Ludwig von Mises: Seis conferencias desde Buenos Aires


Desde HACER nos comunican que hay disponible en castellano los discursos que Mises pronunció en Buenos Aires en 1959: POLITICA ECONOMICA. Pensamientos para hoy y para el futuro. También lo tenéis en inglés en ECONOMIC POLICY Thoughts for Today and Tomorrow. Copio el prefacio de Margit Von Mises, esposa de Ludwig:


El presente libro refleja totalmente la posición del autor por la cual fue – y todavía es – admirado por sus seguidores y vilipendiado por sus oponentes... Si bien cada una de las seis conferencias puede mostrarse por separado como un ensayo independiente, la armonía de la serie completa permite un placer estético similar al que proviene de mirar la arquitectura de un edificio bien diseñado.

—Fritz Machlup, Princeton, 1979—

A fines de 1958, cuando mi esposo fue invitado por el Dr. Alberto Benegas Lynch a ir a la Argentina a dictar una serie de conferencias, se me pidió que lo acompañara. Este libro contiene, por escrito, lo que mi esposo dijo a centenares de estudiantes argentinos en dichas conferencias.

Llegamos a la Argentina varios años después que Perón había sido forzado a dejar el país. Perón había gobernado destructivamente y destruido totalmente los fundamentos económicos de la Argentina. Sus sucesores no habían sido mucho mejores. El país estaba dispuesto a recibir nuevas ideas y mi esposo estaba igualmente dispuesto a proveerlas.

Sus conferencias fueron dictadas en inglés, en el enorme salón de conferencias de la Universidad de Buenos Aires. En dos salas vecinas sus palabras eran simultáneamente traducidas al idioma español para los estudiantes que escuchaban con audífonos. Ludwig von Mises habló sin restricción alguna sobre capitalismo, socialismo, intervencionismo, comunismo, fascismo, política económica y los peligros de una dictadura. Estos jóvenes que escuchaban a mi esposo no sabían demasiado sobre el mercado libre o sobre las libertades individuales. Así como escribí sobre esta ocasión en My years with Ludwig von Mises (Mis años con Ludwig von Mises): 'Si cualquiera en esos tiempos se hubiera atrevido a atacar al comunismo y al fascismo como mi esposo lo hizo, la policía habría entrado y lo habría detenido inmediatamente, y la reunión habría sido disuelta'.

La audiencia reaccionó como si una ventana se hubiera abierto y se permitiera al aire fresco soplar a través de las habitaciones. Habló sin notas. Como siempre, sus pensamientos eran guiados solamente por unas pocas palabras escritas en un trozo de papel. Sabía exactamente lo que deseaba decir y, usando términos comparativamente simples, consiguió comunicar sus ideas a una audiencia no familiarizada con sus trabajos, de una forma en que pudieran entender exactamente lo que estaba diciendo.

Las conferencias fueron grabadas y las cintas fueron más tarde trascriptas por una secretaría hispano parlante cuyo texto tipeado encontré entre los papeles de mi marido después de su muerte. Leyendo la trascripción recordé vívidamente el singular entusiasmo con el que aquellos argentinos habían respondido a las palabras de mi esposo. Y me pareció, como no-economista, que estas conferencias, dictadas ante un público lego en Sur América, eran mucho más fáciles de entender que muchos de los más teóricos escritos de Ludwig von Mises. Sentí que contenían tanto material valioso, tantos pensamientos importantes para hoy y para el futuro, que debían hacerse públicas. Dado que mi esposo nunca había revisado la trascripción de sus conferencias para su publicación en un libro, esa tarea quedó para mí. He sido muy cuidadosa en mantener intacto el significado de cada frase, en no cambiar nada del contenido y en preservar todas las expresiones que a menudo mi esposo usaba y que son tan familiares a sus lectores.

Mi única contribución ha sido juntar frases sueltas y quitar algunas pequeñas palabras que uno utiliza cuando habla informalmente. Si ha sido exitoso mi intento de convertir estas conferencias en un libro, se debe solamente al hecho que con cada oración escuché la voz de mi esposo, lo escuché hablar. Estaba vivo para mí. Vivo en la claridad con que demostraba la maldad y el peligro de demasiado gobierno; en la manera en que exhaustiva y lúcidamente describía las diferencias entre dictadura e intervencionismo; en la ingeniosidad con que hablaba sobre importantes personalidades históricas; en las muy pocas palabras con que conseguía que el pasado volviera a la vida.

