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Los impuestos: ¡son impuestos!

Adrià Pérez Martí

Uno de los argumentos que se emplean para tratar de justificar los impuestos es el llamado contrato social. Los ciudadanos pagamos impuestos voluntariamente porque se ha establecido un contrato por el que, a cambio, el estado nos presta unos servicios. Con esta idea se intenta enjuagar la carencia de raíz que acompaña a esta agresión otorgándole un aire de voluntariedad y libre asociación. Pero, ¿cuándo se ha firmado tal contrato? ¿Lo hice yo?

Evidentemente no existe tal contrato. Más bien al contrario, ante lo que verdaderamente nos encontramos es ante una concepción holista del mundo dominado por el constructivismo cartesiano ejemplificado en la expresión del destacado teorizante de la Revolución francesa, el abate Sieyès, que exhortaba a la Asamblea revolucionaria a “actuar como hombres justos saliendo del estado de naturaleza y reuniéndose con el propósito de firmar un contrato social”.

¿Estaba yo allí?, se preguntarán algunos. ¿Tuve la oportunidad de firmar tal contrato, apartándome y superando los primitivos y atávicos sentimientos del estado de naturaleza?

La verdadera naturaleza de los impuestos

Por Rod Rojas. (Publicado el 26 de abril de 2010)
Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/5214.

Realmente a nadie la gusta pagar sus impuestos. Pero como dice el viejo dicho sobre “muerte e impuestos”, hay una sensación de que los impuestos son tan legítimos e inevitables como la propia muerte. En su aceptación de los impuestos, mucha gente bienintencionada olvida que éstos violan nuestros principios morales más básicos.

Si han estado alguna vez en una guardería o en un parque donde juegan los niños, se habrán dado cuenta de que, aunque los chicos son demasiado jóvenes como para entender muchas cosas, ya tienen un sorprendente sentido de la justicia.

Quite un juguete a un niño que aún no pueda hablar una palabra y generalmente se encontrará con una clara protesta. En lo que respecta al niño, le ha robado su juguete, ha iniciado violencia, y por tanto es tiempo de llorar. El razonamiento del niño probablemente no sea tan sofisticado, pero ahí está la comprensión.

Los niños algo mayores sn incluso más asombrosos. Entienden que hay violencia ilegítima (cuando se roban juguetes), pero también entienden que existe asimismo una violencia legítima, que se produce cuando el niño víctima se dirige al ladrón y recupera su juguete. Lo asombroso es lo normal es centrarse en recuperar el juguete en lugar de castigar al agresor. El castigo es un concepto que aprenden más tarde, probablemente de nosotros.

La iniciación de violencia es el acto de un agresor contra ti o contra tu propiedad. Puede realizarse mediante violencia real o intimidación, porque la mera amenaza de violencia es un acto de violencia en sí mismo. Un buen ejemplo sería un ladrón que te apunta con un arma para quedarse con tu cartera sin apretar el gatillo. Otro ejemplo menos evidente es la forma en que el gobierno se queda con nuestro dinero. Decir que los impuestos son una forma de robo puede parecer un poco exagerado, pero rechaza pagar tus impuestos y acabarás en la cárcel. Rechaza pagar tus impuestos a la propiedad y verás quién es realmente el propietario de tu casa.