Preguntas tontas

por Carlos Mira

El análisis político, cultural, sociológico y económico ya no alcanza para explicar el grotesco destino de la Argentina. Ni siquiera el sentido común puede dar respuestas diferentes a lo que es ya obvio para todos: vamos rumbo a una explosión.

Cuando las dificultades que parecen no encontrar fácil explicación arrecian, es muy habitual que, con toda naturalidad, se intenten análisis profundos tratando de encontrar las raíces mismas de los problemas. La combinación de la sociología y de la economía son aquí muy útiles cuando se sigue este camino porque ambas entregan los elementos culturales y técnicos que desnudan las falencias, que le ponen una lente de aumento a las groserías y que finalmente explican la génesis y la evolución; las causas y los efectos de los problemas.

Pero llega un punto en que esos caminos se agotan. No porque no estén al alcance de todos –el sentido común promedio, suele aflorar, finalmente, en algún momento. La cuestión es que a partir de un momento ocurre que, precisamente desde los puntos de vista sociológico y económico, todo ha sido dicho. Ya no queda más nada por explicar. Los disparates han sido tan groseros y las líneas culturales que no supimos cambiar han sido tan expuestas por los intelectuales y los economistas, que los análisis sesudos ya no alcanzan para discernir si el país finalmente encontrará alguna salida.

Cuando se llega a esos puntos de desasosiego; cuando el sentido común promedio al que aludíamos recién, ha sido ampliamente superado; cuando delante de todos se cometen las más variadas tropelías sin que ningún resorte del Estado de Derecho actúe o tenga siquiera alguna oportunidad de ejercitarse; cuando las libertades se ponen en peligro; cuando los derechos pueden conculcarse alegremente por el mero ejercicio de la fuerza física, todos los análisis racionales no sirven para nada. La hombría de bien que se necesita del otro lado para que un acto de bienintencionada docencia surta efecto, lisa y llanamente, no existe. Es hablarle a la pared.

Pero ello no nos exime de nuestras propias dudas sobre el futuro común, porque el país es de todos y todos abrigamos en algún lugar la esperanza de un cambio en el sentido positivo.

Y es en esos momentos en que los análisis racionales han sido superados pero las dudas continúan, en que hay que olvidar todo lo que uno estudió y todas las fuentes en las que abrevó su educación, para volver a hacerse las preguntas tontas de toda la vida; el planteo de las más absolutas obviedades para que, de repente, todo se aclare, todas las dudas se disipen y un horizonte claro y cristalino se abra delante de los propios ojos.

¿Cuándo, me pregunto tontamente, un prepotente llegó alguna vez a alguna parte?, ¿cuándo haciendo las cosas mal se consiguió un buen resultado?, ¿cuándo haciendo las mismas cosas se obtuvieron resultados diferentes?, ¿cuándo el odio y el resentimiento sirvieron para estimular el progreso?, ¿cuándo de la agresividad se obtuvo la concordia?, ¿desde cuándo la amenaza puede ser un sistema de relación entre las personas?

Todas estas preguntas tienen la misma respuesta. Esa respuesta contiene una sola palabra: nunca.

De repente, aun cuando sea para perder toda esperanza de que por este camino el país pueda evitar otra catástrofe, todas nuestras dudas han desaparecido. Las respuestas a las más básicas preguntas que la mayoría de nosotros –con el idioma adecuado a esa edad- aprende en el jardín de infantes, son suficientes para saber que la Argentina se dirige inexorablemente a una explosión.

Lamentablemente todos saldrán maltrechos de ella. El gobierno K dirigió al país a una encrucijada innecesaria y, de paso, perdió, entre insultos y burradas, una histórica oportunidad de hacer lo que hicieron Brasil y México, recientemente y con mucha mayor anticipación Chile. Llevó al país a una insólita alianza con lo peor de América Latina y tuvo éxito en que el mundo leyera ese mensaje con nítida corrección. Hoy la Argentina es sinónimo de Bolivia, de Chavéz y de Ecuador. No digo esto con ánimo despectivo hacia esos países: siento por la buena gente de esos pueblos la misma pena que por el nuestro.