Deseo aprovechar esta oportunidad para agradecer a mi buen amigo George Koether por ayudarme en esta tarea. Su experiencia editorial y su comprensión de las teorías de mi esposo fueron de una gran ayuda para este libro.

Espero que estas conferencias sean leídas no sólo por académicos sino también por los muchos admiradores de mi esposo entre los no-economistas. Y sinceramente espero que este libro pueda estar disponible para las audiencias más jóvenes, especialmente escuelas secundarias y universidades, en todo el mundo.

MARGIT VON MISES
New York, June 1979

POLITICA ECONOMICA. Pensamientos para hoy y para el futuro

La cultura del saqueo

Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky

El empleo de la coacción, la violencia y la fuerza como métodos para obtener aquello que se desea, por más justo o merecido que sea, es una de las causas de la decadencia argentina.

Si alguien dudaba de que Argentina se dirigía de cabeza a una crisis, lo que hoy estamos viviendo debería terminar de convencerlo. Las luchas por el poder sindical llegan hasta el límite de comportamientos mafiosos. Los piqueteros están nuevamente en las calles cortando el tránsito y tomando reparticiones públicas, la calle es un caos por ausencia de autoridad, los precios se siguen disparando y el gobierno acaba de anunciar un plan de emergencia energética que refleja la improvisación con que se manejó este tema todos estos años.

En el fondo, la crisis es solo el emergente de valores totalmente subvertidos del cual el gobierno parece no haberse enterado, por el contrario, sigue dando vuelta los hechos al punto que la presidente (y digo presidente y no presidenta porque presidente es el cargo que figura en la Constitución) acaba de afirmar: "en este programa estamos yendo al tercer eslabón de la responsabilidad, que es la responsabilidad social, porque se puede tener muy buen gobierno pero si no se tienen buenas instituciones en lo privado y en la sociedad, es muy difícil abordar la transformación de un país". Con esta afirmación pareciera ser que Cristina Kirchner considera que el suyo y el de su marido han sido dos muy buenos gobiernos y que si las cosas no marchan mejor es por culpa de culpa de los empresarios y de la gente. Algo similar sostenía, Hitler cuando estaba por caer Berlín en manos de los rusos. Decía el dictador, en su delirio, que su pueblo iba a sufrir porque no lo había acompañado en el sacrificio.

Pero volvamos al caso argentino. Lo que uno ve desde décadas, y más acentuado ahora, es que al revés de lo que marca la presidente, es que justamente ha sido el Estado el que ha subvertido los valores de la sociedad y no se le puede pedir a la gente que tenga comportamientos diferentes si desde lo más alto del poder se actúa con impunidad, mentira y desprecio por el orden jurídico.

¿Qué valores puede exigirle Cristina Kirchner al resto de la sociedad si a sólo 48 hs. de instalada en la casa de Gobierno se ha destapado un caso de corrupción que la involucra como candidata presidencial y compromete seriamente a su marido, que es el mentor de su candidatura?

Cuando Cristina Kirchner les exige seriedad a los empresarios y a la sociedad tiene que tener presente que las reglas de juego que hoy imperan en la Argentina fueron impulsadas por gobiernos con pensamiento populista como el de su marido y el de ella. ¿Qué valores impusieron? El de usar al Estado como instrumento de coacción para beneficio propio y de unos pocos amigos del poder. La cultura del trabajo, del esfuerzo personal fueron dejadas de lado para dar paso a la cultura de la prebenda y de la demostración de fuerza. Basta ver como facciones sindicales se enfrentan por cuotas de poder utilizando la calle como forma de manifestar su poder basado en la fuerza bruta. Aquí no hay razones, hay demostraciones de fuerza. Unos haciendo piquetes en 39 lugares diferentes de la ciudad violando el derecho de la gente a transitar libremente ante la pasividad de la autoridad pública, y otros amenazando con sacar los camiones a la calle como si fueran el séptimo de caballería.

Grupos piqueteros, que dicen ser partidarios del kirchnerismo, se dan el lujo de tomar por la fuerza bruta un edificio público en la ciudad de La Plata, lesionando gravemente a dos policías y los responsables son liberados casi inmediatamente.

Al mismo tiempo tenemos a algunos dirigentes empresariales que le chupan la media al gobierno de turno para mantener sus privilegios o los beneficios del eufemismo del tipo de cambio competitivo.

