Formando súbditos
Written on November 26, 2008 – 11:49 am | by Jose Benegas
Es conocida la campaña de la AFIP por una "cultura tributaria", que es sinónimo de una cultura sumisa.
Tributar es un verbo que no ofrece dificultades semánticas:
1. tr. Dicho de un vasallo o de un súbdito: Entregar al señor en reconocimiento del señorío, o al Estado para las cargas y atenciones públicas, cierta cantidad en dinero o en especie.
2. tr. Ofrecer o manifestar veneración como prueba de agradecimiento o admiración.
Si se tratara sólo de una campaña publicitaria no sería tan grave, esta actitud tributaria está enraizada a través del sistema educativo en las creencias más profundas de los argentinos y en la moralina de la clase media sobre todo, que es consecuencia de aquél. Si el estado es fuente de tantas cosas bellas y la solución mágica para los temores existenciales, limitarlo en su financiamiento sería una calamidad universal.
El valor en una república o en cualquier organización libre en cambio no es la obediencia, sino la legalidad. La ilegalidad no debe ser obedecida, se reconoce el derecho a resistirla. El deber más bien.
La cultura tributaria en cambio es aquella en la que pagar es el valor y no la justificación de los impuestos, su determinación por procedimientos ajustados, el cuidado de que su destino también sea legal y que no superen el límite de la confiscación. En una república el valor es controlar los impuestos.
Sumemos que en un contexto de abuso impositivo el llamado contribuyente es puesto al margen de la ley a cada paso con normas que nunca podrá cumplir y la evasión aumenta como consecuencia de querer exprimir a la gallina de los huevos de oro más allá de lo posible, no digo ya de lo aceptable. Entonces la "cultura tributaria" se transforma en la "culpa permanente". Los ciudadanos son entonces lacayos y están listos para ser apresados cuando le poder lo elija.
En la Biblia el recaudador es un personaje objetado moralmente. Cuando aún se conservaba algo de sentido las fantasías tenían el mismo fin. El zorro por ejemplo, aparecía cuando el recaudador exprimia a la gente para restituirle sus fondos, como serían en este caso los capitalizados en las AFJP.
El adoctrinamiento comienza ahora desde la infancia. La AFIP ha creado un juego en el que los recaudadores son los buenos y los que no pagan, aunque producen los recursos que se quieren recaudar son los malos a los que hay que cazar. El zorro podría ser fusilado y reivindicado el capitán monasterio.
La "heroína" se llama Martina y se parece físicamente a la presidente que estamos padeciendo, con bastante ayuda del dibujante.
Es conocida la campaña de la AFIP por una "cultura tributaria", que es sinónimo de una cultura sumisa.
Tributar es un verbo que no ofrece dificultades semánticas:
1. tr. Dicho de un vasallo o de un súbdito: Entregar al señor en reconocimiento del señorío, o al Estado para las cargas y atenciones públicas, cierta cantidad en dinero o en especie.
2. tr. Ofrecer o manifestar veneración como prueba de agradecimiento o admiración.
Si se tratara sólo de una campaña publicitaria no sería tan grave, esta actitud tributaria está enraizada a través del sistema educativo en las creencias más profundas de los argentinos y en la moralina de la clase media sobre todo, que es consecuencia de aquél. Si el estado es fuente de tantas cosas bellas y la solución mágica para los temores existenciales, limitarlo en su financiamiento sería una calamidad universal.
El valor en una república o en cualquier organización libre en cambio no es la obediencia, sino la legalidad. La ilegalidad no debe ser obedecida, se reconoce el derecho a resistirla. El deber más bien.
La cultura tributaria en cambio es aquella en la que pagar es el valor y no la justificación de los impuestos, su determinación por procedimientos ajustados, el cuidado de que su destino también sea legal y que no superen el límite de la confiscación. En una república el valor es controlar los impuestos.
Sumemos que en un contexto de abuso impositivo el llamado contribuyente es puesto al margen de la ley a cada paso con normas que nunca podrá cumplir y la evasión aumenta como consecuencia de querer exprimir a la gallina de los huevos de oro más allá de lo posible, no digo ya de lo aceptable. Entonces la "cultura tributaria" se transforma en la "culpa permanente". Los ciudadanos son entonces lacayos y están listos para ser apresados cuando le poder lo elija.
En la Biblia el recaudador es un personaje objetado moralmente. Cuando aún se conservaba algo de sentido las fantasías tenían el mismo fin. El zorro por ejemplo, aparecía cuando el recaudador exprimia a la gente para restituirle sus fondos, como serían en este caso los capitalizados en las AFJP.
El adoctrinamiento comienza ahora desde la infancia. La AFIP ha creado un juego en el que los recaudadores son los buenos y los que no pagan, aunque producen los recursos que se quieren recaudar son los malos a los que hay que cazar. El zorro podría ser fusilado y reivindicado el capitán monasterio.
La "heroína" se llama Martina y se parece físicamente a la presidente que estamos padeciendo, con bastante ayuda del dibujante.
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