Gobierno: sin salida y forzando más enfrentamientos

Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky

Los Kirchner comienzan a enfrentar los costos de dos grandes errores: subordinar toda la política económica a sus necesidades políticas y pretender dividir y enfrentar a la sociedad.

Después de semejante impuestazo a las exportaciones de soja, de la posición intransigente del Gobierno y del acto del jueves pasado, ¿alguien piensa que esto puede tener solución? Y si supuestamente la hubiera con el campo, ¿se habrán dado cuenta los Kirchner de que el país es otro, que quedaron políticamente aislados y que sólo cuentan con el apoyo del impresentable de Luis D’Elía y Hugo Moyano? Así como hoy el problema son las retenciones, mañana la chispa puede ser cualquier otro motivo.

Francamente, no me imagino cómo puede hacer el Gobierno para dar marcha atrás con semejante impuestazo, calmar los ánimos de los productores y, al mismo tiempo, dejar sentado ante la sociedad que el Ejecutivo salió victorioso del conflicto. Mi impresión es que esto es un imposible. Me animaría a agregar que los Kirchner se metieron ellos solos en el problema por su voracidad de poder y, hoy, su proyecto aparece jaqueado por haber subordinado toda la política económica a sus necesidades políticas.

El segundo error, luego de la barrabasada del aumento de las retenciones, consistió en pretender dividir y enfrentar a la sociedad. Con la soberbia del poco ilustrado, Cristina Fernández de Kirchner pretendió descalificar a los productores y conseguir que quienes residen en las ciudades la apoyaran. La jugada le salió horrible porque, cinco minutos después de que terminara su primer discurso, gente que no tiene idea de qué es una vaca, ni una retención o la soja salió a las calles a golpear sus cacerolas en señal de protesta contra el Gobierno. ¿En protesta de qué? Puede ser que de las retenciones y en apoyo del campo. Sin embargo, desde mi punto de vista, las retenciones, la protesta del campo y la agresividad de las palabras de Cristina fueron el disparador de la bronca acumulada en la sociedad por la inflación, la inseguridad, la corrupción y la forma autoritaria de manejar el poder.

Cristina vuelve a equivocarse de punta a punta cuando dice que las que salieron a golpear las cacerolas fueron las señoras paquetas. Evidentemente, la presidenta tiene menos calle que Venecia porque los cacerolazos no fueron sólo en Olivos o Quintana y Callao. Los hubo también en Palermo, Flores y Caballito, por no hacer un largo listado del resto del país. El tractorazo que se hizo en Córdoba en plena ciudad fue aplaudido por la gente común. Por otro lado, le cuento que en Olivos vive gente de clase media, personas que vivieron toda su vida allí, que hoy están jubilados y no pueden mantener sus casas porque el intendente y la provincia de Buenos Aires triplicaron el impuesto inmobiliario y la tasa de ABL. Es más, le sugiero a Cristina que vaya todos los martes a la municipalidad de Vicente López, a eso de las 8 de la noche, a ver las manifestaciones en contra de los aumentos. Le queda a apenas cuatro cuadras de la quinta presidencial y no necesita usar el helicóptero para llegar. Si se acerca, podrá ver que en su barrio no vive solamente la gente paqueta.

Su segundo discurso, que intentó ser más moderado que el primero, estuvo plagado de generalidades y temas que nada tenían que ver con el campo. No pude dejar de esbozar una sonrisa cuando Cristina dijo que el peronismo siempre fue víctima de los golpes de Estado y ningún partido político los apoyó. Señora presidenta, por si no lo recuerda, Juan Domingo Perón participó del golpe de Estado de 1930 contra Hipólito Irigoyen. Luego, actuó en el golpe de 1943 y ocupó cargos relevantes durante ese gobierno de facto. De manera que, señora presidenta, repase la historia y se enterará de que el peronismo surgió a la vida política fregoteando con los militares y políticos para voltear gobiernos constitucionales.

Dejemos de lado la historia y volvamos a la actualidad. El Gobierno sostiene que las retenciones se aumentaron para terminar con el monocultivo y que su objetivo es que se produzca más carne, trigo y lácteos. Señora, fueron su marido y su secretario de Comercio Interior quienes con las regulaciones, las prohibiciones de exportación, los controles de precios y demás medidas intervencionistas desestimularon la producción de leche, trigo y carne. Y ahora pretenden vender como argumento que ponen las retenciones a la soja para terminar con el monocultivo. Con esto quiero decir que, por más que bajen las retenciones a la soja, las otras producciones no se reactivarán hasta que no paren de castigarlas con las medidas de su genial secretario de Comercio inspiradas en la heterodoxia de Néstor.

Claro, el objetivo ha sido siempre tener una caja abundante para que gobernadores e intendentes tengan que ir al pie. “Si no me apoyás, no te doy el cheque y se te incendia la provincia y el municipio porque no vas a poder pagar los sueldos”, es el discurso subliminal.

Estrategia de corta vida ésta, porque ahora los gobernadores pueden tener acceso a la caja del Ejecutivo, aunque ni ellos ni los intendentes pueden caminar por las calles de sus provincias y municipios porque la gente está enardecida ante la pasividad de todos ellos frente al impuestazo al campo. Gobernadores e intendentes se debaten, en este momento, entre perder la bendición de la caja o tener una pueblada en sus provincias e intendencias. Por lo tanto, parece que la caja se está agotando como mecanismo de controlar el poder.

Si la inflación, la inseguridad y la corrupción han puesto de muy mal humor a la población, mandarlo a D’Elía a atacar a la gente que pacíficamente protestaba en la Plaza de Mayo fue un error más grave.

¿En serio pensarán los Kirchner que podrán controlar el descontento popular mandando a la calle a los matones de D’Elía? ¿Creen en el Gobierno que con fuerzas de choque van a modificar el malestar de la población? El matrimonio Kirchner parece no recordar que, en 1982, los militares, con todo el poder de las armas, no pudieron controlar el descontento popular por la crisis económica más la derrota de Malvinas y tuvieron que salir corriendo del poder. Sentarse sobre las bayonetas no es solución cuando la situación económica se desmadra. Tampoco es solución sacar las fuerzas de choque a la calle para frenar el descontento. Porque, seamos claros, D’Elía puede ser muy guapo con sus patoteros atropellando a gente que sólo tiene una cacerola para defenderse, si bien dudo que se le anime a los chacareros enardecidos.

¿En qué situación estamos? Desde el punto de vista económico, la inflación está desbordada por la emisión monetaria y las medidas autoritarias de controles de precios y regulaciones no sólo no frenaron el proceso inflacionario, sino que lo agravaron.

A esto se le agrega el impuestazo al campo, que sólo tiene retorno si el Gobierno se da por vencido y reconoce que cometió un error. Si no acepta dar marcha atrás y sigue convocando a los productores para hablar de las vacas que vuelan, la gente se va a poner peor y el conflicto continuará.

Los precios relativos están totalmente distorsionados y corregirlos implica ir a una especie de Rodrigazo que a esta altura del partido difícilmente el Gobierno pueda soportar políticamente. Para sostener esta distorsión de precios relativos se necesitarán muchos más impuestazos, porque la caja no es infinita.

¿Qué salida le queda al Gobierno? Seguir con sus fuerzas de choque en la calle. Por alguna razón, D’Elía estuvo en el palco de honor mientras hablaba la presidenta en Parque Norte. Esto ocurrió poco después de que el líder de la Federación de Tierra y Vivienda hubiera desplegado su matonismo para tomar la Plaza de Mayo, como si tomándola la gente no pudiera manifestarse en otros lugares. D’Elía puede quedarse a vivir en la Plaza de Mayo, pero eso no va a impedir el malestar de los ciudadanos con una inflación que tiende a descontrolarse.