Argentina tiene reglas en las cuales el saqueo está a la orden del día. El saqueo como regla impuesta por el Estado por la cual se pervierte la ley para quitarle el fruto de su trabajo a quienes lo generaron para transferírselo a quienes no les corresponde. En nuestro país la ley está prostituida. No se la usa para establecer reglas de convivencia sino para saquear "legalmente" a diferentes sectores de la sociedad y para destruir el sistema republicano. Le ley no le pone límites al Estado, se los amplía generando océanos de corrupción.

La banda piquetera que tomó el edificio en La Plata se siente con derecho a exigir que le entreguen más dinero, canastas navideñas y no sé cuantas cosas más. ¿Quién tiene la obligación de pagar todos esos "beneficios" y por qué? ¿Qué estímulos puede tener el hombre o la mujer que se levanta temprano para ir a su trabajo a ganarse honestamente su sustento si ve que una banda de forajidos toma impunemente el edificio, es liberada y encima exige que ese señor o señora le de el fruto de su trabajo, luego de treparse viajar en condiciones infrahumanas en un colectivo, soportar los paros de subtes y aguantar los piquetes de Quebracho o la UOCRA?

Del lado empresarial, hay sectores que, cual ladrones de guantes blancos, estimulan el tipo de cambio competitivo que no es otra cosa que cobrarle el impuesto inflacionario a la gente para transferirle a ellos los beneficios de un dólar caro, cuando no piden créditos subsidiados sin aclarar quién y por qué tienen que financiarles tal petición.

Todos piden y nadie dice porqué el que paga tiene la obligación de pagar la cuenta. Se crea así, una cultura del saqueo impulsada desde el mismo Estado, cuando no es que los mismos funcionarios del Estado forman parte del saqueo.

Ya no queda gran margen para esconder este uso desvergonzado del poder, de la mentira, para disimular la inflación, la crisis energética y la caída del salario real.

Argentina está nuevamente en la pendiente descendente porque no se han cambiado las reglas del saqueo, solo se han cambiado las personas. Y las mismas reglas con diferentes personas igual dan los mismos resultados. © www.economiaparatodos.com.ar

El Estado no crea valores

El Estado no crea valores; el Estado no ha hecho la moneda; el Estado no da valor a ninguna substancia ni ha hecho que el oro valga; el oro vale, cualquiera que sea la opinión del Estado respecto de su valor. Lo único que ha hecho el Estado, en materia de moneda, es establecer la escala de los precios, como ha establecido la escala de las pesas en el sistema métrico decimal. Ha dicho: la escala monetaria constará del centavo, del peso, del argentino, etc., como ha dicho: la escala de medidas de peso se dividirá en gramos, kilogramos, tonelada métrica, etc., pero no puede dar ni quitar valor a cosa ninguna. Puede en cambio, el Estado, mediante leyes arbitrarias, confiscar parte de la riqueza pública representada por los billetes que circulan, y dislocarla, entregándola a los tenedores de nuevos billetes emitidos por el Estado, lo que es un despojo, que el Estado argentino ha cometido muchas veces, y ha sido calificado directamente de robo por el gran economista y moralista inglés John Stuart Mill.

Juan B. Justo, en la Cámara de Diputados de la Nación, 15 de septiembre de 1914.


Extraído de

Áreas de desprotección pública

Unas notas antes:
Yo no tengo armas. Particularmente, siempre me causaron algo de temor. Aunque tuve la suerte de que alguien me enseñara a manejarlas.
Hoy tengo un hijo, y otro en camino. Se que hay delincuentes, criminales que no tienen miedo a las armas, ni respeto a la vida. Si tuviera a uno apuntandole a cualquiera de mi familia y tuviera a mano un arma de fuego, no lo dudaría.

14/12/2007 - José Carlos Rodríguez

Ocurrió el pasado 9 de diciembre. Un joven de 24 años, devorado por el odio a los cristianos, se dirigió a una iglesia en Arvada, Colorado, con el deseo irrefrenable de saciar su inquina. Iba armado y fue con la intención de matar a cuantos les permitiera su munición. Segó la vida de dos personas, pero antes de que pudiera ir a más una mujer voluntaria, que iba a echar una mano a la Iglesia, le detuvo de varios balazos. No le mató; tuvo que ser él mismo quien lo hiciera. El asesino sólo llegó a avanzar 50 pies, según los testigos.

Esta terrible historia no ha ocupado los informativos y los periódicos de todo el mundo por un sencillo hecho: en aquél lugar estaba permitido llevar armas y quiso la fortuna de que una ex policía de Minneapolis que llevaba su arma estuviese ofreciendo su tiempo a aquella iglesia. ¿Cuál hubiese sido la historia de ser una Gun free zone, es decir, una zona en que se prohíbe tener armas?

