Los problemas se multiplican, pero para los K no hay novedades
Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky
El matrimonio Kirchner y sus aliados continúan empecinados en negar la realidad y hacer su propia lectura sesgada de los hechos.
Cada vez es más evidente que los parches, las mentiras estadísticas y los discursos desde el atril buscando conspiradores internos y externos han dejado de tener la efectividad de una anestesia para intentar disimular los problemas de fondo de la economía y las crecientes complicaciones políticas.
Durante unos pocos días de la semana pasada, la crisis financiera internacional logró tapar, transitoriamente, los problemas internos, aunque no lo del todo dado que las desafortunadas palabras de Cristina Fernández hablando de la solidez de la economía argentina y recomendándoles a los norteamericanos que prepararan un plan B, dejó en evidencia la escasa humildad con que sigue manejándose el gobierno.
Desde el punto de vista político el juicio por las valijas de Antonini Wilson van destapando ollas de las que sale un olor nauseabundo. Es que cuando uno busca el poder absoluto y, por un tiempo, logra detentarlo, se siente libre de todo control y la tentación de actuar con total impunidad lo invade como una enfermedad, creyendo que los resortes que uno puede manejar conseguirán tapar todo lo que no se pude esconder bajo una democracia republicana. Sin embargo, los vientos políticos, más tarde o más temprano, suelen cambiar de rumbo, y, en ese momento, saltan todas las tapas de las ollas y el olor a podrido pasa a ser insoportable.
Pero no solamente la cuestión política tiende a complicarse con la creciente oposición del vicepresidente Cobos a los manejos arbitrarios del Ejecutivo, el pedido de la CGT, Moyano incluido, de declarar como crimen de lesa humanidad el asesinato del dirigente sindical Rucci o las sospechas que surgen sobre el financiamiento de la campaña electoral de Cristina Fernández con dinero del narcotráfico, sino que la economía empieza a mostrar claros síntomas de haber entrado en una lucha por la distribución por el ingreso.
El gobierno ha propuesto un aumento de $ 500 fijos no remunerativos como forma de tranquilizar a los dirigentes sindicales ante la creciente inflación. A su vez, los empresarios del sector industrial han salido a decir que no están en condiciones de afrontar nuevos incrementos de salarios. Es que este sector, al igual que el agropecuario, tiene que enfrentar una situación muy diferente a la de un par de años atrás.
En primer lugar, el eufemismo del tipo de cambio competitivo ha dejado de existir por efecto de la inflación interna que se comió el tipo de cambio real.
En segundo lugar, el consumo interno tiende a desacelerarse rápidamente por caída del ingreso real y por incertidumbre. Esto quiere decir que los productores locales tienen, actualmente, menor tasa de rentabilidad y, además, menores niveles de venta. Pero, al mismo tiempo, esos menores niveles de venta deben ser compartidos con crecientes importaciones por efecto de la caída del tipo de cambio real. Las suspensiones en algunas empresas del sector automotriz reflejan que el mercado interno ya no empuja como antes.
En tercer lugar, tenemos a Brasil devaluando su moneda frente al dólar, lo cual impulsará más exportaciones de ese país hacia la Argentina y menos de aquí hacia Brasil. El BCRA deberá empezar a mover hacia arriba el tipo de cambio y así comenzaremos a ver como precios, salarios y tipo de cambio empiezan la típica carrera pre crisis.
En cuarto lugar, la astucia que siempre se le otorgó a Néstor Kirchner para enfrentar situaciones complicadas parece empezar a diluirse. Es que, su esposa, salió a anunciar con bombos y platillos el pago al contado al Club de París como forma de recuperar la confianza en el mercado financiero luego del fisco de los U$S 1.000 millones que le prestó a tasas siderales el comandante Chávez. Ese anuncio, que tiende a diluirse, no consiguió frenar la desconfianza en la capacidad de pago del gobierno argentino al punto que el riesgo país superó los 1.000 puntos. Tampoco consiguió recuperar la credibilidad el anuncio del pago a los holdouts ni la recompra de títulos por parte del BCRA. Esto quiere decir que, mal que les pese al matrimonio, ya nadie cree en sus promesas y palabras, y la astucia de Kirchner con el manejo de la caja se ha agotado.