Todo parece indicar que el Gobierno quiere forzar una escalada de violencia para poder reprimir. Y no me sorprendería que hasta declarara el estado de sitio para terminar de abrochar su objetivo de poder hegemónico.

Digo que no me sorprendería esa estrategia porque fue la que utilizaron los montoneros en los 70. Como no podían justificar sus actos de violencia contra un gobierno elegido por el voto, como era el de Isabelita, iniciaron una matanza indiscriminada de militares y policías para forzar el golpe. Los montoneros necesitaban un gobierno de facto para justificar su violencia con el objetivo de establecer una dictadura al estilo cubano.

Esperemos que por la cabeza de los gobernantes no esté pasando la idea de forzar una violencia cada vez mayor para terminar de destrozar las instituciones, porque esa jugada sería mucho más grave que el aumento de las retenciones a la soja. © www.economiaparatodos.com.ar

Consejos del doctorcito Goebbels a una sudaca prominente

Por Ernesto Poblet

www.notiar.com.ar

Don Joseph Goebbels -aquel legendario Ministro de la Propaganda e Información de Hitler- hablaba un lunfardo con acento medio teutón pero se hacía entender: “Piba, vos mandate cien bolazos juntos en una hora. Te creerán diez y ya es bastante.

Empezá con algo grosso. Algo así como que los cacerolazos no fueron espontáneos. Invocá una cadena de mails por la mañana. ¿quien te puede desmentir…?. Ahora hay mails de toda clase y a cada segundo. Eso sí, no se te ocurra exagerar. Si decís que los caceroleros fueron llevados en ómnibus y distribuídos para cacerolear en todo Buenos Aires y las provincias y repartieron sándwiches y coca, nadie te cree. Son giles pero no tanto.”

“El bolazo que los va a impresionar es ese en el que rebajaste las retenciones en girasol y trigo. A eso lo tenés que colocar suavecito, al pasar –modestamente- no sea que a algún loco se le ocurra decir que la rebaja fueron las chirolitas ésas del 0,08%. Si te comparan con el latrocinio de la soja que llegó al 44,1% móvil, te sale el tiro por la culata. Cuidate en eso.”

“Piba, date cuenta una cosa. Si lo convenciste a Martincito que te defendiera técnicamente las retenciones, vos no te metás en la cosa técnica. Si Martincito macanea y saca a relucir el ABL de Macri por que lo aumentó y lo compara con tu latrocinio de la soja, todos los intelectuales le van caer encima. ¡Pará Chantún!, le van a decir… El ABL no es un impuesto, es una tasa, y hasta Aníbal que es contador sabe la diferencia entre una tasa y un impuesto.”

“Te van a robar prensa diciéndote que la tasa va directo al servicio del alumbrado, del barrido y la limpieza. Y así les das la oportunidad de descubrirle a la gilada que la retención a la soja va para pagar tus aviones, helicópteros, tus Vuiton y Botox, tus modelitos diarios y los ñoquis del Estado. También para los servicios de inteligencia (éstos cómo han aumentado últimamente). Lo mismo pasa con los sobreprecios publicitarios que convenís con los diarios y radios. ¡Y cuántas otras cosas más…!”

EL DORIMA CRIOLLO Y EL JEFAZO ARIO

“Además ya te están reprochando que a tu Dorima se le ha ido la mano con el gasto público y vos no te quedás atrás tampoco. Cuidate hija. Vos seguís con la tuya, pensá varias veces que en tu chamuyo estás solita, sólo te acompaña el micrófono, la cámara y millones de giles escuchándote. Viéndote los mohines y los arreglitos del pelo, cosa que a tu Dorima nada de eso le pasaba. Decile a la muchachada cien veces -si te fuera posible- que la platita de las retenciones vuelven al pueblo en ayudas, calles, caminos, comida, vivienda, viajes a Disney, a los hoteles de Moyano ¡ Y cuantas otras cosas más…!”

“Decile a Alberto que te haga una lista de las maravillas que vas a hacer devolviéndoles en obras y subsidios los quince mil palitos que te recaudás con la soja. No te metás en los tecnicismos, te repito. Mirá si por ahí se te escapa o dejás deschavar que el 44,1% de la soja se aplica en el capital de producción.

Vos dejá que crean que sólo se aplica en el neto de la ganancia. Eso lo saben los que pagan y por más que se desgañiten implorando nadie les va a dar bola. Una frase tuya en la horita de Parque Norte tiene más efecto que los doscientos pelotudos que explican técnicamente la realidad.” El doctorcito Goebbells gustaba de parlanchear bastante. Era el pico de oro de aquel famoso régimen. Como Alberto, explicaba todo lo inexplicable y defendía lo indefendible

“No te olvides que la propaganda que distribuimos desde el Estado cuida precisamente eso. Me acuerdo en el Reich, por un avisito de morondanga pagábamos carísimo y así los medios nos pasaban cientos de reportajes y noticias favorables a nosotros, el Estado.” Goebbels se había entusiasmado tanto que de golpe olvidó sus viejos tiempos acabados en el bunker de la Cancillería de Berlín, allá por abril de 1945.

Pero siguió inmutable con la sabiduría que dan los años esotéricos del más allá. “Piba, repetí mucho eso de los pobres y los que menos tienen. Imaginate, los pipistrilos paupérrimos se ilusionan y ya se ven veraneando gratarola en los cinco estrellas de Moyano. La muchachada estudiantil, los psicólogos, sociólogos y otras profesiones que detentan una buena porción de tilingos, están prestos a comprarte esa filantropía dicharachera tuya. Tu Dorima los acostumbró así.”

“Piba, seguí con la cantinela de Luisito, el de las piñas y los piquetes, al General en los cuarenta le fue bien con eso de los oligarcas y los vendepatrias. Después de viejito cambió algo. ¿Quién le da bola a esos que dicen que ahora son cientos de miles los productores agrarios y que laburan personalmente en el mismo campo?. Vos distribuí la vieja imagen del estanciero con montura inglesa que eso penetra bien. ¿Viste los de las novelas brasileñas…?”

“Imaginate esos tipos con los quince mil millones de las retenciones en sus faltriqueras administrándolos ellos. Se lo van a gastar en insumos, glifosato, qué se yo de esas cosas de ahora. Se invertirán la guita en reequiparse de esa agroindustria de mierda que creció sola en la Argentina antes de que Montoya o Moreno se dieran cuenta. Por favor ¿para qué tenés un Ministerio de Planificación Federal…? ¿Te imaginás esa guita en manos de Julio el arquitecto…? Con el arte y la experiencia que tiene ese tipo para evaluar tasas de interés en los bancos del exterior… ¿Quién mejor que él…? El anteojudo se la sabe lunga, se la sabe.” Joseph Goebbels sonreía mefistofélicamente…

“Piba, jugate. ¡Cómo me gusta tu Dorima…! Me trae nostalgias de un Jefazo que tuve antes, hace muchos años. Qué idea genial tuvo tu peor es nada el día que se le ocurrió lo de la “burguesía nacional”. ¿Sabés que a mi Jefazo se le antojó algo así…? Juntó como a cinco familias requetepudientes y se largaron a suscribir todos los contratos con el Tercer Reich. Perdoná que te hable así. El Reich ese era el Estado alemán. Mi Jefazo era socialista obrero e inventó el nacional-solcialismo o capitalismo de Estado. Más o menos a lo que tiende el piola de tu Dorima. De las cinco familias a lo mejor te acordás de los Krupp.”

Don Joseph Goebbels, ya viejo y encorvado, siempre con su zapatito ortopédico que lo hacía renguear algo, elegante en sus graves pilchas negras, bien peinado a la gomina, restregaba entusiasmado sus manos, sonreía feliz: “Piba, vos dejá que Julio el arquitecto siga haciendo sus “anuncios”. Con el tiempo nadie se acuerda de nada, pues Julio, rapidito se apura a tapar viejos proyectos con otros asombrosos y la gente se apabulla de lo lindo. Cuando ya nadie cree o se olvidó de los megas gasoductos de los amigos Chavez y Evo aparece el tren bala. Cuando se asustan por la fragilidad del gas y la electricidad Julito te inaugura por arte de magia dos usinas térmicas que empezarán a funcionar Dios sabe cuando.