Ojalá que Dios que supo ser argentino, aunque, como dice Malú Kikuchi, se nacionalizó australiano hace unos 70 años, se apiade de un país al que le entregó todo y no le devolvió nada.

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Amenazas a Jose Benegas

Que no te acepten la registracion de un dominio puede ser una anecdota, patetica, pero anecdota al fin.
Pero cuando las cosas se comienzan a poner mas pesadas hay que superar la incredulidad...

Y encima amenazas
posted by Jose Benegas in April 18th, 2008
in Política Tags: amenazas, libertad de expresion

Acabo de recibir un lindo llamado anónimo en mi teléfono de línea que muy poca gente conoce y no figura en guía con una grabación y el mensaje: “¡Fuiste!”

Así que si en los próximos días “voy” por favor alguien que se encargue de organizar el club de lectura.

Como todo gobierno de gente que lucha por un mundo mejor, comenzó la necesidad de deshacerse de los que no comprenden los beneficios de este paraíso.


No me parece.

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Confesiones y disparates de Randazzo

By Jose Benegas

Las entidades agropecuarias denuncian los habituales aprietes del policía del comercio Guillermo Moreno y la respuesta del ministro del interior es la siguiente:

“Lo que defiende (el secretario de Comercio Interior) Guillermo Moreno es la posibilidad de que no se disparen los precios de la carne. Esa es la discusión que se está dando y a la que el Gobierno no está dispuesto a renunciar, porque se trata de cuidar el bolsillo de todos los argentinos”

No hace el más mínimo amague de negar los aprietes. El ministro del interior, se limita a invocar razones para utilizar la extorsión. En esto consiste el “estado de izquierdo” del kirchnerato.

La década del dos mil será recordada como la del cualquiercosismo. Después agrega un señor que llegó a ministro del interior que “”no vamos a permitir que la gente se quede sin comer carne porque a alguien se le ocurre que su rentabilidad está por encima del derecho de los argentinos a tener precios lógicos para un país que es uno de los principales productores de alimentos del mundo”

Si hubiera un derecho a tener un precio lógico y si los precios lógicos existieran, este gobierno que nos trajo de nuevo la alta inflación debería estar todo en cana. La gran falsedad económica del planteo reside en sostener algo que justificaría bochar a un alumno de colegio secundario: que la rentabilidad depende de aumentar precios. Vaya, ni siquiera ha descubierto la revolución industrial.

Y la falacia moral es la de decir que los argentimos “tenemos derecho a comer carne” porque “somos grandes productores” de ese producto. Los argentinos no producimos carne señor, los que la producen son los criadores de ganado. Y nos hemos venido beneficiando todos con que lo hicieran a precios excelentes hasta que llegaron ustedes promoviendo el corralito cambiario y su correlato que es la inflación.

Los gritos desde la tribuna no cambian la realidad

Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky

Cuando un modelo se agota y entra en cuenta regresiva, los discursos no modifican el escenario. Eso sólo es posible con un cambio de políticas.

¿Quién puede invertir en un país en el cual su presidente da cuatro discursos en una semana, todos ellos cargados de amenazas, descalificaciones, contradicciones y temas que no tienen nada que ver con los problemas reales de la gente (por ejemplo, como mencionar al golpe de Estado 1976 mientras se habla de las retenciones al campo)? ¿Quién puede invertir en un país en el cual el representante de las fuerzas de choque del gobierno es sentado en un sitio de honor junto al presidente luego de haber usado la fuerza bruta para agredir a quienes piensan diferente? ¿Quién puede invertir en un país en el cual el titular del Ejecutivo, en vez de buscar las soluciones a los problemas, convoca a un acto de apoyo a su gestión y crea una escenografía de cartulina para tratar de convencer a la gente de que cuenta con el apoyo popular? ¿Quién puede invertir en un país donde el esposo del primer mandatario lanza sus tradicionales diatribas y luego habla de amor y de diálogo? ¿Quién puede invertir en un país en el cual el secretario de Comercio se cree un iluminado que puede exigirles a las empresas a qué precios tienen que vender y qué rentabilidad tienen que obtener de sus inversiones?