Pero como si todo esto fuera poco, el ninguneo que el gobierno le aplicó al campo durante meses luego de que este sector levantara sus actos de protesta, han colmado la paciencia de los productores y, nuevamente, tenemos a los productores en las rutas protestando.
Es que esta protesta puede llegar a ser peor que la anterior porque hay dos cosas que los Kirchner no entienden. En primer lugar, ellos deben pensar que los productores tiran las semillas de la soja, el trigo o el maíz y después de esparcirlas por sus campos se tiran en una reposera a tomar mate y comer asado mientras ven a crecer el yuyito o pastar a las vacas, y después se suben a la 4 x 4 para ir a pasear por el pueblo. Daría la sensación que para ellos, la producción agropecuaria es trabajo sin esfuerzo ni riesgo, y pura ganancia. Todavía no han advertido el grado de tecnología que maneja el campo, los riesgos climáticos que asumen, el costo de capital que hay en maquinarias y equipos y el profesionalismo con que se manejan los jóvenes productores que administran los establecimientos con criterios serios de administración de empresas.
El exabrupto de Kunkel diciendo que los productores le pidan al Cardenal Bergoglio que rece más fuerte para que llueva ante la sequía que padecen amplias zonas del país, refleja el grado de resentimiento con que se maneja el gobierno frente al campo luego de haber sido puesto de rodilla por toda la sociedad ante el atropello de la 125. Todo hace pensar que esa derrota política, que por cierto marcó un punto de inflexión en la era kirchnerista, es algo que todavía no ha podido digerir el kirchnerismo. Solo atina a descalificar a los productores y a burlarse de los problemas de sequía que afectan al país. Semejante comportamiento no es ni política ni estrategia. Simplemente es resentimiento y venganza ante quien no se dejó humillar.
El segundo punto que no entienden es que el precio de la soja ya no está en U$S 600 dólares y que los costos de los insumos aumentaron enormemente, lo que a su vez lleva a que los rendimientos por hectárea sean menores por menor uso de agroquímicos. Tampoco parece importarles que, por la sequía, los rindes hayan disminuido. Y, finalmente, parecen desconocer que cuando se producen este tipo de situaciones los primeros en desaparecer del mercado son los productores marginales, es decir, aquellas explotaciones más chicas y con menor rendimiento por hectárea. Es decir, los más chicos son los primeros en acusar el impacto porque tienen menor capacidad de resistencia.
Los que salieron y vuelven a salir a las rutas no son los dueños de los pools de siembra que tanto desprecia el gobierno. Si así fuera, la cantidad de manifestantes en Rosario y en Buenos Aries mostraría que el país está repleto de pooles de siembra.
El campo nuevamente en protesta, los sindicatos presionando por incrementos de salarios y la industria con menores márgenes de utilidad y ventas en bajas muestran una economía que tiende a languidecer.
Pero tan en las nubes viven en el gobierno, que mientras el impacto recesivo comienza a sentirse hasta en los comercios de las ciudades (basta con ver la cantidad de carteles que se ven en locales vacíos con el tradicional “se alquila”) ellos siguen viajando en helicóptero y usando el avión presidencial para irse los fines de semana al sur, todo a costa de los contribuyentes.
Mientras disfrutan de las fiestas de palacio, creen que el pueblo se queja de puro gusto, de simple egoísta que no quiere seguir manteniendo, a fuerza de impuestos, el despilfarro de la corte kirchnerista.
No vaya a ser cosa que al actual gobierno le pase lo mismo que a Luis XVI, que por seguir explotando al campesinado con impuestos abusivos terminó creando el caldo de cultivo para que se gestara la famosa Revolución Francesa. Alejado de toda realidad, el rey francés escribió en su diario el 11 de julio de 1789, por la mañana: “sin novedades”. © www.economiaparatodos.com.ar
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