El Plan Nuclear ¿te acordás en 2006…? miles y miles de millones de dólares, una maravillosa empresa canadiense con la mejor tecnología. Todo va quedando en la nada pero nadie chilla. Se armó la podrida en la Conea porque la copó el gremio y algunos ecologistas y al final no hay ningún problema. Por ahí, si arreglás el fato del Club de París y el FMI, el asunto comienza a marchar y los amigos de la burguesía nacional empiezan a descorchar las botellitas del Pommery.”

“Vos anunciá, anunciá que todo se olvida. Cuando vengan las elecciones anunciá mucho más y de lo malo que te suceda le echás la culpa a Macri. ¡Ojo…! Nunca culpes a la Carrió. Ésa es una artista. Por ahí se hace encarcelar y te birla las elecciones del 2011.”

“Piba, seguí diciendo que todo lo bueno lo hizo solamente tu Dorima. El bienestar y el desempleo se deben a las medidas que él implementó. Quedate tranquila. Nadie te va a pedir cuenta, nadie se va a atrever a preguntarte cuáles son esas medidas. ¿Vos creés que Dady Brieva o el Negro Oro te van a poner en ese brete…?. Son tipos macanudos.”

“Piba, a cuanto loquito se le ocurra decir que el bienestar y el empleo vinieron por los 20.000 millones de dólares, esos que entraron al país desde 2003 para arriba, gracias a la soja y no por el cuento chino; vos hacé chito la boca, como que no oíste nada. Dejalos que se desgañiten gritando eso. Si te ponés a discutir perdés como en la guerra. Si se interesan por investigar el asunto de la exportación de la soja maravillosa que se hizo desde 1996 (imaginate… ¡mediados de la década del noventa, qué horror…!). sonamos todos, sonamos… Hasta podrían descubrir que al encantador Puerto Madero -donde atiende tu Dorima- lo hizo el impresentable de Carlos Grosso, lo hizo…”.

“Lo mismo si te hablan del contexto de la economía mundial, eso de los tres mil millones de indios y chinos morfando porotos de soja. Vos con el dedito les explicás -como sabés hacerlo- que todo el bienestar vino gracias a tu antecesor en el sillón de Rivadavia y los obligás a cambiar de tema en el acto. Hablales del romance entre el Kum Agüero y Gianina Maradona. Así demostrás que estás al día con los asuntos que interesan a la gente.”

OTROS CONSEJOS DEL VIEJO GOEBBELS

“Escuchame Piba: Eso del “Piquete de la Abundancia” fue astuto. Vos tenés que lograr que la gente que te vota se acostumbre a la falta de todo y odie la riqueza y el bienestar. ¿Vos sabés la bronca que almacena la mujer pobre y el infeliz que no le alcanza ni para los fasos, saber que hay otros malditos que ganan plata…? No te olvides, tenés que lograr que siempre piensen que vos sos la salvación y el maldito que está del otro lado le piensa robar lo poco que tiene. Eso no falla jamás. Esa gente va a estar siempre con vos a muerte. Preguntale a Luisito, el gordo de la piña fácil. Si hasta lo mantenían en la época que el Cabezón empezó con los planes “Trabajar”. El vivaracho éste se aplicaba para él una cuota sindical deducida de cada uno de los 150 manguitos mensuales que repartía. A este Luisito lo hubiera querido tener en las SS.”

“Conservate en el rincón donde empezó tu existencia. Vos y tus íntimos tienen que decidir si tu gente siembra mandioca o maíz o trigo o exportan carne. La muchachada por su cuenta no puede decidir eso porque vos perderías la manija. Tu Dorima lo maneja muy bien a ese yeite. Igual que mi Jefazo. No le aflojaba ni un tranco de pulga a nadie.”

“Hacete amigo del juez y no descuidés los gobernadores ni los intendentes. Cuidate con esos, donde le aflojés cuerda te pueden crear grandes problemas. Son demasiado pedigüeños. Hacé como hacía tu Dorima. Retaceales de vez en cuando los giros de fin de mes cosa de poner nerviosos a los empleados de la provincia o el municipio ¡Ahí sí que te van a respetar…!”

“Insistí mucho con el Proceso Militar, no te olvides ni un día y dramatizá con su vuelta, eso les da temor. Volvelos locos con que el desempleo no pasa del 7%, nadie te lo va a discutir, eso sí, no exageres en bajarlo mucho, todo tiene su límite, inclusive estas cosas… y a la industria hacela crecer todos los meses, al menos en el Indec, eso no cuesta nada. Tratá que ningún informativo de radio o TV se olvide que cualquier cosa creció este mes tanto por ciento más que en el mismo mes del año anterior. Bombardealos con esos informativos. Acordate de la tortura de la gota de agua.”

“Te salió bien eso de que los caceroleros gritaban para que vuelva el dictador. Te felicito. Veo que sos buena aprendiza. También te felicito por tus discursos sin machetes. Mi Jefazo era un fenómeno para eso. Lo único que lo distinguía de tu estilo era su histrionismo. Se ponía dramaticón en cada discurso. Vos sos más medida, más profesoral. El Jefazo discurseaba con sus dos brazos para adelante, para atrás, para el costado y para adentro. Observalo bien en los noticieros de la época. A vos te encuentro más cauta. Sólo movés wagnerianamente el dedito índice.”

“Y te despido mi querida discípula sudaca, con letra de tango. ¡Atenti pebeta, seguí mi consejo, yo soy zorro viejo, y te quiero bien…!”

Gentileza en exclusiva para NOTIAR

Carta abierta al ministro Lousteau

Enviado por Ivanus a través de Google Reader:
Carta abierta al ministro Lousteau
vía Variedades pachoro+yo@gmail.com de Pacho Ro el 25/03/08


Estimado ministro: Disculpe si hago pública esta carta. Pero me parece que usted acaba de instaurar una política para el sector agropecuario que, por sus implicancias, amerita un profundo análisis. Creo que mejor hubiera sido hacer eso antes de firmar el decreto que impone las "retenciones móviles", un mecanismo inédito que implica de hecho una verdadera confiscación de la renta rural.

La reacción del sector ha sido tan obvia como justificada, pero quizá en el fragor de la respuesta no se haya profundizado lo suficiente en los conceptos que usted planteó para sustentar la medida.

A nadie escapa el objetivo fiscalista de las nuevas reglas. Pero usted desmintió públicamente que el objetivo sea mejorar la situación de caja. Usted, en la argumentación previa, sostiene que el objetivo de su plan es "Detener la sojización".

¿Usted es consciente de lo que esto implica? La soja, curiosidad botánica hace treinta años, este año facturará 25.000 millones de dólares FOB. Y no está sola, es simplemente la abanderada de un proceso de intensificación de la agricultura que colocó de nuevo a la Argentina en el mapamundi.

Pero la soja es el único producto de la economía nacional en el que la Argentina juega en primera. Se ha convertido en el primer exportador mundial de los dos productos que se obtienen a partir de ella: la harina de alto contenido de proteína, y el aceite. Se han invertido en los últimos 20 años más de 10.000 millones de dólares en puertos privados y plantas de procesamiento. Y los productores han invertido otros tantos en tractores, sembradoras, pulverizadoras automotrices, cosechadoras y camiones.