Más aún, ¿quién puede invertir en un país en el cual se confunde el voto popular con la vigencia del Estado de Derecho? Porque Cristina Fernández de Kirchner y su marido insisten con que en octubre pasado fueron apoyados con el 46% de los votos. Dejando de lado el porcentaje real, lo que el kirchnerismo parece no entender es que haber conseguido la mayoría de los votos no significa tener la patente de monarca que puede hacer lo que quiere con el monopolio de la fuerza que se le delegó. Tener una mayoría circunstancial no habilita a un presidente a pasarle por encima al orden jurídico preexistente.

Es ese desprecio por el orden republicano y el Estado de Derecho que tienen los Kirchner (recordemos, por citar un caso, que Néstor, siendo abogado, dijo que Luis Patti tiene que demostrar que es inocente ante la Justicia, cuando hasta un chico sabe que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario) es lo que hace que en Argentina no reine el orden jurídico, sino el capricho del gobernante de turno. Y en los países en los que no reina el orden jurídico, la imprevisibilidad en la conducta de sus gobernantes hace que pocos piensen en invertir.

El ejemplo más claro al respecto lo ha tenido la empresa Techint, que invirtió en Venezuela en una importante planta siderúrgica que, ahora, el monarca de turno le ha confiscado. Este hecho debería servir como advertencia para muchos empresarios que prefieren las regulaciones, los subsidios y las reservas de mercado a la competencia. Cuando una empresa basa sus ganancias en este tipo de medidas, pasa a ser totalmente vulnerable a los caprichos del burócrata de turno. En cambio, en un sistema basado en la competencia y en el Estado de Derecho, la solidez de una empresa se basa en la capacidad de sus directivos para ganarse el favor de los consumidores. No dependen de la resolución de un burócrata para sobrevivir, sino de su propia capacidad de innovación para permanecer en el mercado. Techint ha sido víctima de la ausencia del Estado de Derecho y de la falta de una justicia independiente. Ha sido víctima de los caprichos de un señor que cree que los votos le dan derecho a hacer lo que quiere.

Como, lamentablemente, el rumbo que ha tomado Argentina es el de la arbitrariedad en las reglas de juego y el de las decisiones caprichosas y alejadas de un gobierno limitado, nuestras posibilidades de crecimiento están cercenadas porque, como decía antes, nadie pone su dinero en un país en el cual sus máximas autoridades, en vez de transmitir equilibrio y serenidad, gritan como desaforados desde la tribuna política ante auditorios especialmente convocados para aplaudir frente a las cámaras de televisión.

El problema es que esos aplausos de utilería no pueden evitar la realidad que tenemos por delante. ¿Cuál es esa realidad? Una inflación que tiende a descontrolarse, una crisis energética que sigue agravándose, un sector productivo que clama por un tipo de cambio más alto sin especificar cómo conseguirlo sin más inflación, una maraña de subsidios que lleva a que se dispare el gasto público, problemas de abastecimiento, ausencia de crédito a tasas pagables, escándalos de corrupción que fueron transitoriamente tapados por el escándalo del impuestazo al campo. Y, como frutilla del postre, una deuda pública que ya ha superado a la que teníamos en 2001 antes del default, a pesar de la declamada política de desendeudamiento.

Poco importa si el campo vuelve o no a las rutas de no llegarse a un acuerdo con el Gobierno. Cuando la economía está fuera de control cualquier elemento puede ser el disparador de una crisis. Dicho en otras palabras, las crisis no se producen porque sí, sino que son la acumulación de una serie de errores que, en determinado momento, derivan en un estallido. Y este Gobierno, en 5 años, ha acumulado errores en cantidades industriales.

