamente los dislates que cometían. Pero la burbuja del kirchnerismo.com parece haber explotado. La credibilidad del gobierno se ha debilitado enormemente mientras que los problemas los acosan por todos lados y no atinan a enfrentarlos. Y cuando los enfrentan es para empeorarlos con las medidas que toman.
La realidad se está encargando de demostrar que la eterna bonanza de la política kirchnerista fue una bonanza virtual. La inflación, la rápida desaceleración de la actividad económica, la disminución de los márgenes de utilidad de las empresas, el deterioro de los salarios reales, la extinción del eufemismo del tipo de cambio competitivo y el deterioro de la caja que permitía disciplinar a gobernadores e intendentes muestran la burbuja que fue el kirchnerismo.com. De ahora en más, al igual que las famosas punto com, el gobierno tendrá que hacer las cosas en serio si es que no quiere terminar como ellas en los 90. Deberá adoptar políticas consistentes y creíbles, dado que la gente parece haberse cansado de seguir comprando bonanzas virtuales propias de las punto com.
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