El interior se ha movido al compás de la soja. Centenares de pueblos en todo el país se mueven al compás de esta oleaginosa. Se está expandiendo la frontera agropecuaria. Surgen pueblos aletarga dos, como Bandera en Santiago del Estero o Charata en el Chaco. Sin hablar de la prosperidad del interior de las provincias de Córdoba, Santa Fé, con emporios como Río Cuarto, Venado Tuerto, América, Rafaela, para citar algunos ejemplos. Creo que usted no los conoce, ni se los imagina. De lo contrario, no hablaría tan livianamente de la "sojización" como algo que debe ser frenado.

Usted atribuye a este fenómeno de "sojización" la escasez relativa de leche y carne, e incluso señala que son actividades a las que es muy difícil volver cuando se las abandona. Le explico, si me lo permite.

Hace muchos años que la gente de campo tomó conciencia de que las vacas no hacen fotosíntesis. Esta es una capacidad que sólo tienen las plantas. Las vacas lecheras y los novillos sólo transforman en leche o carne el forraje que consumen. Estimado Lousteau: una hectárea de maíz, con la nueva tecnología, rinde 10.000 kilos de grano.

Un novillo encerrado en un corral convierte 7 kilos de maíz en uno de carne. Por lo tanto, una hectárea de maíz da 1.500 kilos de carne.

Pero si en lugar de sembrar maíz, la destinamos a hacer un engorde pastoril, como el que usted propone -convengamos que acompañado por algún gobernador tan poco conocedor como sus asesores- va a lograr sólo 300 kilos de carne. Es la quinta parte, Lousteau. Lo mismo pasa con la leche. Por eso, en las tierras agrícolas de todo el mundo los animales no pastan.

Están encerrados y comen los granos obtenidos en esas tierras. Esto es inexorable.

Forzar la vuelta a la Edad Media va a provocar hambre y desocupación, y se va a resentir la salud macroeconómica. Su decisión, señor ministro, es extremadamente temeraria.

Usted habló después de que los productores de soja tienen una "superrenta". ¿Cuál es el pecado?

Apostaron y les fue bien. Si usted necesita la plata de ellos, pídala prestada. Es lo que pasaría en un país en serio, como sus patrones se ufanan. La confiscación nos retrotrae a nuestras peores costumbres.
Usted parecía diferente.

Esta escrita por Hector Huergo dejo el link de su BLOG para los que quieran más info
Saludos a todos.. por los pedidos en los comentario vamos a ir agregando mas info sobre el tema para tratar de que se logre tener una correcta magnitud de la situación...

Momento crucial

Hasta la década del cuarenta la política estaba unida a los sectores productivos representados básicamente por el campo. Si el desarrollo posterior hubiera mutado el devenir natural hubiera sido que la política se adaptara. Perón quebró la médula del sistema aliándose a los sectores improductivos. Sindicatos privilegiados con sindicalistas que se hicieron millonarios e industriales privilegiados que no dejaron nunca de depender de la protección, más toda la industria del estatismo, juntos contra el campo que por los próximos sesenta años se convertiría en el objeto de las burlas el resentimiento y la reprobación social.

Así como desaparece el partido conservador y se produce un desplazamiento de las elites influyentes, el campo aceptó culposo el papel de “oligarquía vacuna” que le tiene que pedir perdón a la industria de los atorrantes saqueadores por su existencia, su suerte o su riqueza. La argumentación a mano para responder sólo ha sido llorar por sus desgracias para ser perdonados por su suerte. Excelente combinación para los saqueadores.

Ahora tenemos al sector al cual se le debe el crecimiento del país a pesar de tener al gobierno más parásito desde aquél peronismo y algunos creen todavía que el argumento por el cual no se deben dejar robar por millonarios como los kirchner, Moyano y Alberto Fernández, es que ellos no están tan bien como dicen. Ahí está Página 12, la representante del resentimiento nacional (y por lo tanto del gobierno) burlándose otra vez de los ricos que se quejan.

El país se sana cuando uno de estos ricos, ricos por ser productivos y no parásitos que reciben publicidad oficial, o porque se les asignan areas importantes de la economía por ser amigos del poder, contesten: “soy rico, muy rico y a vos qué carajo te importa. Soy muy rico y si tocás mi riqueza va a haber quilombo. La riqueza es mía porque la produje, y la van a disfrutar mis hijos y mis vecinos y mis proveedores y todos los que defiendan mis derechos”. Algo así. No se pide perdón por la riqueza, se pide perdón por afanar.

Pero digo que el momento es crucial porque en medio de la rebelión, algunos toman consciencia de que se tiene con qué resistir. Y que los fantasmas que les exhiben los delincuentes en el gobierno como Moyano o D’Elía son ídolos de papel. Pero sobre todo estan percibiendo que el gobierno nacional es inútil para todo el país. Algunos creen que sólo lo es para el interior porque al gobierno nacional lo identifican con Buenos Aires y además Buenos Aires tiene algunos privilegios pero ésta ciudad no necesita para nada de ellos ni del gobierno nacional al igual que el interior.

Sería dificil que la política vuelva a estar ligada a la producción en lugar de a la improductividad sin un quiebre en la médula del actual sistema. Como hizo Perón, pero al revés. En mi opinión quebrar la médula de este mounstro es disolver, hasta convertirlo a su mínima expresión, al gobierno nacional. Que los parásitos se queden sin lugar dónde operar y que los políticos tengan que elegir entre responder a los secotres productivos que tienen al lado suyo o a los improductivos que quedarían tan descastados como el campo años atrás. Y que el interior, que por el momento es básicamente el campo y sus derivados, se vuelva a sentir fuerte.

Un productor le dijo esto a Fontevecchia: “Nos quieren robar nuestro estilo de vida, estamos cansados de que tengamos que ir a la Capital para atendernos en un hospital o nuestros hijos tengan que irse allí para estudiar. ¿Por qué? Nos sacan los ingresos que debe manejar nuestro municipio, a 9 de Julio estas retenciones le sacan 270 millones de dólares que se van para el Gobierno Nacional, mientras que el total del presupuesto de todo el Gobierno local de 9 de Julio son 12 millones de dólares”.

Este es todo el meollo de la cuestión. A ese nivel no hay discusión ideológica necesaria y entonces todas las entidades del campo están de acuerdo sin necesidad de sacar ningún panfleto para dirimir pertenencias. Ese productor habló, según cuenta la nota, visiblemente emocionado. Ese no es un dato menor. Los cambios solo ocurren viabilizados por la pasión. La sensación de hasta acá llegamos es fundamental.

Esa fuerza deberá ser mayor a la que produjo el otro fenómeno descripto por otro productor: “Aquí gano Cristina con el 45%, pero si hoy le pregunta a todos nadie le va a decir que la votó”. Si los productivos creen que tienen oportunidad de parasitar también están perdidos. Si ellos son invitados a la fiesta ¿quién va a ser el pavo de la boda? Cualquier invitación será mentirosa.

Alguien apareció con la pregunta tonta acerca de si estaba de acuerdo con los cortes de ruta porque los hacía el campo porque me simpatizaban “ideológicamente”. No tengo ninguna simpatía ideológica por el campo porque no le conozco ninguna ideología al campo. Cuando hablan de temas políticos no son mejores ni peores que la media. Lo que me pone del lado del campo es que les están robando y mientras les roban los maltratan porque saben que el campo cree merecer algunas de las cosas que les dicen. Si fuera por simpatías ese voto a sus captores en octubre hubiera terminado con ellas. Estoy en total desacuerdo con los cortes de ruta y nunca hice ninguna distinción entre piqueteros y clase media idiotizada de Gualeguaychú. Tampoco la hago ahora porque quienes sufren los cortes no son los asaltantes sino otros asaltados. La diferencia en este caso es que estoy muy de acuerdo con el motivo de la protesta y esta vez si que se trata de ejercicio del derecho de resistencia a la opresión. No la barata conversión de ese principio como el derecho de joder a los demás para obtener botines.