¿Qué podemos esperar los argentinos en el mediano plazo? Un escenario posible es que los Kirchner giren 180 grados en su política. Tanto en el respeto por el orden jurídico como en lo económico. Luego de escuchar el discurso de Néstor de la semana pasada, este escenario tiene muy bajas probabilidades de ocurrir.

El segundo escenario consiste en seguir en el mismo rumbo y continuar poniéndole parches a un globo que ya está agujereado por todos lados, mientras recrudecen los agravios, las descalificaciones y las amenazas. Veremos cómo se inventan nuevos enemigos de la Argentina para quitarse de encima la responsabilidad del creciente deterioro y malestar popular. Y cuanto más se complique el escenario, más agresividad vamos a ver y más enemigos se van a inventar.

En términos económicos, no podemos esperar otra cosa que más regulaciones y controles, con inflación creciente y un dólar que todos comenzarán a ver como barato. Los dirigentes sindicales exigirán más incrementos salariales y las empresas observarán cómo se derriten sus utilidades.

Es posible que, en el corto plazo, asistamos a un aumento del consumo porque la gente huirá del dinero y comprará bienes antes de que suban de precio. Este comportamiento acentuará la inflación.

Como el kirchnerismo se declara a sí mismo heterodoxo, utilizará todos los instrumentos represivos que tenga a mano para intentar controlar las contradicciones del modelo. Si mañana desdoblaran el mercado de cambios, no me sorprendería. Lo que tenemos que esperar es que pueda aplicarse cualquier medida, por más represiva e ineficiente que sea, para tratar de sostener un modelo que agoniza.

Todos sabemos, y la mayoría de la gente lo intuye, que el modelo entró en cuenta regresiva. Y cuando un modelo se agota, los gritos desaforados desde las tribunas no conseguirán cambiar la realidad. © www.economiaparatodos.com.ar

¿Deber del periodismo?

Ayer en la reunión de ADEPA se trató la actitud del gobierno con la creación del observatorio de medios. Las alarmas son tardías pero bienvenidas sean igual. Pasamos varios años en que entre vendidos y temerosos los delirantes en el poder podían hacer cualquier cosa con los medios y con los periodistas, desde el escándalo de Julio Nudler a esta parte, sin ninguna consecuencia ni grandes declaraciones de principios como las que ocurrían años antes ante cualquier roce con el poder. Si una sobredosis de kirchnerismo, que por si mismo es una sobredosis, sirvió para despertar la dignidad general, al final tendremos que agradecerle al gobierno los servicios prestados.

Se dijo ayer que el periodismo debe ser crítico del poder. Tal vez habría que precisar mejor y decir que es mejor que sea crítico en función de su calidad, porque lo importante para que haya libertad de expresión es que el motivo por el que el periodismo es crítico cuando lo es, no es ningún deber, sino un simple querer. El periodismo crítico cuando hay libertad de expresión es crítico porque se le canta. Y cuando es oficialista si lo es también porque quiere, aunque su calidad baje, es su problema (y si se vende la cuestión es otra).

Se cae rápido en visiones comunitarias y tan negadoras de la libertad de expresión como quiere el gobierno y como señaló esa resolución nazi de la Facultad de Ciencias Sociales. La expresión no es algo que pueda ser controlado por el poder, pero tampoco algo que se le deba ni a la sociedad ni a personas en particular. Es una facultad del individuo sólo determinada por su voluntad y mientras no viole derechos de otros. Esa deformación viene del equívoco de afirmar que existe un “derecho a la información”, que fue la base teórica de la resolución totalitaria que inspira al “observatorio” cuya contrapartida es que la prensa tiene que informar “la Verdad”. Esa óptica le da al gobierno la autoridad para velar por “la Verdad” que se le debería al público. Por esa vía la libertad de expresión está muerta.

Se puede decir de dos formas. Una que la función de la prensa no es decir la verdad sino decir lo que quiere sin afectar derechos de otros. O simplemente decir que libertad de prensa significa que no existe tal cosa como una función de la prensa. Si un medio no da buena información en ese contexto será un problema entre él y sus clientes pero no hay ningún problema social en juego. No se le deben explicaciones al poder por lo que se dice. Y por supuesto el gobierno tiene derecho a discutir lo que se dice de él pero en ningún caso es policía de verdad alguna.

