América vuelve a la rebelión

Hace varios meses fui a desayunar con un amigo norteamericano y vi que se había traído un libro. Era un tomo grueso y estaba escrito por una tal Ayn Rand. No me sonaba nada en absoluto a pesar de que estoy más o menos al día de la literatura norteamericana.

Es el libro que está leyendo mucha gente en EEUU”, me dijo. Algo así como una biblia de descubrimientos político-sociales.

La historia es una especie de relato de ciencia ficción económico pues trata de la futura decadencia de Estados Unidos debido a que el estado se mete en la vida de todos, regula todo, administra todo. E impone impuestos por doquier.

Hartos de que les estén apretando la garganta, un grupo de empresarios abandona las ciudades y se refugia en las Montañas Rocosas. Están liderados por un empresario llamado John Galt. Poco a poco, el país se va apagando y consumiendo por falta de actividad comercial, hasta que ese ejército de empresarios abandona sus cuevas y asalta Wall Street. Con ello quieren demostrar que sin empresarios, sin emprendedores, cualquier país se arruina.

La escritora y filósofa Ayn Rand.

El libro se llama “La rebelión de Atlas” (Atlas shrugged, cuya traducción literal es “Atlas se encogió de hombros”), y fue uno de los libros más populares en EEUU en los años cincuenta. En los años 80 se preguntó a los norteamericanos cuál era el libro que más les había influido y mencionaron la Biblia, y a continuación, “La rebelión de Atlas”.

La autora es Ayn Rand, seudónimo de Alissa Zinovievna Rosenbaum. Nació en Rusia en 1905. Al llegar la Revolución, su padre sufrió la expropiación de la farmacia. Desde entonces, Ayn Rand odió todo lo que tenía que ver con estatalismo, marxismo y comunismo. Estudió Filosofía a Historia en la Universidad de San Petersburgo, luego Leningrado, y en 1925 consiguió salir con su familia e instalarse en EEUU.

Sus intereses la llevaron a Hollywood (le apasionaba el cine y ya había escrito guiones), y allí desarrolló buena parte de su faceta de escritora. Apreciaba de EEUU el individualismo, el sentido de la aventura, la libertad para desarrollar negocios, todo lo cual le hizo madurar una filosofía llamada Objetivismo, basada en que el individuo debe escoger con la razón su propio destino. Rechazaba el colectivismo, el socialismo y por supuesto, todo lo que viniera de la Unión Soviética.

El libro que mencionaba mi amigo es un canto a ese espíritu libertario, a medio camino entre el individualismo y el anarquismo.

El caso es que el libro se ha puesto de moda en EEUU entre los círculos republicanos, mejor dicho, entre los republicanos radicales que se han agrupado alrededor de este nuevo movimiento llamado el Tea Party. Suena como una fiesta con galletitas y señoras mayores pero el Tea Party (Partido del Té) vendría a ser algo así como lo que para España fue el Motín de Aranjuez, cuando un montón de ciudadanos se rebelaron en 1808 contra Godoy, el ministro universal del rey Carlos IV, a quien acusaron de traicionar España y de ser el culpable de la invasión francesa. Fue el inicio de nuestra Guerra de Independencia. Palabras como nación, independencia y España surgieron con mucha fuerza desde entonces.

Norteamericanos de 1773 disfrazados de indios asaltan barcos de té.

Para los norteamericanos eso fue el motín del Té en 1773. Los ingleses les estaban poniendo impuestos cada vez más elevados por cualquier cosa, desde periódicos hasta naipes. Y esos impuestos no iban a sus gobernadores locales sino directamente a Londres. Y llegó un momento en que se aprobó poner impuestos a la importación de té. Sublevados por tanto impuesto (el imperio inglés pretendía con ello sufragar los gastos de sus tropas, su burocracia, etc), los locales crearon el Boston Tea Party un movimiento contra los abusos de la metropoli. En 1773, disfrazados de indios mohawk, se infiltraron en los barcos que traían cargamento de té de las indisas orientales, y lo echaron todo al agua. Los ingleses respondieron con leyes opresoras, y cerrando el puerto de Boston. Tres años después estalló la Revolución Americana.

Bueno, pues Sarah Palin, la que fue candidata a la vicepresidencia de EEUU por el Partido Republicano, así como un montón de republicanos “hard core” (no sé si llamarlos así), se están reuniendo periódicamente alrededor de este Tea Party para unir sus voces de descontento tanto por lo que está haciendo Obama, como por lo que no está haciendo el Partido Republicano. Rebelión contra el sistema, contra el estado, contra los impuestos, contra aquellos que les quieren imponer una forma de vida no auténticamente americana. Y contra los miembros de su partido que no hacen nada.

Son locuaces lectores del libro de Ayn Rand.