Ojalá que esa resistencia siga, con otros métodos y se convierta en algo positivo. Una nueva alianza política para liberarse del estado nacional que no les da nada y sólo se trata de un gigantesco aparato parasitario.

Fuente: No me parece

4000 años de Control de Precios

Fuente: adiosalestado.blogspot.com

Este es un ensayo que me envió Cristian Adárvez, un amigo mio. En 4000 años muchos gobernantes han impuesto controles de precios y regulado los mercados, pero nunca tuvieron éxito, porque las leyes del mercado y la ciencia económica son superiores a la voluntad del hombre, algo que este no puede dominar. Lean la historia.

“CUATRO MIL AÑOS DE CONTROL DE PRECIOS Y SALARIOS: COMO NO COMBATIR LA INFLACIÓN”.

“Tanto desde el punto de vista histórico como en la teoría y práctica económica se ha demostrado la ineficacia de los controles de precios para contener la inflación.
Si los controles de precios se extienden más allá de un muy breve plazo inexorablemente se estará frustrando el futuro de una economía sana. Porque dichos controles al impedir que la gente manifieste sus necesidades a través del sistema de precios libres, anula la señal más importante que tiene el empresario para innovar, descubrir, producir e invertir.
Un Estado con control de precios es un país con la libertad restringida, sin estímulo para el progreso, sin cabida para la iniciativa y la creatividad, del cual inevitablemente querrán fugarse sus mejores talentos, especialmente los de espíritu joven e innovador”.

Control de precios. 40 siglos de fracasos
Robert L. Schuettinger nació en Nueva York en 1936 y estudió en Columbia, Oxford, Chicago (M.A.), y St. Andrews (B. Phil). Ávido Estudioso del pensamiento liberal, el profesor Schuettinger fue discípulo de Friedrich Hayek en Chicago y de Sir Isaiah Berlin en Oxford.
Entre sus trabajos históricos académicos se encuentran "The Conservative Tradition in European Thought" (Putnam's, Nueva York, 1970) y una biografía de Lord Acton que publicara en 1976 la Open Court.
El profesor Schuettinger ha enseñado en The Catholic University of America, St. Andrews University y Yale University.
Fue Director de Estudios en "La Fundación Heritage" en Washington y editor fundador de su publicación "Policy Review"

Éamonn F. Butler es graduado de la Universidad de St. Andrews (Ph.D), en Escocia y ha enseñado economia en el Hillsdale Collage. Es coautor del libro "British National Health Service".

El mundo antiguo

Desde hace más de cuarenta siglos los gobiernos de todo el mundo han tratado de fijar precios y salarios. Desde los tiempos remotos, el máximo poder consistía en tener autoridad sobre las mercancías más importantes: los alimentos. La persona o clase social que controlara el abastecimiento de los alimentos esenciales, tenía en sus manos el poder supremo. Y por esto, uno de los primeros efectos derivados de un estricto control de precios sobre los productos agrícolas fue el abandono de las granjas porque ya no eran rentables. Cuando sobrevenía el fracaso, como generalmente ocurría, acusaban a sus súbditos de perversos y deshonestos, antes de reconocer la ineficacia de la política oficial. En nuestros días ocurre exactamente lo mismo.

Sumeria

En su aleccionador trabajo ¿Debe repetirse la historia? Anthony Fisher nos habla de un rey de Sumeria, Urakagina de Lagash, cuyo reinado comenzó alrededor de 2350 AC. Por los datos que han llegado a nuestros días sabemos que fue aparentemente un precursor de Ludwig Erhard (autor del milagro económico alemán), quien comenzó por abolir la carga de regulaciones excesivas del gobierno sobre la economía, incluyendo los controles sobre salarios y precios.

Un historiador de aquellos tiempos nos relata que poseemos de Urakagina uno de los más preciados y reveladores documentos en la Historia de la humanidad sobre la inquebrantable y perenne lucha del hombre contra la tiranía y la opresión. Es en este documento que encontramos por primera vez la palabra libertad registrada en la Historia.

Babilonia

Hace cuatro mil años, en Babilonia, el Código Hammurabi, el primero de los grandes códigos que se escribieron, impuso un rígido control de precios y salarios. El artículo 268 del Código a título de ejemplo dice así: "Sí un hombre ha alquilado un buey para la trilla, dará por el alquiler veinte 'QA' de trigo".

Sin duda estos controles dañaron los sistemas de producción y distribución en Babilonia. Los hechos históricos muestran un deterioro del comercio en el reino de Hammurabi y en el de sus sucesores. Esto se debió por una parte a los controles de precios y por otra a la influencia negativa de un gobierno acentuadamente centralista que intervenía en la mayoría de los aspectos económicos.

La China Antigua

En su estudio Los principios económicos de Confucio y de su escuela, el sinólogo Dr. Huangchang Chen afirma que en la China Antigua igualmente se practicaba un exagerado control gubernamental; había un jefe de comerciantes por cada veinte negocios o tiendas, cuyo deber era fijar el precio de cada artículo en base de su costo. Cuando se producía alguna calamidad como terremotos, inundaciones, etc., que reducía la oferta de productos, no se les permitía a los comerciantes subir los precios. Sí había malas cosechas de granos, por ejemplo, éstos deberían venderse al precio "natural" y si aparecía una epidemia lo mismo ocurría con la venta de ataúdes.

La India

En la India, 321 A.C. se hablaba de controlar a los comerciantes y artesanos. Un autor de la época, el filósofo político Kautilya, de gran renombre en su tiempo, recomienda el nombramiento de superintendentes para una gran variedad de actividades como venta de licores, alimentos y hasta damas para la noche; por ejemplo una cláusula que indicaba: el superintendente determinará las ganancias de cada prostituta. Esto nos da una idea de los extremos del control oficial. Luego había una nota que decía: "Belleza y talento son los únicos atributos que deberán tomarse en cuenta al seleccionar una prostituta".

Grecia Clásica

En Grecia ocurría algo parecido. La populosa Atenas estaba rodeada de muy poco territorio de modo que siempre había escasez de granos y era necesario importar más de la mitad de lo que se consumía. Por lo tanto, la tendencia natural era que el grano subiera de precio en tiempos de escasez y que bajara en tiempos de abundancia. Entonces se nombró una multitud de inspectores de granos, los sitophylaques, a fin de regular el precio a un nivel "justo" fijado por el gobierno ateniense. Ellos fueron la agencia de protección al consumidor de la Edad de Oro. El gobierno nombraba funcionarios que compraban el grano dondequiera que pudieran encontrarlo; luego hacían suscripciones públicas para reunir fondos e introducían rebajas en los precios o racionaban el producto. ¿Y que resultaba de ello? El fracaso, como era de esperar. Los comerciantes "culpables" eran condenados a muerte y el gobierno llegó a ejecutar hasta a sus propios inspectores cada vez que flaqueaban en su deber de controlar los precios. A pesar de todos los castigos se desobedecieron estas medidas y los precios del trigo siguieron fluctuando según la oferta y la demanda.
La burocracia oficial fue reguladora y explotadora del público, en vez de propiciar el desarrollo económico.

La República y el Imperio Romano

En Roma el gobierno intervenía de diversas formas. Una de las leyes más importantes de la República fue la de las Doce Tablas (449 AC), la cual entre otras, fijaba el interés máximo en una "uncia" por libra (cerca del 8 por ciento). Sin embargo, muchas veces los políticos consideraban que era muy popular perdonarle a los morosos el pago de los intereses sobre sus deudas.