En la pluralidad de opiniones y en la libertad de informar cómo se quiere lo que se quiere está la única garantía disponible de que el público puede estar informado mejor. En ese riesgo de comprar cualquier versión equivocada y en esa responsabilidad personal por seleccionar lo mejor que haya disponible se encuentra el secreto para una sociedad mejor informada.

Así como no es un gendarme el que consigue que tengamos la mejor licuadora sino la libertad de unos de producirla como quieran producirla, incluso mal y la oportunidad que significa elegir la que quiera el consumidor; tampoco es un gendarme el que nos asegura la mejor información. El gendarme es encima el menos indicado para cumplir ese trabajo porque tiene más intereses que nadie en condicionar lo que se dice.

Un caso particular es el de las agencias oficiales, como Telam por ejemplo. Se trata de un organismo pagado por los contribuyentes y por tanto la relación cambia. Su actuación en los últimos años nos puede servir para ver a dónde nos llevarían los controladores kirchneristas.

El resultado de esa libertad no es que tenemos un periodismo genial que es la promesa de los que quieren guardianes de la “Verdad”, es que obtenemos lo que cualquier persona madura sabe que puede obtener en la vida de relación: lo mejor según el leal saber y entender del que actúa y siempre sujeto a rectificación. Los paraísos en la tierra, como sería el de la “información veraz” garantizada por “observatorios” y guardianes de la antidiscriminación tienen un solo resultado, que es el que obtienen las personas inmaduras en su vida de relación: el infierno en la tierra. Casi siempre lo prometen los peores y no es casual.

Via No me parece

Con claridad. Demócratas. (Progresistas les decimos aca)



Via, of course, Pacho.

Miente, miente que algo quedará…

Involucrado en una de esas discusiones que la guía popular aconseja evitar, me encontré anoche durante el cumpleaños de una amiga... Escuche campo, delia, presidenta, y no pude contenerme…

Se debe haber bajado por alguna línea oculta la idiotez argumental con que defensores de lo indefendible pretenden justificar el robo y el bienestar de los operadores de esas líneas.

Escuché con vergüenza ajena como nos decías, con el imposte de voz del experimentado, que el símbolo delia nos daba miedo porque no teníamos experiencia combativa… Que si hubiéramos visto bajar a la gendarmería y a la policía para echarte de una manifestación, esto no te daría miedo… Que la única diferencia entre este y los otros gobiernos es que los otros gobiernos utilizaban una fuerza legal, pero que ahora –una cuestión de estilo político- se utilizan fuerzas parapoliciales… Me quede pensando quien fue el irresponsable que fir-mó la entrega de tu titulo de abogado. Luego, de madrugada, lloré por la impotencia cuando me enteré quien había sido.

Escuche después, sorprendido por la estupidez de la técnica semántica y ya levantando pre-sión, como nos querías hacer entender que el verdadero peligro estaba en esas “viejas pa-quetas” que esgrimían cacerolas o tocaban bocina de autos ultimo modelo. Nos querías for-zar a recordar de manera trágica como había quedado el país luego de un hecho similar en el 2001. ¿Será que estarás creyendo que todos somos de esos que nos juntamos a alabarnos mutuamente por nuestra “cintura” o que el vino y el asado que disfrutamos el fin de semana siempre lo pagó alguien mas?

Claro, los símbolos que a mi me atemorizan a un peronista disfrazado de tolerante maestro ciruela le causa vergüenza… Por supuesto, utilizando la retórica oficial del yuyito que crece solo, la dualidad patológicamente bipolar de lo bueno o lo malo, la estupidez marketinera del género y el sofisma del modelo de crecimiento, nuestra presidenta adoctrina a mucha red con súbditos y demócratas oficiales.

Sí. Lo que te molesta son las palabras esgrimidas por “algunos irrespetuosos” que tildaron de incapaz a la Sra. Presidenta… “¡Es la presidenta, caramba!”

