¿Más recetas socialistas?


Durante las últimas largas décadas, en buena parte de la región latinoamericana se han aplicado con intensidad variada las recomendaciones socialistas con resultados siempre nefastos, especialmente para la gente mas necesitada. Ahora, resulta que se anuncia como una novedad la implantación mas intensa del colectivismo empobrecedor, para lo que hacen punta Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador con gobernantes trasnochados y discípulos del mandamás cubano.

Se han encaramado en el poder merced a una concepción tramposa de la democracia que hace tabla rasa con los derechos de las minorías. Recientemente, durante los años noventa, no fueron pocos los que se dejaron embaucar con etiquetas liberalizadoras pero, en gran medida, esos experimentos desembocaron en aumentos siderales en el gasto estatal, en la deuda pública y en la carga fiscal, al tiempo que surgieron casos de alarmante corrupción en el contexto de llamadas privatizaciones que significaron el traspaso de monopolios gubernamentales a monopolios privados.

Este cuadro de situación impulsó a muchos partidarios de corrientes de pensamiento de izquierda a señalar un quiebre mas marcado respecto de lo que equivocadamente consideraron (y consideran) políticas liberales. De mas está decir que los efectos negativos del estatismo no se combaten con mas estatismo sino revirtiendo el camino.

Los extremos de esta lamentable situación fueron Fujimori en Perú, Menem en Argentina y Salinas de Gortari en México, con el agravante del desconocimiento mas palmario de la división horizontal de poderes y el desvergonzado copamiento de los organismos de contralor republicano.

El momento que nos toca vivir sirve para refutar a los distraídos que alegremente sostuvieron que a partir de la caída del muro de la vergüenza en Berlín, era inexorable e irreversible la terminación del socialismo. Esto no es mas que un torpe marxismo al revés. Tal como ha enseñado Popper, en los sucesos humanos no hay tal cosa como las leyes inexorables de la historia. Todo depende de lo que seamos capaces de hacer cada uno de nosotros todos los días.

Con todos los experimentos truculentos de los megalómanos ingenieros sociales para fabricar “el hombre nuevo” y otras sandeces, a esta altura de los acontecimientos no resulta fácil explicar la insistencia en las fallidas recetas del autoritarismo socialista. Salvo honrosas excepciones, en las universidades se siguen repitiendo machaconamente las virtudes del positivismo jurídico como si no existieran puntos de referencia extramuros de las normas promulgadas por el legislativo, se sigue insistiendo en que el aparato estatal debe tratar a sus congéneres como animales imponiéndoles retenciones al fruto de sus trabajos obligándolos al aporte para sistemas quebrados y absurdos de jubilaciones que sorprenden a cualquiera que tenga alguna remota idea de interés compuesto, se sigue manipulando el mercado laboral que no permite productividades elementales y se sigue pensando que constituye una gracia mayúscula el cerrarse al mundo en una enfermiza autarquía alambrada para adquirir bienes mas caros y de peor calidad.

Entre otros, el caso argentino exhibió un notable progreso desde su organización nacional hasta que hicieron estragos los populismos y las demagogias, primero en la década del treinta y mucho mas intensamente a partir de la década siguiente. Antes de eso último, los salarios de los peones rurales y de los obreros de la incipiente y floreciente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, España e Italia. La población se duplicaba cada diez años. Las exportaciones estaban a la altura de las de Canadá y Australia y con teléfonos per capita y líneas férreas en relación a la población eran igual que en Estados Unidos. En el centenario -1910- la Academia Francesa comparó los debates parlamentarios en aquel país con los que se llevaban a cabo en el seno de esa corporación debido a la cultura que ponían de manifiesto diputados y senadores.

Alexis de Tocqueville en su obra sobre el antiguo régimen y la Revolución Francesa conjetura que los países que han mostrado gran progreso moral y material, tienden a dar eso por sentado. Momento fatal, porque es allí donde ocupan los espacios vacantes otras corrientes intelectuales. Para bien de los que vivimos en esta región latinoamericana, es de desear que se recapacite y se abandone el uso de fuerza para imponer desde el estado planificaciones atrabiliarias y se le de cabida a los bienhechores principios de la sociedad abierta.