Los cereales

Las leyes sobre granos tuvieron un efecto pernicioso a lo largo de la historia de Roma. Desde antes del siglo IV AC, el gobierno compraba grandes cantidades de trigo en tiempos de escasez y los revendía al pueblo a un precio fijo barato. En la época de Cayo Graco se adoptó una ley por la cual todos los ciudadanos romanos tenían derecho a comprar cierta cantidad de trigo al precio oficial que era mucho más bajo que el precio del mercado. En el año 58 A.C., se "mejoró" esa ley para que cada ciudadano tuviera derecho a obtener trigo gratis. El resultado, claro está, tomó de sorpresa a las autoridades: la mayoría de los agricultores abandonó los campos y se fueron a vivir a Roma sin necesidad de trabajar.

El Edicto Diocleciano

Como los males económicos se acrecentaban, los emperadores intentaron remediarlo devaluando la moneda. Nerón (54-68 DC) comenzó con devaluaciones pequeñas, pero las cosas empeoraron en tiempo de Marco Aurelio (161-180 DC) cuando se redujo el peso de las monedas. Estas manipulaciones fueron la causa probable del aumento de precios. El manejo irresponsable de la moneda provocó la inflación, cuando Diocleciano en su famoso Edicto (301 DC) le atribuye la responsabilidad de la inflación erróneamente a los comerciantes y especuladores. La historia se repite.

Creyendo que podía controlar por decreto la inflación, Diocleciano puso precio fijo a todas las mercancías y a todos los servicios. Este fue el objeto del Edicto y quienes lo redactaron sabían muy bien que si no lograban darle un valor universal y fijo al denario en términos de bienes y servicios (un valor que no coincidía para nada con su valor real) el sistema inventado iría hacia un colapso seguro. De allí que el Edicto cubriera todas las eventualidades y que las multas fueran muy severas, llegando incluso a la pena de muerte para aquel que vendiera sus mercancías a precios mayores que los establecidos, así como para cualquiera que las comprara pagando de más. Un dato interesante es que los maestros de retórica (que preparaban el camino para la carrera política) eran los que tenían fijado el sueldo más alto.
El resultado fue que, a pesar de la pena de muerte que amenazaba a los transgresores, los precios máximos no fueron acatados. Los posibles compradores viendo que los precios desbordaban el límite impuesto, empezaban a arremolinarse frente a los negocios y luego atacaban y destruían las instalaciones, matando de paso a sus dueños. Por su parte, la gente acaparaba los artículos hasta el día en que se levantasen las restricciones, de modo que la escasa cantidad de artículos ofrecidos a la venta provocaba un acentuado aumento de los precios. De allí que lo poco que se vendía fuera a precios ilegales y, naturalmente, en la clandestinidad. Winston Churchill afirmaría 17 siglos más tarde que quien abolía un mercado libre creaba un mercado negro.

Diocleciano, a su vez, sostenía con el mundo antiguo la perniciosa creencia en la omnipotencia del Estado; creencia que algunos teóricos modernos continúa compartiendo. Pero antes que el famoso Edicto cumpliera cuatro años, el precio del oro había aumentado un 250 por ciento en relación al denario. Diocleciano había fracasado en su intento de engañar y obligar a la gente a comprar y vender según lo indicado por el edicto. Pero el daño estaba hecho y durante ese siglo la inflación romana alcanzaría el 2.000 por ciento. Así acabó otro "bien intencionado" experimento. Diocleciano dejó de ser emperador y por el resto de sus días se dedicó al cultivo de coles y a la meditación sobre la locura y la indocilidad humana.

La Edad Media y los primeros tiempos de la Edad Moderna

En la Edad Media la doctrina del "precio justo" convirtió a la regulación de precios en un mandato religioso. Los consejeros de Carlomagno -como muchos políticos contemporáneos- no comprendían que aquellos que almacenan un producto para venderlo más adelante, aumentando sus ganancias, podrían contribuir a reducir las fluctuaciones de precios.
En Inglaterra medieval se hicieron muchos esfuerzos para regular los precios del vino y del trigo. Pero ni siquiera una ley para fijar el precio del pan, según el peso de cada pieza, pudo aplicarse en forma global, y pronto cayó en desuso.
En el siglo XVI unos malentendidos controles de la economía fueron decisivos en la suerte que confió la ciudad más importante de lo que es hoy Bélgica. De 1584 a 1585, Amberes fue sitiada por las fuerzas españolas al mando del Duque de Parma, quien quería mantener el Imperio de los Habsburgo en los Países Bajos. Lo primero que comienza a escasear en una ciudad sitiada son los alimentos, con el consiguiente aumento de precios. Los jerarcas de la ciudad reaccionaron como muchos lo habían hecho antes y también lo harían después: dictaron una ley que fijaba un precio máximo para cada artículo alimenticio, con severas multas a los transgresores. Esta política tuvo dos consecuencias: por un lado nadie quiso arriesgar que sus barcos fueran hundidos por los soldados del Duque. Al fin y al cabo ese mercado era igual a cualquier otro; y además si los precios hubieran sido atractivos, quizás alguien se hubiese arriesgado, pero como eran fijos y bajos los suplidores perdieron interés en abastecer la ciudad. Por otro lado, los ciudadanos de Amberes, seducidos por los precios bajos, consumieron más de lo razonable. Muy pronto los alimentos se agotaron, la ciudad tuvo que rendirse y los españoles entraron triunfantes.

George Washington: rectificar es de sabios

En 1777, la mayoría del ejército de George Washington se hallaba acuartelado en Pennsylvania. La legislatura de dicho estado decidió ensayar un período de control de precios, limitado a los productos necesarios para el ejército. La teoría era que esta política reduciría el gasto de suplir al ejército y aliviaría la carga de la guerra sobre la población. Los precios de los productos no regulados, la mayoría importados, subieron considerablemente. Los granjeros retenían sus productos, rehusando vender a un precio que consideraban insuficiente. Algunos que tenían familias numerosas que mantener, vendieron secretamente sus alimentos a los británicos, quienes pagaban mejor.

Después del desastroso invierno de Valley Forge, el ejército de Washington casi pereció de hambre (debido a estas leyes bien intencionadas, pero equivocadas), el experimento del control de precios fue descartado. El 4 de junio de 1778, el Congreso Continental adoptó una resolución que expresaba: "Ya que... se ha comprobado por experiencia, que las limitaciones sobre precios de los productos son no sólo ineficaces para los propósitos propuestos, sino que ocasionan consecuencias dañinas con gran detrimento de los servicios públicos y opresión gravosa de los individuos..." resolvió, "que se recomienda a los diferentes estados derogar o suspender todas las leyes o resoluciones que limiten o restrinjan el precio de algún artículo, manufactura o producto".

Cuando los controles fueron eliminados, la inflación que estaba representada, se desbordó y los precios aumentaron a ochenta veces su nivel de preguerra por un corto período, para estabilizarse luego a un nivel ligeramente por encima de los promedios de preguerra y así permanecieron durante la próxima década. Un economista contemporáneo, Pelatiah Webster, observó en 1780, al analizar los acontecimientos, que si al comercio se le deja actuar libremente, éste buscará, como la corriente de un río, sus niveles naturales.

La Revolución Francesa

La Revolución Francesa eliminó muchas de las trabas y de las disposiciones de los tiempos feudales. Durante dicha Revolución, el problema principal de Francia no eran los alimentos, sino su distribución. Como siempre, la solución de los burócratas fue remediar este mal con otro peor: la ley del "máximo" que fijaba los precios del grano por decreto en cada distrito y obligaba a además a los agricultores a recibir los famosos "assignats" (vales) según su valor nominal, como si fueran dinero constante y sonante, Pronto la cesta familiar del país más rico de Europa en esa época, quedó drásticamente reducida. Surgió entonces, como siempre ocurre, un inmenso mercado negro que desafiaba los controles impuestos por el gobierno sobre los alimentos. En contra de lo que se había pretendido, la mantequilla, los huevos y la carne se vendían de puerta en puerta y en pequeñas cantidades, a los compradores pudientes. Una vez más los controles que pretendían favorecer a los más necesitados, lograron que solamente los ricos pudieran alimentarse a sus anchas, pues lo único que se consiguió fue un aumento prodigioso del precio de los alimentos en el mercado negro.