Podría haberse parecido a la noticia que sí alcanzó hasta el último rincón del planeta; al menos hasta donde alcanzan los medios de comunicación. Me refiero al pavoroso tiroteo de Omaha, en que murieron ocho personas. O el de la Universidad Técnica de Virginia, en que una nueva víctima del odio segó la vida de 32 personas. Por supuesto, también a la Columbine School, masacre a cuyo recuerdo se filmó la gran película Elephant y el más conocido bodrio de Michael Moore. También al tiroteo provocado por otro sociópata en la cafetería Luby’s, en la localidad tejana de Killeen, en que perdieron la vida 23 personas. Todas esas masacres comparten la atención mundial de los medios. Pero también comparten una característica común: en todas estaba prohibido llevar armas. Eran Gun free zones. Eran áreas de desprotección pública.

Cada uno de estos atentados indiscriminados sirve a la práctica totalidad de los medios de comunicación la oportunidad de transmitir la idea de que todas estas tragedias se produjeron porque allí, en Estados Unidos, hay libertad de armas y además que si su uso se controlara estrictamente o se prohibiese tales masacres apenas tendrían lugar. Un mínimo de consideración con las víctimas debería ser suficiente como para que cada uno de nosotros nos tomáramos en serio este problema. Lo suficiente, al menos, como para no aceptar cualquier opinión sin haber reflexionado un mínimo sobre ello.

La mayoría de los muertos en tiroteos públicos se produce en las Gun free zones. La razón es muy sencilla. Por un lado los asesinos son más racionales de lo que podamos pensar en un principio, y se lo piensan antes de llevar a cabo su crimen múltiple si se les puede detener de un balazo. Incluso si tienen planeado suicidarse, no querrán morir sin cumplir antes sus planes de muerte. La segunda razón es que, cuando lo hacen, cuando descargan sus armas en un espacio en que potencialmente cualquier otra persona está armada, siempre hay alguien que le detiene, dando fin a la suma de cadáveres.

Suzanna Gratia Hupp lo sabe muy bien. Aquél 16 de octubre de 1991 en que estaba con sus padres en la cafetería Luby’s ella dejó su arma en el coche. Sabía que se dirigía a un área donde estaba prohibido llevarlas y ella no quería incumplir la ley. Cuando vio al asesino acercarse a su mesa, su padre se levantó para reducirle y salvar a su familia. Él recibió un balazo mortal, como ocurrió acto seguido a su mujer. Suzanna declaró más tarde sentirse arrepentida de haber obedecido la ley. No fue el caso de un policía que, en febrero de este año, llevaba su pistola en el Trolley Square Mall, un centro comercial de Utah. Reconoció en seguida el característico sonido de los disparos, pese a que estaba en el extremo opuesto del asesino, a tres minutos y cinco vidas de distancia. No hubo una sexta, aparte del asesino, porque este policía le alcanzó de un disparo. Dos estudiantes armados libraron a la Appalachian School of Law de ser mundialmente conocida, gracias a que detuvieron a otro asesino en masa. Con su acción limitaron el número de muertes a tres inocentes víctimas. Y eso que tuvieron que salir del edificio para coger el arma con que le detuvieron.

Habrá quienes mantengan sus posiciones más restrictivas, pese al respeto a las víctimas que se producen en las zonas libres de armas y que se podrían haber evitado de estar abierta la posibilidad de encontrarse con un buen ciudadano armado. Es evidente que lo único que logran es que los ciudadanos que siguen la ley queden sin medios para la protección, mientras que quienes están dispuestos a matar a los demás no tendrán escrúpulos, evidentemente, en saltarse tan ridícula restricción.

Pero aún pueden argumentar que, de prohibirse por completo el uso de armas, estos asesinos jamás hubiesen llevado a término sus mortíferos planes. No obstante, una mínima atención a la realidad les hará ver que quien necesita un arma para cometer un crimen la conseguirá, ya sea dentro de la ley, ya sea fuera. El tráfico de drogas está prohibido en España. ¿Quiere ello decir que no hay tráfico de drogas en nuestro país? Hay una enorme distancia entre la prohibición de un comportamiento y su erradicación, cuando éste forma parte de los planes de las personas. ¿Alguien dirá que los asesinos en público se toman a la ligera sus planes? ¿Qué una prohibición les va a hacer cambiar de idea?

Las mayorías silenciosas

por Roberto Salinas León
Roberto Salinas León es presidente del Mexico Business Forum.


