Gobierno: sin salida y forzando más enfrentamientos
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
Los Kirchner comienzan a enfrentar los costos de dos grandes errores: subordinar toda la política económica a sus necesidades políticas y pretender dividir y enfrentar a la sociedad.
Después de semejante impuestazo a las exportaciones de soja, de la posición intransigente del Gobierno y del acto del jueves pasado, ¿alguien piensa que esto puede tener solución? Y si supuestamente la hubiera con el campo, ¿se habrán dado cuenta los Kirchner de que el país es otro, que quedaron políticamente aislados y que sólo cuentan con el apoyo del impresentable de Luis D’Elía y Hugo Moyano? Así como hoy el problema son las retenciones, mañana la chispa puede ser cualquier otro motivo.
Francamente, no me imagino cómo puede hacer el Gobierno para dar marcha atrás con semejante impuestazo, calmar los ánimos de los productores y, al mismo tiempo, dejar sentado ante la sociedad que el Ejecutivo salió victorioso del conflicto. Mi impresión es que esto es un imposible. Me animaría a agregar que los Kirchner se metieron ellos solos en el problema por su voracidad de poder y, hoy, su proyecto aparece jaqueado por haber subordinado toda la política económica a sus necesidades políticas.
El segundo error, luego de la barrabasada del aumento de las retenciones, consistió en pretender dividir y enfrentar a la sociedad. Con la soberbia del poco ilustrado, Cristina Fernández de Kirchner pretendió descalificar a los productores y conseguir que quienes residen en las ciudades la apoyaran. La jugada le salió horrible porque, cinco minutos después de que terminara su primer discurso, gente que no tiene idea de qué es una vaca, ni una retención o la soja salió a las calles a golpear sus cacerolas en señal de protesta contra el Gobierno. ¿En protesta de qué? Puede ser que de las retenciones y en apoyo del campo. Sin embargo, desde mi punto de vista, las retenciones, la protesta del campo y la agresividad de las palabras de Cristina fueron el disparador de la bronca acumulada en la sociedad por la inflación, la inseguridad, la corrupción y la forma autoritaria de manejar el poder.
Cristina vuelve a equivocarse de punta a punta cuando dice que las que salieron a golpear las cacerolas fueron las señoras paquetas. Evidentemente, la presidenta tiene menos calle que Venecia porque los cacerolazos no fueron sólo en Olivos o Quintana y Callao. Los hubo también en Palermo, Flores y Caballito, por no hacer un largo listado del resto del país. El tractorazo que se hizo en Córdoba en plena ciudad fue aplaudido por la gente común. Por otro lado, le cuento que en Olivos vive gente de clase media, personas que vivieron toda su vida allí, que hoy están jubilados y no pueden mantener sus casas porque el intendente y la provincia de Buenos Aires triplicaron el impuesto inmobiliario y la tasa de ABL. Es más, le sugiero a Cristina que vaya todos los martes a la municipalidad de Vicente López, a eso de las 8 de la noche, a ver las manifestaciones en contra de los aumentos. Le queda a apenas cuatro cuadras de la quinta presidencial y no necesita usar el helicóptero para llegar. Si se acerca, podrá ver que en su barrio no vive solamente la gente paqueta.
Su segundo discurso, que intentó ser más moderado que el primero, estuvo plagado de generalidades y temas que nada tenían que ver con el campo. No pude dejar de esbozar una sonrisa cuando Cristina dijo que el peronismo siempre fue víctima de los golpes de Estado y ningún partido político los apoyó. Señora presidenta, por si no lo recuerda, Juan Domingo Perón participó del golpe de Estado de 1930 contra Hipólito Irigoyen. Luego, actuó en el golpe de 1943 y ocupó cargos relevantes durante ese gobierno de facto. De manera que, señora presidenta, repase la historia y se enterará de que el peronismo surgió a la vida política fregoteando con los militares y políticos para voltear gobiernos constitucionales.
Dejemos de lado la historia y volvamos a la actualidad. El Gobierno sostiene que las retenciones se aumentaron para terminar con el monocultivo y que su objetivo es que se produzca más carne, trigo y lácteos. Señora, fueron su marido y su secretario de Comercio Interior quienes con las regulaciones, las prohibiciones de exportación, los controles de precios y demás medidas intervencionistas desestimularon la producción de leche, trigo y carne. Y ahora pretenden vender como argumento que ponen las retenciones a la soja para terminar con el monocultivo. Con esto quiero decir que, por más que bajen las retenciones a la soja, las otras producciones no se reactivarán hasta que no paren de castigarlas con las medidas de su genial secretario de Comercio inspiradas en la heterodoxia de Néstor.