Es sencillo, siendo A, opinar sobre B, C y la forma de relacionarse entre ellos. Quizás, has-ta en un sentido puedan ser consideradas por B y C las apreciaciones de A.
La cosa cambia cuando A, en su afán caprichoso de organizar las relaciones como más le convenga, impone a B y C que entreguen todos sus parámetros de relación a él, que con su incomparable capacidad de justicia distributiva hará de ellos una mejor relación…

Tuve que exponer la sutil diferencia conceptual entre un piquete solicitando que te dejen tomar algo que no es tuyo, y otro en el que lo que se solicita es que no te roben lo que te ganaste con tu trabajo y en buena ley.

Tuve también que explicarte claramente que no estaba de acuerdo con la metodología del corte de ruta. Porque en tu obsecuente miopía bipolar, pretendías observar que yo era gol-pista cortador de calles.

No me quedó más que sonreír cuando para justificar que no había que cortar ninguna arteria citaste a Charly Garcia: “El corte esta mal porque para la circulación; y las cosas tienen que fluir. Cualquier cosa que corta o para esta mal loco”. ¿Che, la constitución la alcanzaste a ver?

La frutillita de la torta la colocaste cuando dijiste que hubo un muerto por culpa de los pi-queteros de la abundancia… ¿Pensaste que nadie miró televisión, que nadie ha leído sobre el tema? Si hasta los medios mas subordinados, esos que pasaban en los cortes grandes pla-cas de 30 segundos en prime-time “invitando” a ocupar la plaza para apoyar a la presidenta, se encargaron de repetir hasta el cansancio que había sido un accidente desgraciado que nada tenia que ver con estos eventos.

La verdad, es que no quería contestar. Pero teniendo en cuenta esa máxima con la que se rigen: “Miente, miente que algo quedará…” lo hice. Somos respetuosos, pero no nos tomen por entupidos. No quiero un futuro dibujado por ustedes para mis hijos.

El juego de los 10 errores

Afirmaciones ministeriales y presidenciales:

Primero el ministro:

1. Nadie dice que producir soja es malo. Algo que nos demanda el mundo y podemos producir a muy buenos precios no tiene nada de malo per se. Pero tiene efectos profundos sobre el resto de la actividad productiva. Desplaza y encarece otras actividades porque encarece el costo de la tierra, tiene efectos sobre el propio suelo como monocultivo y tiene un impacto laboral muy bajo.

Ministro no le creo que usted crea esto. Fíjese que se la han pasado contaminando la mente de los argentinos diciendo que las importaciones eran malas, ahora viene usted a querer contaminarnos con el error opuesto. Es decir que las exportaciones son malas. Si se gana la lotería ministro, usted deja de trabajar (eso espero). Pero eso no es una mala noticia. No es que la lotería le hace perder un trabajo, es que tiene algo mejor que hacer. Esos desplazamientos que a usted le preocupan son la misma cosa. Y el incremento del precio de la tierra también. Ocurre porque esa tierra está siendo circunstancialmente más productiva. Sobre el “impacto laboral” volveré en el siguiente error.

2. A pesar de todo el boom agropecuario, el empleo en el sector creció el 1,5% frente al 17% en el resto de la economía.

¿Amigo, no era esto lo que usted quería? O cree que la soja que “hemos” (no sabía que usted se dedicaba al campo como Moyano) producido no tiene que ver con el crecimiento en otras áreas de la economía. El único sector extraordinariamente exitoso (eso que ustedes también visten de mala noticia apelando al resentimiento y llamándolo “ganancias extraordinarias”) es el del campo, de manera que son esos ingresos los que pueden explicar el crecimiento del empleo en el resto de la economía. El crecimiento industrial corresponde en gran medida a la agroindustria, pero todos los demás sectores de la industria protegida que no se caracterizan por su éxito exportador precisamente le deben, igual que usted, gran parte de sus ingresos a la soja.