El siglo XIX, un fracaso y un triunfo

El siglo XIX nos proporciona dos ejemplos opuestos con respecto a los controles. Por una parte el de los Estados Confederados cuando quisieron financiar su guerra civil en Norteamérica, mediante el recurso de la inflación, imprimiendo billetes: el fracaso fue total.

El ejemplo del triunfo nos señala que en 1815 se le habían impuesto altos aranceles en Inglaterra a la importación de cereales, con el fin de proteger los intereses de la nobleza terrateniente que dominaba el partido del gobierno conservador. Esto logró la alianza política de la clase media industrial con los asalariados. Si los pobres se veían obligados a gastar la mayor parte de sus ingresos en pan, no tendrían disponibilidad para adquirir los nuevos productos de la industria. En 1846 hubo que desmantelar el sistema artificial de precios de los cereales porque ante el fracaso de la cosecha de papas en Irlanda por segundo año consecutivo, la gente se estaba muriendo de hambre. Esta fue la primera gran victoria del comercio y la industria contra el proteccionismo. Los precios de los cereales, sin trabas oficiales, se mantuvieron bajos durante toda una generación y se le abrió la puerta a la gran expansión comercial e industrial de la Inglaterra victoriana.

Bengala

En 1770, en la provincia india de Bengala, fracasó por completo la cosecha de arroz y murió la tercera parte de la población. Varios investigadores atribuyen este desastre fundamentalmente a la rígida política gubernamental que procuraba mantener bajo el precio de los granos, en lugar de dejar que subieran a su nivel natural. Era claro que un aumento de los precios habría establecido un sistema de racionamiento automático, que hubiera permitido la conservación de los alimentos disponibles hasta la próxima cosecha. Sin este racionamiento, las reservas se consumieron rápidamente y millones de personas se murieron de hambre, como un resultado directo de la intervención del gobierno en el mercado.

Sin embargo, el gobierno aprendió con la experiencia. Noventa y seis anos más tarde, la provincia de Bengala estaba nuevamente al borde de la hambruna. Pero esta vez se siguió un procedimiento completamente diferente, según lo relata William Hunter: "En lugar de frenar el libre intercambio como había ocurrido en 1770, el gobierno hizo todo lo posible por estimularlo... Un gobierno que, en una época de precios altos, hace todo lo que puede por frenar la especulación, actúa tan insensatamente como el capitán de un barco zozobrado que se niega a colocar a su tripulación a media ración... En la hambruna anterior, casi no podía realizarse el comercio de granos sin violar la ley. En 1866, el gobierno al informar sobre la fluctuación de los precios semanales en cada distrito estimulaba un mejor abastecimiento en las provincias que sufrían de mayor escasez. Todos sabían donde comprar arroz más barato y donde venderlo más caro, de modo que los alimentos se adquirían en los distritos que podían prescindir de ellos con mayor facilidad, para llevarlos a los distritos que los necesitaban con mayor urgencia". La experiencia de Bengala, que tuvo dos muy malas cosechas en el curso de un siglo, constituyó un laboratorio para las pruebas de las dos políticas. En el primer caso se impuso la fijación de precios y falleció la tercera parte de la población; en el segundo caso, se permitió el funcionamiento del mercado libre y se logró mantener un mejor abastecimiento.

La Primera Guerra Mundial

En Gran Bretaña, durante la guerra, los problemas de abastecimiento provocaron que el gobierno decretara controles, creyendo que la escasez y las variaciones de precios se debían a manipulaciones que podían ser corregidas con estas medidas.

La publicación inglesa The Spectator, analizando esta situación observaba que en los tiempos de demanda creciente y de escasez de suministros, es un error impedir que los precios encuentren su propio nivel, porque éstos actúan como un sistema eficiente de racionamiento, canalizando los recursos hacia los sectores de la economía donde pueden ser utilizados con mayor efectividad.

Los precios, en situación semejante, sirven de estímulo a la producción, desalientan el consumo innecesario y tienden a superar los problemas de desabastecimiento y de penuria económica.

The Spectator, insistía "se ha dicho que los precios son menos importantes que el abastecimiento. El gobierno ha interferido en todas las direcciones posibles... el país contempla los resultados: un fracaso palpable y evidente... Ningún sector del comercio y de la economía en el cual ha intervenido el gobierno, muestra un progreso real".

Los precios son el fiel reflejo de la balanza de la economía. Si se manipulan los precios, la economía pierde su brújula: no se puede hacer un verdadero cálculo económico, ni evitar un despilfarro creciente y fatal de recursos. En ese caso, los recursos se dirigen hacia los sectores que no lo necesitan, hacia el gasto suntuario y el consumismo.

El control de precios requiere una burocracia en constante crecimiento para poder explicar las regulaciones que se multiplican, los controles que se vuelven infinitos, incumplibles, complejos e ininteligibles. El exceso de regulaciones fomenta la ilegalidad. Una ley que no se puede cumplir, provoca el desprecio por todo el sistema jurídico y la indiferencia civil. El Estado no puede supervisar y controlar cada una de las distintas etapas del proceso económico y por esto los controles de precio, aun respaldados por sanciones draconianas, en definitiva son burlados por el proceso económico y producen efectos contrarios a los que se buscan.

La Alemania Nacional Socialista

Antes de Hitler, durante la República de Weimar, ya existía un sistema legal que permitía la intervención completa en la regulación de muchos aspectos de la economía. Los sindicatos centralizados y vinculados al gobierno no fueron invento de los nazis. Sin embargo, los socialdemócratas a pesar de disponer de tanto poder, no intentaron utilizarlo en la forma antihumana en que lo hicieron los nazis. La inflación de la primera post-guerra destruyó a la sociedad alemana. Un ejemplo basta: un par de zapatos que en 1913 valía 12 marcos se vendía en 1923 por 32.000.000.000 de marcos.

Thomas Mann, famoso escritor, afirmaba "una inflación desmesurada es la peor de las revoluciones. Ninguna medida gubernamental para remediarla (restricciones monetarias, descenso de la producción, impuestos draconianos) sirven para nada. Sálvese quien pueda es la consigna, pero los que se salvan son los inescrupulosos. Las grandes masas que confiaron en el orden tradicional, los inocentes y los no especuladores, los que hacen trabajos productivos y útiles pero que no saben manejar el dinero, los ancianos que confiaron su futuro en lo que habían ahorrado, todos ellos caen en la ruina. La moral de un país queda anulada por una experiencia semejante. Se puede trazar una línea recta entre la locura de la inflación alemana y la locura del Tercer Reich. La devaluación total del marco antecedió a la descomposición real de un estado que más tarde predicaría la doctrina del espacio vital y el nuevo orden mundial. La mujer que vendía en el mercado un huevo a cien millones de marcos, había perdido ya la capacidad de sorprenderse, nada de lo que sucediera después a su alrededor por cruel e inhumano que fuera, pudo asombrarla. Durante la inflación, los alemanes se olvidaron de confiar en sí mismos como individuos y aprendieron a esperarlo todo del Estado, de la política y del destino. Los millones de ciudadanos que perdieron sus salarios y sus ahorros se convirtieron en las masas que Goebbels utilizaría. La inflación es una tragedia que convierte a las personas en seres insensibles, acostumbrados a cualquier calamidad y presos de la desesperación ante una incertidumbre cotidiana".
Si bien es cierto que la inflación es provocada por las manipulaciones irresponsables de las autoridades con la moneda, más tarde todos pagamos los efectos de la inflación.