Claro, el objetivo ha sido siempre tener una caja abundante para que gobernadores e intendentes tengan que ir al pie. “Si no me apoyás, no te doy el cheque y se te incendia la provincia y el municipio porque no vas a poder pagar los sueldos”, es el discurso subliminal.
Estrategia de corta vida ésta, porque ahora los gobernadores pueden tener acceso a la caja del Ejecutivo, aunque ni ellos ni los intendentes pueden caminar por las calles de sus provincias y municipios porque la gente está enardecida ante la pasividad de todos ellos frente al impuestazo al campo. Gobernadores e intendentes se debaten, en este momento, entre perder la bendición de la caja o tener una pueblada en sus provincias e intendencias. Por lo tanto, parece que la caja se está agotando como mecanismo de controlar el poder.
Si la inflación, la inseguridad y la corrupción han puesto de muy mal humor a la población, mandarlo a D’Elía a atacar a la gente que pacíficamente protestaba en la Plaza de Mayo fue un error más grave.
¿En serio pensarán los Kirchner que podrán controlar el descontento popular mandando a la calle a los matones de D’Elía? ¿Creen en el Gobierno que con fuerzas de choque van a modificar el malestar de la población? El matrimonio Kirchner parece no recordar que, en 1982, los militares, con todo el poder de las armas, no pudieron controlar el descontento popular por la crisis económica más la derrota de Malvinas y tuvieron que salir corriendo del poder. Sentarse sobre las bayonetas no es solución cuando la situación económica se desmadra. Tampoco es solución sacar las fuerzas de choque a la calle para frenar el descontento. Porque, seamos claros, D’Elía puede ser muy guapo con sus patoteros atropellando a gente que sólo tiene una cacerola para defenderse, si bien dudo que se le anime a los chacareros enardecidos.
¿En qué situación estamos? Desde el punto de vista económico, la inflación está desbordada por la emisión monetaria y las medidas autoritarias de controles de precios y regulaciones no sólo no frenaron el proceso inflacionario, sino que lo agravaron.
A esto se le agrega el impuestazo al campo, que sólo tiene retorno si el Gobierno se da por vencido y reconoce que cometió un error. Si no acepta dar marcha atrás y sigue convocando a los productores para hablar de las vacas que vuelan, la gente se va a poner peor y el conflicto continuará.
Los precios relativos están totalmente distorsionados y corregirlos implica ir a una especie de Rodrigazo que a esta altura del partido difícilmente el Gobierno pueda soportar políticamente. Para sostener esta distorsión de precios relativos se necesitarán muchos más impuestazos, porque la caja no es infinita.
¿Qué salida le queda al Gobierno? Seguir con sus fuerzas de choque en la calle. Por alguna razón, D’Elía estuvo en el palco de honor mientras hablaba la presidenta en Parque Norte. Esto ocurrió poco después de que el líder de la Federación de Tierra y Vivienda hubiera desplegado su matonismo para tomar la Plaza de Mayo, como si tomándola la gente no pudiera manifestarse en otros lugares. D’Elía puede quedarse a vivir en la Plaza de Mayo, pero eso no va a impedir el malestar de los ciudadanos con una inflación que tiende a descontrolarse.
Todo parece indicar que el Gobierno quiere forzar una escalada de violencia para poder reprimir. Y no me sorprendería que hasta declarara el estado de sitio para terminar de abrochar su objetivo de poder hegemónico.
Digo que no me sorprendería esa estrategia porque fue la que utilizaron los montoneros en los 70. Como no podían justificar sus actos de violencia contra un gobierno elegido por el voto, como era el de Isabelita, iniciaron una matanza indiscriminada de militares y policías para forzar el golpe. Los montoneros necesitaban un gobierno de facto para justificar su violencia con el objetivo de establecer una dictadura al estilo cubano.
Esperemos que por la cabeza de los gobernantes no esté pasando la idea de forzar una violencia cada vez mayor para terminar de destrozar las instituciones, porque esa jugada sería mucho más grave que el aumento de las retenciones a la soja. © www.economiaparatodos.com.ar
Los Kirchner comienzan a enfrentar los costos de dos grandes errores: subordinar toda la política económica a sus necesidades políticas y pretender dividir y enfrentar a la sociedad.