No me voy a extender sobre esto, pero hacen ustedes tanto para que la gente no pueda trabajar que creen que la falta de trabajo es un problema económico y no un problema político causado por ustedes manejando la economía como los médicos brujos. Voy a ser sintético. No se hacen negocios para trabajar, sino que se trabaja para hacer negocios.

3. Si no tuviéramos retenciones tendríamos que enfrentar precios de alimentos muy caros.

Cómo dice esto ministro si usted es un continuador de la llamada revolución productiva (cuyo único efecto hasta ahora es una argentina tradicional agroexportadora) de Duhalde que se sustenta en el dolar mantenido alto mediante inflación que es lo que coloca a los ingresos de los argentinos muy por debajo de los precios internacionales. Es su culpa que los precios internacionales estén tan alejados de nuestras posibilidades.

4. No es lo mismo producir soja que leche.

Vaya, antes decían no es lo mismo producir caramelos que acero, ahora no pueden salir de los productos agropecuarios. Tampoco es lo mismo producir leche que piqueteros que es a lo que se dedica su gobierno. Pero más allá de eso ¿no hicieron ustedes una política terrorista hacia el sector del tambo? ¿no le mandaron al energúmeno de Moreno a apretar a los tamberos? ¿Nos está jodiendo mister minister?

Los tamberos están fritos por su control de precios. En todo encontrará usted una mala noticia que haga intervenir al estado. Si mañana podemos vender aire argentino en lata usted elaborará una teoría intervencionista con eso destacando lo pernicioso que es eso para la producción de pochoclo al desplazarse la gente de una a otra actividad (cuando la gente y las actividades se desplazan ministro, lo hacen detrás de un objetivo mejor, como cuando usted va a Buzios en plena crisis).

5. A la larga lo que vamos a tener es menos leche, menos carne, menos trigo…

La respuesta es igual a la anterior. Lo que “tengamos” menos se llama costo. Lo que “tengamos” más se llama ganancia. No se preocupe por lo que tengamos menos sino por la diferencia respecto a lo que tengamos más. Y por favor no se asuste si esa diferencia es extraordinaria porque esa es justamente la buena noticia.

6. La retención móvil le da más seguridad al productor porque sube cuando el precio internacional sube y baja cuando ocurre lo contrario.

Genial este chiste ministro. Podría aplicarnos a todos retenciones móviles sobre nuestros ingresos y así otorgar una estabilidad bárbara a la economía. Sería la forma de socialismo más idiota de la historia y una forma de eliminar la relatividad entre los precios que permite saber qué producir y qué no. Me parece que después de esto habría que cerrar la London School of Economics por dejarlo egresar a usted de ahí.

7. Las retenciones y compensaciones permiten que la población pueda tener acceso a los alimentos a los precios que le corresponde.

Eso es lo que usted cree porque se compra los índices de Guillermo Moreno. La población no puede acceder a precios de los alimentos que corresponde porque la maquinaria de emisión para mantener el dolar super alto impacta sobre esos precios antes que sobre los salarios.

8. No está en el corazón de las retenciones móviles poner un precio máximo o desincentivar una producción.

Pero señor, usted nos venía diciendo que ese era el propósito, ¿por qué no se pone de acuerdo con usted mismo?

9. Ministro, las retenciones no se reparten entre productores de leche, trigo o carne. Más bien contribuyen a agrandar el aparato político de una agrupación ilícita llamada frente para la victoria, que incluye su propia oligarquía. No hace falta que me extienda sobre el punto. Usted sabe de esto más que yo.

10. El más grande error lo reconoció usted. Nos venía hablando del paro de la abundancia, ahora nos informa que estaba perjudicando al 80 por ciento de productores que son “pequeños” ¿En qué quedamos ministro?

Después la señora, que incurre en todos los errores anteriores, pero le agrega otros propios:

11. Una Argentina que con el esfuerzo de todos hemos logrado transformar en estos cuatro años y medio, pero que todavía quedan argentinos que no tiene trabajo, que tienen hambre o que aún teniendo un salario no les alcanza para vivir con la dignidad que todo hombre y toda mujer merece.