En una reflexión sobre ser liberal, sobre la democracia liberal, Enrique Krauze nos comparte una tesis sumamente interesante: hay, independientemente de las distorsiones en el uso (y abuso) de la palabra “liberal”, una mayoría silenciosa que practica el liberalismo (sin profesarlo) todos los días.

Estos pueden ser los participantes en un orden espontáneo de mercado, desde los mercados financieros globales hasta el tianguis local, desde el innovador tecnológico hasta el informal latinoamericano. O, podemos ser todos aquellos que, con el solo acto de hacer decisiones, de elegir una actividad sobre otra, practicamos la libertad—y, en teoría, la otra cara de la moneda de la libertad, o sea, la responsabilidad.

En los círculos intelectuales, donde impera una suprema inflamación del fatuo, es poco común, hasta vulgar, profesar una posición liberal. Es visto como admisión del mal. Sin embargo, más allá del silencio, sí vemos a (ciertas) mayorías preocupadas con asuntos tan fundamentales para el futuro de la libertad, como la libertad de expresión, como evitar que los dogmas de la iluminación nos digan qué decir, como decirlo, y en qué momento, ya sea en materia electoral, como en materia económica.

Estas voces son consistentes con el temperamento liberal—con el ensayo y error, con el derecho a decir, con la defensa de una actividad poco común en nuestra cultura, la actividad de escuchar. El liberalismo, en su versión tradicional, tiene la característica de ser una doctrina que admite, es más celebra, la pluralidad de puntos de vista contrarios a la propia tesis de la libertad.

Este temperamento defiende el dejar hacer, dejar vivir, y dejar decir. Por ello, la advertencia de Octavio Paz es fundamental: los que pretenden erigir la casa de la felicidad nos acaban condenando a la cárcel del presente. Por lo mismo, la actividad de la crítica es central para la libertad—crítica no como falso diletantismo, como profesar saber más que todos los demás, sino como una actividad constante de falseabilidad, de cuestionamiento, tanto de íconos como instituciones, sobre todo de lo que pretende la verdad para siempre.

Un heredero de estas vistas intelectuales es el periodista Carlos Alberto Montaner, quién fue galardonado por la Universidad Francisco Marroquín con un doctorado honoris causa, precisamente por su vocación de proteger la libertad de expresión. Montaner ve, en este sentido, corrientes terriblemente peligrosas en el caudillismo militar de Chávez, o el indigenismo radical de Morales, ciertamente en la tiranía del silencio que es ahora su país de origen, Cuba.

Montaner defiende la democracia liberal, en su vocación, pero también su visión, como comunicador de ideas. Quizá, visto así, la mayoría silenciosa es menos silenciosa de lo que un intelectual puede decir, o determinar. El comunicador debe incidir en estos, y en otros: empresarios jóvenes, innovadores, informales, ingenieros, amas de casa, líderes de casas universitarias, taxistas y trabajadores, deportistas, hasta los representantes de medios y de las artes cinematográficas.

El reto no es, como llegó a atacar Montaner con una serie de panfletos, hacer burla del “perfecto idiota latinoamericano”, sino, en el fondo, de hacer ver, como también lo ha hecho otro formidable intelectual público, la “idiotez de lo perfecto”.

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La idiotez

Estoy cansado, triste, acongojado.

La desfachatez de los discursos vacíos de asunciones varias, terminó por convertir mi semana de reflexión en un mar de lágrimas de impotencia.

Será conveniente tranquilizarse un poco. La justicia, como bien dicen, no va de la mano de la emoción.

Hoy si, luego de escuchar teorías conspirativas contra el “bien común” no puedo sino mas que escribir. Escribir en el estado en que esté. Como una suerte de catarsis momentánea. Para dejar en claro mi descontento.

Nunca he escuchado tantas veces seguidas –es cierto, quizás antes no prestara atención– utilizar la excusa del bien común como pilar de acción de gobierno. Mejor dicho como pilar de acción de ESTOS gobiernos. Guardo esperanzas en que en algún lugar del planeta surja la semilla que florezca hasta en estos lugares.

Y si, digo NO, a vos que me lees con el sentido totalitario del “Si No te gusta andate”.

Estudien, lean y escuchen a quienes los invitan a pensar. Dejen de aplaudir estupideces, frases hechas y dogmas que perpetúan un modelo de decadencia.

La idiotez no tiene excusa a ninguna edad. Es comprensible cuanto mas pequeño seas. Solo eso.

Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores.
Juan Domingo Perón, 1947.