El ex marxista Bernard-Henri Lévy apuntó en su libro Barbarie con rostro humano: “He dicho que el socialismo es un engaño y una decepción; cuando promete, miente, cuando interpreta, yerra”. El socialismo es “el crematorio de la libertad” como bien ha dicho el gran Jean-Francois Revel. Recluta incautos y canallas para alimentar la insaciable voracidad del poder.

Los chicos y las armas

General Cosgrove was interviewed on the radio the other day and you'll love his reply to the lady who interviewed him concerning guns and children.

Regardless of how you feel about gun laws you gotta love this!!!!

This is one of the best comeback lines of all time. It is a portion of ABC interview between a female broadcaster and General Cosgrove who was about to sponsor a Boy Scout Troop visiting his military headquarters.

FEMALE INTERVIEWER: So, General Cosgrove, what things are you going to teach these young boys when they visit your base?

GENERAL COSGROVE: We're going to teach them climbing, canoeing, archery, and shooting.

FEMALE INTERVIEWER: Shooting! That's a bit irresponsible, isn't it?

GENERAL COSGROVE: I don't see why, they'll be properly supervised on the rifle range.

FEMALE INTERVIEWER: Don't you admit that this is a terribly dangerous activity to be teaching children?

GENERAL COSGROVE: I don't see how. We will be teaching them proper rifle discipline before they even touch a firearm.

FEMALE INTERVIEWER: But you're equipping them to become violent killers.

GENERAL COSGROVE: Well, Ma'am, you're equipped to be a prostitute, but you're not one, are you?

The radio went silent and the interview ended.

No robe: al Estado no le gusta la competencia

Roberto Cachanosky © www.economiaparatodos.com.ar

La vorágine impositiva, la corrupción, el clientelismo y el despilfarro de los fondos públicos caracterizan a una Argentina en donde la trampa y el saqueo han reemplazado a la cultura del trabajo y del esfuerzo.

Los escándalos de corrupción que surgieron en los últimos tiempos en la Argentina hubiesen hecho caer al gobierno de cualquier país medianamente organizado. Y si el gobierno no hubiese caído, seguramente se habría visto en serios problemas, con renuncias de funcionarios relevantes y magros resultados electorales. Sin embargo, pareciera ser que, si bien la gente repudia casos como los de Skanska, la bolsa de plata de Micelli, las valijas de Antonini Wilson o tantos otros que podríamos nombrar, decía, si bien la gente parece repudiarlos, es como si los aceptara como un dato de la realidad. No los aprueba, pero tampoco sale a hacer marchas por la calle para repudiar semejantes cosas. Evidentemente, el argentino se ha acostumbrado a ciertas reglas de juego perversas y solo se produce alguna reacción social de envergadura cuando a la gente le meten la mano en el bolsillo –como fue el caso del corralito– o cuando se produce algún estallido inflacionario.

Los argentinos nos hemos acostumbrado a vivir bajo reglas tramposas donde todo es cínico y mentira.

Los gobiernos nos expolian con impuestos hasta niveles insospechados. Esas delirantes cargas tributarias siempre son presentadas como impuestos que tienen que cobrarse en nombre de la justicia social, sin embargo, todos saben que ni el dinero va a parar a los destinos sociales que dicen asignarse, ni la gente paga todos los impuestos que tiene que pagar. Salvo en contados casos el contribuyente paga todo y es cuando éste tiene una alta exposición pública o por la envergadura de la empresa se hace imposible evadir.

Desde el punto de vista fiscal todo es una mentira. Los impuestos son confiscatorios y distorsivos, la plata que se recauda se pierde en los pliegues de una burocracia que tiene que sobrevivir a cualquier costo, cuando no se destina a financiar actos de corrupción o clientelismo político. La información que acaba de dar el nuevo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre los ñoquis que descubrieron, es solo un pequeño botón de muestra de lo que son la administración pública nacional, provinciales y municipales en Argentina.

La creencia popular es que la economía de mercado es igual a la ley de selva, según la cual unos se matan a otros para sobrevivir. La realidad es que las reglas que imperan en la Argentina, que lejos están de ser las de una economía de mercado, son justamente equiparables a la ley de la selva en el que el más fuerte se devora al más débil o, si se prefiere, donde impera el salvajismo más atroz fruto de la omnipresencia estatal.