Después de semejante impuestazo a las exportaciones de soja, de la posición intransigente del Gobierno y del acto del jueves pasado, ¿alguien piensa que esto puede tener solución? Y si supuestamente la hubiera con el campo, ¿se habrán dado cuenta los Kirchner de que el país es otro, que quedaron políticamente aislados y que sólo cuentan con el apoyo del impresentable de Luis D’Elía y Hugo Moyano? Así como hoy el problema son las retenciones, mañana la chispa puede ser cualquier otro motivo.
Francamente, no me imagino cómo puede hacer el Gobierno para dar marcha atrás con semejante impuestazo, calmar los ánimos de los productores y, al mismo tiempo, dejar sentado ante la sociedad que el Ejecutivo salió victorioso del conflicto. Mi impresión es que esto es un imposible. Me animaría a agregar que los Kirchner se metieron ellos solos en el problema por su voracidad de poder y, hoy, su proyecto aparece jaqueado por haber subordinado toda la política económica a sus necesidades políticas.
El segundo error, luego de la barrabasada del aumento de las retenciones, consistió en pretender dividir y enfrentar a la sociedad. Con la soberbia del poco ilustrado, Cristina Fernández de Kirchner pretendió descalificar a los productores y conseguir que quienes residen en las ciudades la apoyaran. La jugada le salió horrible porque, cinco minutos después de que terminara su primer discurso, gente que no tiene idea de qué es una vaca, ni una retención o la soja salió a las calles a golpear sus cacerolas en señal de protesta contra el Gobierno. ¿En protesta de qué? Puede ser que de las retenciones y en apoyo del campo. Sin embargo, desde mi punto de vista, las retenciones, la protesta del campo y la agresividad de las palabras de Cristina fueron el disparador de la bronca acumulada en la sociedad por la inflación, la inseguridad, la corrupción y la forma autoritaria de manejar el poder.
Cristina vuelve a equivocarse de punta a punta cuando dice que las que salieron a golpear las cacerolas fueron las señoras paquetas. Evidentemente, la presidenta tiene menos calle que Venecia porque los cacerolazos no fueron sólo en Olivos o Quintana y Callao. Los hubo también en Palermo, Flores y Caballito, por no hacer un largo listado del resto del país. El tractorazo que se hizo en Córdoba en plena ciudad fue aplaudido por la gente común. Por otro lado, le cuento que en Olivos vive gente de clase media, personas que vivieron toda su vida allí, que hoy están jubilados y no pueden mantener sus casas porque el intendente y la provincia de Buenos Aires triplicaron el impuesto inmobiliario y la tasa de ABL. Es más, le sugiero a Cristina que vaya todos los martes a la municipalidad de Vicente López, a eso de las 8 de la noche, a ver las manifestaciones en contra de los aumentos. Le queda a apenas cuatro cuadras de la quinta presidencial y no necesita usar el helicóptero para llegar. Si se acerca, podrá ver que en su barrio no vive solamente la gente paqueta.
Su segundo discurso, que intentó ser más moderado que el primero, estuvo plagado de generalidades y temas que nada tenían que ver con el campo. No pude dejar de esbozar una sonrisa cuando Cristina dijo que el peronismo siempre fue víctima de los golpes de Estado y ningún partido político los apoyó. Señora presidenta, por si no lo recuerda, Juan Domingo Perón participó del golpe de Estado de 1930 contra Hipólito Irigoyen. Luego, actuó en el golpe de 1943 y ocupó cargos relevantes durante ese gobierno de facto. De manera que, señora presidenta, repase la historia y se enterará de que el peronismo surgió a la vida política fregoteando con los militares y políticos para voltear gobiernos constitucionales.
Dejemos de lado la historia y volvamos a la actualidad. El Gobierno sostiene que las retenciones se aumentaron para terminar con el monocultivo y que su objetivo es que se produzca más carne, trigo y lácteos. Señora, fueron su marido y su secretario de Comercio Interior quienes con las regulaciones, las prohibiciones de exportación, los controles de precios y demás medidas intervencionistas desestimularon la producción de leche, trigo y carne. Y ahora pretenden vender como argumento que ponen las retenciones a la soja para terminar con el monocultivo. Con esto quiero decir que, por más que bajen las retenciones a la soja, las otras producciones no se reactivarán hasta que no paren de castigarlas con las medidas de su genial secretario de Comercio inspiradas en la heterodoxia de Néstor.