¿Cómo es esto señora? Sabemos que el campo puso ese “yuyo” que se llama soja y es como nuestro oro. Ustedes, que son los buenos, pusieron el reparto con toda esta “equidad” e “inclusión social”. Resulta que cuatro años y pico después, todavía combatimos a la soja que tantos problemas nos trae con sus extraordinarias ganancias y siguen habiendo desocupados y gente con hambre ¿Y usted nos quiere decir que quienes fallan son los productores y no los repartidores?

12. Las retenciones a la soja nos permiten incentivar determinados cultivos de productos que si consumimos (no queremos soja).

Destruyamos a aquellos afortunados que exportaban aire, así vuelve el pochoclo ¿no? ¿Cómo no se le ocurrió todavía obligarnos a comer soja?

13. Pequeños, medianos y grandes.

Este es un error común de esta política. Nadie definió el concepto de pequeño y de mediano y si lo intentan no lo lograrán. El sistema podría estar lleno de trampas pero esa es la parte buena que tiene. En definitiva si todo se transforma en un gran colador, mejor.

Pero el error conceptual persiste. Cada impuesto produce a sus propios marginales. No importa cómo se los defina primero. Si ser pequeño termina el día que se consigue la hectárea número 501, entonces la marginalidad estará ahí. Esos serán los productores en problemas. Y si la escala de cualquier modo le permitiera subsistir, el restaurante al que dejó de ir que es su última prioridad antes de que se le quitara el impuesto será el perjudicado. Trasladado el resultado de toda la cadena, el menos eficiente desaparecerá.

En ese sentido, solucionar el problema del mayor número de productores no significa resolver el problema de la mayor parte de las personas. Si se reconoce que el el 80% de los productores sólo representan al 20% de la producción, la medida busca resolver sólo el 20% del problema que no es el de la gente directamente involucrada en el cultivo sino toda la actividad productiva, sus clientes y proveedores.

14. Vio una foto impactante de un asado. Pero no está mal hacer asados.

¿En qué consiste el impacto señora? Su problema no es que le molesten los ricos o los asados. Lo que le pasa es que le molestan los ricos que no se enriquecen con usted y los asados de los que no participa. Por eso tiene esta dualidad de hacer referencia a estas cosas y después aclarar que no le parece mal. Yo vi la foto del Mini Cooper de Floppy. Y no está mal tener un Mini Cooper… Es mucho más dificil tenerlo que hacer un asado.

15 Uno puede ser multimillonario y quejarse igual por la pérdida de rentabilidad.

Debería fijarse un poco más. Nadie se está quejando por pérdida de rentabilidad, sino por afano. No se pierde la rentabilidad sino que se la roba el gobierno que no produce una sola de las plantitas.

16. La Casa de Gobierno está abierta para todos y para todas, pero para dialogar.

La calle señora, está abierta, liberada diría, para el señor que sienta usted a su siniestra que Luis D’Elía. El único oficialista que da conferencias de prensa. No juegue, no le cree nadie.

17. No piensen como propietarios de un país, sino como parte de él.

Lo que le pasa señora es que ustedes no quieren competencia. Ustedes son quienes se han adueñado del país, los productores quieren nada más ser dueños de su producción.

18. Berni pintaba la Argentina agroexportadora de principios del siglo pasado.

Señora, Berni tiene material hoy, después de la revolución productiva, para pintar, pintar y pintar. En la Quinta Avenida esto no se ve, pero le cuento que en Buenos Aries se ve todas las noches. El resultado de políticas como la suya que antes se hacían por simple error, ahora para beneficiar a unos vivos y a su aparato político es el cordón de pobreza al rededor de todas las ciudades. Y esto ocurre después de 80 años de reparto, buena parte de los cuales fueron exactamente al estilo que prefiere usted.

La riqueza del campo no se pierde porque el estado no la robe. Permanece donde debe estar beneficiando a gente que trabaja y no a esos tipos que usted junta para que la aplaudan.

Fuente: No me parece