Proteccionismo, subsidios de todo tipo, dirigentes sindicales que usan la amenaza como forma de “conquistas” sociales, piqueteros con fuerzas de choque, dirigentes políticos que pueden formular las declaraciones más descaradas sin que se les mueva un pelo mientras usan el dinero de los contribuyentes para establecer sus esquemas de poder, gente que se siente con derecho a que otro le pague la vivienda sin explicar porqué el otro tiene esa obligación, pedidos para que se creen bancos que le den créditos baratos a determinadas empresas. En definitiva, los argentinos nos acostumbramos a vivir bajo un sistema que en vez de crear riqueza la destruye. Vivimos, como dije en otra nota, en un saqueo generalizado y, lo peor, es que un gobierno atrás de otro ha estimulado ese sistema de vida, siendo el Estado, obviamente, parte del saqueo, cuando no el que lidera el saqueo.

En la selva, unos animales matan a otros por hambre. En la Argentina, unos matan a otros, económicamente hablando, por codicia y poder.

Causa indignación escuchar a algunos recaudadores de impuestos formulando discursos sobre la inmoralidad de no pagar los impuestos, mientras la corrupción y el despilfarro de los fondos públicos es cosa de todos los días. ¿Con qué autoridad moral se exige tanto cumplimiento impositivo si el Estado despilfarra descaradamente los impuestos y, encima, se da el gusto de no informar sobre cómo los gasta? No hay comportamiento más inmoral que el de quitarle el fruto del trabajo a la gente para despilfarrarlo en subsidios, prebendas, corrupción y burocracia, gracias al monopolio de la fuerza que detenta el Estado. A la nuestro país le cae como anillo al dedo aquella vieja frase que dice: No robe. Al Estado no le gusta la competencia.

La Argentina debe ser uno de los pocos países que, de la noche a la mañana, mediante fabulosas transferencias patrimoniales, transforma a pobres en ricos y a ricos en pobres. Pocos son los que esperan construir su futuro en base al fruto de su trabajo. Más bien, cada uno aprovecha los bruscos cambios de precios relativos para acaparar una fortuna, la cual, si no es precavido, puede perderla en la próxima crisis. Todos aprovechan el momento y mañana verán.

Como el objetivo básico no es crear riqueza, sino apoderarse del trabajo de los otros, y todos sabemos que ésa es la regla, no podemos esperar otra cosa más que continúe esta larga decadencia que venimos padeciendo. Y esto seguirá así hasta que se produzca la próxima crisis económica. Puede ser que en ese momento recuperemos la cordura y, de una vez por todas, dejemos la trampa y el saqueo de lado y adoptemos la cultura del trabajo y el esfuerzo como forma de vida. Claro que, el primer ejemplo mostrando el nuevo camino deberá venir desde los gobernantes.

Lo que todo buen país bananero tiene que tener

vía No me parece de Jose Benegas el 17/01/08

Vamos cerrando el círculo para cumplir nuestro destino frutero. Infaltable una presidencia que se enriquece, se enriquece y se enriquece sin parar y a la luz pública. Eso sirve para que en el próximo gobierno se muestre “lo que el pueblo sufrió” durante el kirchnerismo al que nadie votó. Y eso que La Nación tomó valores fiscales, que si no.

Fundamental exhibir los curros demostrando haberse adueñado por completo del país y que al mismo tiempo algún amanuense se haga un poco el comunista para que se entretengan los idiotas.

Y lo otro indispensable es prometer alguna forma de paraíso mientras avanza el infierno.

Parece que están estudiando cómo hacer funcionar el tren bala a pilas. Ya se, me van a decir que la señora algo tiene que hacer mientras su marido gobierna, pero me parece que sería más barato si saliera de compras.

En fin, todo sea por ese mundo mejor con el que soñaban Bonasso, Verbitsky, Bonafini y los Kirchner (incluyo a Floppy y Máximo, obvio).

El groncho realista


El gronchaje de clase media tiene demasiadas aristas y como es un campo de estudio que conocemos bien, por pertenecer a él, habrá que segmentarlos para su mejor comprensión. Hay un personaje despreciable del que debemos cuidarnos: El Groncho CM Realista.