Claro, el objetivo ha sido siempre tener una caja abundante para que gobernadores e intendentes tengan que ir al pie. “Si no me apoyás, no te doy el cheque y se te incendia la provincia y el municipio porque no vas a poder pagar los sueldos”, es el discurso subliminal.
Estrategia de corta vida ésta, porque ahora los gobernadores pueden tener acceso a la caja del Ejecutivo, aunque ni ellos ni los intendentes pueden caminar por las calles de sus provincias y municipios porque la gente está enardecida ante la pasividad de todos ellos frente al impuestazo al campo. Gobernadores e intendentes se debaten, en este momento, entre perder la bendición de la caja o tener una pueblada en sus provincias e intendencias. Por lo tanto, parece que la caja se está agotando como mecanismo de controlar el poder.
Si la inflación, la inseguridad y la corrupción han puesto de muy mal humor a la población, mandarlo a D’Elía a atacar a la gente que pacíficamente protestaba en la Plaza de Mayo fue un error más grave.
¿En serio pensarán los Kirchner que podrán controlar el descontento popular mandando a la calle a los matones de D’Elía? ¿Creen en el Gobierno que con fuerzas de choque van a modificar el malestar de la población? El matrimonio Kirchner parece no recordar que, en 1982, los militares, con todo el poder de las armas, no pudieron controlar el descontento popular por la crisis económica más la derrota de Malvinas y tuvieron que salir corriendo del poder. Sentarse sobre las bayonetas no es solución cuando la situación económica se desmadra. Tampoco es solución sacar las fuerzas de choque a la calle para frenar el descontento. Porque, seamos claros, D’Elía puede ser muy guapo con sus patoteros atropellando a gente que sólo tiene una cacerola para defenderse, si bien dudo que se le anime a los chacareros enardecidos.
¿En qué situación estamos? Desde el punto de vista económico, la inflación está desbordada por la emisión monetaria y las medidas autoritarias de controles de precios y regulaciones no sólo no frenaron el proceso inflacionario, sino que lo agravaron.
A esto se le agrega el impuestazo al campo, que sólo tiene retorno si el Gobierno se da por vencido y reconoce que cometió un error. Si no acepta dar marcha atrás y sigue convocando a los productores para hablar de las vacas que vuelan, la gente se va a poner peor y el conflicto continuará.
Los precios relativos están totalmente distorsionados y corregirlos implica ir a una especie de Rodrigazo que a esta altura del partido difícilmente el Gobierno pueda soportar políticamente. Para sostener esta distorsión de precios relativos se necesitarán muchos más impuestazos, porque la caja no es infinita.
¿Qué salida le queda al Gobierno? Seguir con sus fuerzas de choque en la calle. Por alguna razón, D’Elía estuvo en el palco de honor mientras hablaba la presidenta en Parque Norte. Esto ocurrió poco después de que el líder de la Federación de Tierra y Vivienda hubiera desplegado su matonismo para tomar la Plaza de Mayo, como si tomándola la gente no pudiera manifestarse en otros lugares. D’Elía puede quedarse a vivir en la Plaza de Mayo, pero eso no va a impedir el malestar de los ciudadanos con una inflación que tiende a descontrolarse.
Todo parece indicar que el Gobierno quiere forzar una escalada de violencia para poder reprimir. Y no me sorprendería que hasta declarara el estado de sitio para terminar de abrochar su objetivo de poder hegemónico.
Digo que no me sorprendería esa estrategia porque fue la que utilizaron los montoneros en los 70. Como no podían justificar sus actos de violencia contra un gobierno elegido por el voto, como era el de Isabelita, iniciaron una matanza indiscriminada de militares y policías para forzar el golpe. Los montoneros necesitaban un gobierno de facto para justificar su violencia con el objetivo de establecer una dictadura al estilo cubano.
Esperemos que por la cabeza de los gobernantes no esté pasando la idea de forzar una violencia cada vez mayor para terminar de destrozar las instituciones, porque esa jugada sería mucho más grave que el aumento de las retenciones a la soja. © www.economiaparatodos.com.ar
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