Todos ellos quieren detener la marea de los impuestos, o los gravámenes a sus propiedades. El movimiento tiene pinta de tomar velocidad pues hace poco hubo un caso que levantó las iras de estos nuevos rebeldes. El ayuntamiento de New London (New Hampshire) se propuso expropiar terrenos y edificios con la excusa de hacer inversiones y crear empleo. Una de las expropiadas fue Susette Kelo, que interpuso una demanda, pero la perdió tras una votación de nueve jueces, a pesar de que las encuestas demostraban que más del 80% de la población se oponía a esa expropiación. (Si son ustedes abogados, aquí tienen el link).

La reacción del pueblo fue tan virulenta que amenazaron con invadir unas instalaciones agrícolas de uno de los jueces “traidores”, para convertirlas en el “Hotel de la Libertad Perdida” y poner por doquier ejemplares del libro de Rand “La rebelión de Atlas”.

El caso me recuerda la ampliación al mar que el gobierno valenciano quiere hacer de la avenida Blasco Ibáñez, expropiando y derrumbando casas modernistas de principios del siglo XX, lo cual ha suscitado tanta ira popular. Curioso es que aquí la Justicia paralizado por ahora la obra dando la razón al pueblo. (Todavía no hay sentencia definitiva).

Bueno, todo esto es para que sigan la pista a ese libro, a esa autora, al Tea Party y a la nueva rebelión americana, que como siempre, parte de una rebelión económica: no más impuestos, no más estado hinchado, no más malgasto público.

Ah, se me olvidaba, ¿sabían por qué Felipe II envió al Duque de Alba a los Países Bajos? Le envió para que les clavara unos impuestos, pues los neerlandeses estaban en déficit presupuestario. Como no les gustó, los ciudadanos se rebelaron y por eso el Duque tuvo que cortar algunas cabezas. Dicen que cien mil o así.

Detrás de los grandes terremotos de la historia siempre hay una razón económica. Suelen ser los impuestos.

Memorias del Viejo

by Verónica Alonso

Hace muchos años en Cañuelas, un pueblito de la provincia de Buenos Aires (en ese entonces era un pueblo) funcionaba la única empresa que fabricaba placas radiográficas de Sudamérica, abastecía a hospitales, clínicas e incluso exportaba dichas placas a países vecinos.

64 empleados. En ese entonces, para un municipio que no llegaba a los 15.000 habitantes (muchos de ellos rurales y que vivían de la industria láctea) 64 familias vivían de esa fábrica. Nada mal dentro de todo. Y andaba bien. Podríamos decir que era una empresa floreciente. Prometedora.

Claro, una fábrica en donde se trabajaba casi a oscuras, ¡si era un gran laboratorio fotográfico!

Y se metió el sindicato. Paros, conciliaciones, vuelta al paro, vuelta a la fábrica, otro paro… y así.

Por mejoras salariales, las condiciones laborales, que horas extras, que no horas extras, que la oscuridad, un sinfín de reclamos. Un año más o menos de conflictos. Las entregas que no se cumplían a tiempo, los clientes que se quejaban. Al dueño, un alemán grandote y pelirrojo lo tenían loco los del sindicato.

Un día, en uno de esos paros, en que los del sindicato y el dueño llegaron a un acuerdo, era un aumento por las horas extras trabajadas o algo parecido, ahora no lo recuerdo muy bien, pero era algo que se podía haber hablado sin llegar a parar la fábrica.

Al final, cuando se levantan de la mesa, el dueño les dice a los dos delegados: ─ Esta es la última.

Los dos delegados lo miran socarronamente y le dicen─ ¿La última? Eso vamos a verlo…
Y se marcharon burlándose por lo bajo y codeándose entre ellos.

Al mes otro paro, el alemán desahuciado les pregunta: ─ ¿Y ahora por qué?

─ Con usted no es nada jefe, el paro es para solidarizarnos con los trabajadores de
La Martona (una lechería que se fundió también hace años)

─¿Y qué tenemos que ver nosotros con La Martona?

─ Imagínese jefe, tenemos que solidarizarnos…─ Y se marcharon parando la fábrica.

Ese mismo día, a las 17:50, diez minutos antes de que cerrara el correo salieron de la fábrica 64 telegramas de despido.

Se indemnizó a cada uno de ellos. En menos de una semana fue desmontada la fábrica y el alemán se esfumó de la historia de Cañuelas. Dijeron al tiempo que se había establecido en Brasil, pero vaya uno a saber si es cierto.

Hoy pasas por ruta 3 y la 205 y vas a ver un tenedor libre abandonado que se llama "El castillo”, eso era la fábrica, o lo que quedó de ella. Al principio eran paredones, después que cerró, un día le abrieron esas aberturas que tiene ahora y creo que pusieron una usina láctea, pero tampoco prosperó.

Lo miré unos segundos en silencio y al fin exclamé ─¡a la flauta! ¡este alemán se mandó la rebelión de atlas solito!

─¿Qué?

─ Nada, nada.