Para él todo hay que "bajarlo a la realidad" como si ese fuera un movimiento espiritual deseable. El Groncho CM Realista tiene gran parte de la "cultura" nacional de su lado. Hay un movimiento que lo apoya, glorifica y ensalza. Las películas y libros de hombres comunes, de antihéroes, de perdedores, tienen mayor audiencia que las de tipos que se la juegan.

Desprecia y teme a la figura del héroe. Cuando puede dice que los verdaderos héroes son los "millones de personas anónimas que hacen grande este país", como si lavar ropa, cocinar todos los días o tomarse el colectivo para ir al trabajo fuera una actividad heroica. Son los que confunden la constancia con la heroicidad. Rechazan la complejidad y lo que se sale de la regla. Desprecian al que levanta la voz en la cola de un Banco, en el aula de la facultad, en una reunión de consorcio o en una asamblea de trabajadores.

No entiende que el héroe es el que se la juega, no el que no le queda otra. Este hombre vulgar es de los que van al casino y juegan a negro y colorado, a par e impar, a primera, segunda y tercer docena. El Groncho realista practica desde chico denunciando a sus compañeritos de aula o diciéndole a la chica que nos gusta que no somos un buen partido. Luego, en la universidad, la oficina o la fábrica son los "ojos y los oídos del jefe".

Son los que tratan de evitar la aventura, el riesgo y la sorpresa; y es la voz que siempre está allí para recordarnos que "mejor hubiera sido no hacer nada". La mediocridad, en ellos es una virtud. Dice que los buenos años ya van a venir. Reivindica su derecho a elegir mal. Por eso había que "apoyar a Videla hasta que ordenara el país" o "esperarlo a Alfonsín a que pudiera hacer las cosas".

Su regodeo por la vulgaridad amenaza las mismas bases que han hecho grande a este país. La apuesta a doble o nada cuando el Rey de España estaba preso de Napoleón, o cuando un hacendado salteño juntó al paisanaje para que los Godos no pasaran por el norte mientras otro loco se iba de gira a Chile y Perú, son, en esta cultura del Groncho Realista "cosas que hay que pensar bien antes de hacer".

Se emociona recordando a su abuelo inmigrante, pero él sería incapaz de dejar todo para seguir un deseo profundo, o al menos pasar tres días en carpa en la Laguna de Monte. Las añoranzas del G-Realista se miden en 32 pulgadas y vienen en Plasma o LCD. El no sueña con irse a vivir a una isla sirviendo tragos o vendiendo carnada para pescadores. Jamás haría algo que perjudicara su brillante carrera de cagatintas en esa repartición del Estado, en un consultorio o en su estudio jurídico.

No dona sangre porque puede contagiarse SIDA, no va a la cancha por miedo a los piedrazos, no habla con el vecino por temor a que abuse de su confianza, no presta la goma, la plasticola ni el transportador, porque su mamá no lo deja. Su único momento de gloria cívica fue en el 2001, pero luego se tranquilizó cuando de los $300 por semana, Cavallo autorizó retirar $500 de los cajeros.

Adhiere fervientemente a la visión antropológica de cultura. Por eso se jacta de contestar más de la mitad de las preguntas de Susana Giménez en el Imbatible, o saber la delantera de River del 75. Cualquier intento de excelencia es atacado bajo la condena de aburrido, inútil y sin sentido. Cree que El Principito es una joya de la literatura universal y Juan Salvador Gaviota está a la altura de Por quién doblan las campanas.

Hace culto al neutralismo, pero le preocupa qué opina el mundo de nosotros. Es de los que vuelven horrorizados de cómo somos vistos los argentinos en el extranjero. No se siente parte de nada ni comparte nada con nadie. Su vida es su casa y su patio el mundo. Su bandera es un billete de 20.

No busca que la Reina del Baile le de bola, se conforma con una que le cocine y ordene la casa; o el que puntualmente del uno al cinco le entregue su sueldo y una vez al mes la lleve a cenar afuera. La vida se le va entre delación y delación. Pero tendrá a sus hijos para que lo recuerden como una persona "honesta y trabajadora".

Por eso, como dice Alejandro Dolina, el Groncho Realista no cree que las "deudas de juego son sagradas"; y que se deben pagar con gusto; porque uno sabe que al menos arriesgó.