Al enemigo, ni justicia.
Juan Domingo Perón, 1952.

La libertad no se vota

Me había puesto a escribir algo sobre la desfachatez chavista. Pero acabo de leer a Don Benegas y como no podía ser de otra manera resume de manera mucho mas acertada mi opinión...

La libertad no se vota. Como no se podría votar si el 50,7% puede fusilar al 49,3%. Sonaba ridículo como los “observadores” de la OEA alababan al “proceso electoral” de Venezuela y hacían los típicos comentarios huecos de la ocasión (”todo se desarrolla con tranquilidad y alegría”). Se decidía, entre otras cosas, si los venezolanos tenían derecho a educarse unos a otros, pero lo importante para estos personajes, para la CNN y para el mundo “civilizado” y embrutecido era que “todo se había desarrollado con tranquilidad” y de manera “democrática”. Votar sobre la libertad es incivilizado y más que democrático es una burla.
Según los números oficiales 50,70% de los venezolanos que votaron ayer quieren ser libres y el otro 49,30% quieren ser rebaño. El problema entre ellos es la palabra “nosotros”. El dictador podría dividir al país en dos. De un lado sus ovejas felices, esos que se uniforman y se despersonalizan por el motivo psicológico, económico o religioso que sea, para verse a si mismos como soldados de una causa contra algún mal; del otro los que no lo necesitan. El problema es que los uniformados no se uniformarían si la única oferta fuera seguir su propio proyecto colectivista. Todo “todo” necesita una parte “enferma” que alimente la sensación de que han encontrado la luz mientras que “otros” (”esos sectores”, “aquellos que…”, “los que detienen el cambio”) permanecen en la oscuridad y deben ser vencidos. Y parasitados.

La libertad no se vota. Como no se podría votar si el 50,7% puede fusilar al 49,3%. Sonaba ridículo como los “observadores” de la OEA alababan al “proceso electoral” de Venezuela y hacían los típicos comentarios huecos de la ocasión (”todo se desarrolla con tranquilidad y alegría”). Se decidía, entre otras cosas, si los venezolanos tenían derecho a educarse unos a otros, pero lo importante para estos personajes, para la CNN y para el mundo “civilizado” y embrutecido era que “todo se había desarrollado con tranquilidad” y de manera “democrática”. Votar sobre la libertad es incivilizado y más que democrático es una burla.

La oposición venezolana ganó una batalla que nunca debió darse entre el si o el no a la libertad para resolverla con la estadística. Antes las revoluciones colectivistas debían hacerse a los balazos porque nadie se dejaba conquistar voluntariamente. Es todo un síntoma que ahora vean que pueden preguntarle a un electorado si están dispuestos a convertirse en ovejas y tienen la oportunidad de obtener una respuesta afirmativa. Cuando el dictador vea que ya no puede volver a hacer una pregunta de ese estilo, si que Venezuela estará a salvo. Antes no.

La medicina en Cuba (para los cubanos)


La Unión Soviética no colapsó porque tuvo mala suerte. Llevó setenta años asumir que todo el proyecto comunista era un fracaso rotundo que no cumplía una sola de sus promesas y se sostenía, mucho más de lo que se hubiera esperado , en mentiras, propaganda y violencia.



Cuba la tenemos acá, a la vuelta de la esquina, disponible para aprender sin necesidad de padecer, pero la propaganda de los Castro junto a las valijas de Chávez siguen explotando como espectáculo circense los mitos socialistas. El problema que tienen es que hay algo que recién empieza que les va a complicar la vida y es que la gente común tiene a su disposición dispositivos como teléfonos celulares capaces de captar video y autopistas de información (término que quedó antiguo peor ideal para este caso) como Youtube para hacer conocer la realidad.

En el caso que vamos a ver del canal 41 de Miami sobre el verdadero sistema de salud de Cuba, el que reciben los cubanos y no los extranjeros que pagan en dólares del imperio, las imágenes fueron tomadas con una cámara oculta y sería difícil que las obtuviera cualquiera porque las visitas a los hospitales públicos en Cuba están prohibidas sin previa autorización, lo que implicará el armado de la experiencia de acuerdo a la “realidad dispuesta” por el régimen por llamarla de alguna manera. Algo así como lo que se hace aquí con el Indec pero un poco más eficiente.

Cuando estuve en la Isla en 2004 conocí a un anestesista que había ido a correr una Marathón y se había quedado como turista un mes. Nunca consiguió que lo autorizaran a entrar a un hospital.