7.000 Decretos

En el primer período de los nazis, 1933-1936, éstos dictaron decretos que prohibían aumentar los precios, regulaban las condiciones de pagos, créditos y descuentos. A los infractores se les castigaba con multas inmensas y condenas a prisión. Todos los carteles y las asociaciones empresariales tenían que registrar listas completas de los precios administrados ante el "Comisionado de Precios". El poder de este comisionado era aplastante.
Sin embargo, los nazis debieron reconocer que no podían anular todas las leyes de la economía.
El comisionado rechazaba los precios fijados, si éstos producían una utilidad al empresario mayor que el rendimiento normal de los bonos federales a largo plazo, y si engendraban una competencia excesiva entre los fabricantes. Dicho de otra manera: el control de precios al limitar la competencia no estimulaba la baja de los precios.

El "Preis-Stop", la congelación general, fijó el 26 de noviembre de 1936 todos los precios al nivel que estaban el 17 de octubre del mismo año. La congelación de precios "Preis-Stop", fue seguida por 7.000 decretos que controlaban los precios individuales de determinados productos, ordenando su aumento en unos casos, y rebajas en otros. Las consecuencias fueron inevitables: decayó la calidad de muchos artículos, surgió el trueque clandestino, prosperó un enorme mercado negro.

Y lo que es más importante: a pesar de los castigos drásticos, del temor que inspiraban los métodos nazis, la inflación no fue vencida, sino que se manifestó en nuevas formas, se ocultó dentro del proceso económico. A pesar de la eficiencia germana, las leyes de economía no se abolían por decreto. Si en una economía aumenta el suministro de dinero sin que haya esa correspondencia proporcional en el aumento de la producción general, subirán los precios o habrá escasez, lo que se manifestará en las largas colas frente a los establecimientos comerciales.

Ya prisionero, en 1946, Hermannn Goering (el responsable, entre otras cosas, de los planes económicos) habló con el corresponsal de guerra Henry J. Taylor: "Ustedes en su América están tomando una serie de medidas que a nosotros nos causaron problemas. Están intentando controlar los salarios y precios, es decir, el trabajo del pueblo. Si hacen eso, también deben controlar la vida del pueblo. Y ningún país puede hacerlo en forma parcial. Yo lo intenté y fracasé. Tampoco pueden hacerla en forma total. También lo intenté y fracasé. Sus planes no son mejores que los nuestros. Creo que sus economistas deberían enterarse de lo que pasó aquí".

Quizá nuevamente ocurra lo que siempre ocurre: los países no quieren aprender de los errores de otros y continuarán cometiendo los mismos errores, una y otra vez.

URSS: el paraíso de los controles

La Unión Soviética presentó el mejor ejemplo de cómo funciona una sociedad después de estar sometida a rígidos controles de precios. La URSS es una economía totalmente planificada, para cumplir cualquier objetivo no reparan en sufrimientos ni en obstáculos legales. Es decir, es el paraíso de los controles, de la planificación totalitaria. Pero aun así los comisarios planificadores enfrentan una tarea realmente formidable. Más de diez millones de precios diferentes son fijados por el Estado Soviético.

Mientras en una economía occidental el éxito de una política económica se juzga por su capacidad para satisfacer al consumidor, en la URSS, por el contrario, éste sería un criterio errado, porque lo que se busca son los objetivos de los planificadores, objetivos que no se logran. Michael Jefferson apunta en su libro “Inflación” que el costo de vida para el trabajador soviético urbano aumentó en un 65 por ciento entre 1927 y 1937, mientras que los salarios reales descendían en un 50 por ciento. Los aumentos de precios ocurrían a pesar de las promesas de los sucesivos planes quinquenales. Ocho veces se expandió también el circulante entre 1929 y 1941.

Quienes sostienen la tesis de la inflación reprimida señalan la presencia generalizada de colas, mercados "paralelos", intercambios ilegales, contrabandos y robos que se han extendido de tal forma que llegaron a institucionalizarse, involucrando virtualmente a todo ciudadano soviético en estas actividades.

Alquileres controlados en la post-guerra.

Los gobiernos tienen tres razones para controlar los alquileres. La primera es el temor de que los que puedan apoderarse de todas las viviendas dejaran sin techo a los pobres. La segunda es que los propietarios obtengan demasiados beneficios de los alquileres y tengan la posibilidad de aumentarlos a su gusto. La tercera es que los aumentos de los alquileres producen una forma de inflación y que, por lo tanto, no deben ser permitidos. La única solución para la escasez de viviendas es la construcción de nuevos edificios y casas, pero nadie piensa en construir para alquilar, si el control de alquileres impide una utilidad cónsona con la inversión y los riesgos.

Con respecto a la inflación que supuestamente producen los alquileres altos, conviene aclarar que no se pueden mantener los precios bajos en una economía a través del simple sistema de eliminar productos del mercado, y esto es lo que hace el control de precios. Cuando los dueños de viviendas no obtienen un margen adecuado de ganancias, intentan hacinar inquilinos en poco espacio y le "buscan la vuelta" para escapar de las restricciones. Los propietarios no tienen mayor interés en alquilar sus viviendas, debido a que difícilmente pueden luego recuperar las mismas. Hay ejemplos bien conocidos del deterioro dramático de las ciudades por los controles ruinosos de los alquileres.

La regulación de alquileres se estableció en la ciudad de Nueva York en noviembre de 1943. Esta regulación de alquileres, le ha ocasionado a la ciudad de Nueva York, los siguientes perjuicios: abandono y posterior destrucción de 30.000 viviendas al año, conflictos de clases. Se estima también la evasión de impuestos sobre la propiedad en el período fiscal 1974-75 en 200 millones de dólares.

Otro ejemplo dramático es el del incendio de San Francisco, después del terremoto del 18 de abril de 1906, cuando 225.000 personas quedaron sin hogares. Posteriormente las autoridades tuvieron la previsión de no establecer un control de alquileres, y al poco tiempo sorpresivamente abundaban las viviendas, incluso aquellas destinadas a las clases menos favorecidas de la población.

La confesión de un Superintendente de Precios

En la revista Business Week del 16 de julio de 1979, C. Grayson Jr., Presidente de la Comisión de Precios entre 1971 y 1973 ha relatado su experiencia al frente de este experimento del gobierno norteamericano en regulación de precios, varios años después que este sistema de Nixon fuera abolido. Él afirma textualmente: "Desde un punto de vista económico los controles son un desastre. Como Presidente de la Comisión de Precios conocí esto de cerca. Después de una etapa inicial positiva, la inevitable erosión del sistema comenzó. No importa cuán buenas sean las intenciones, ni el empeño que se ponga, o qué modelos se empleen, o de qué forma ingeniosa se conciban las regulaciones, los controles nunca manipulan eficientemente las millones de decisiones que se hacen diariamente en el mercado para ajustar las cambiantes condiciones de la oferta y la demanda. Los controles no eliminan la escasez o la inflación, al contrario, aumentan tanto a la una como a la otra".

En su articulo comenta la escasez de gasolina en los Estados Unidos por esa época, afirmando que la OPEP no era el verdadero culpable de esta situación sino el propio país al haber olvidado aplicar los principios de la economía de mercado, pues los verdaderos milagros económicos que siguen a la liberación de la economía no son tales milagros, son simplemente el fin de la parálisis económica y del desorden provocados por los mecanismos de control excesivo. El retorno a la economía de mercado siempre trae como consecuencia la prosperidad.

C.J. Grayson, resume así las razones por las cuales los controles interfieren negativamente hacia una economía centralista.

1.- Los controles provocan una distorsión en el mercado porque precios mantenidos artificialmente bajos desestimulan la expansión de la producción, fomentan los mercados negros y eliminan a los productores marginales (aquellos que antes podían competir a pesar de tener costos algo más altos que la generalidad). Ante tales distorsiones y manipulaciones oficiales, los inversionistas no pueden invertir en forma racional, lo cual se traduce en desabastecimiento. Los controles iniciales al causar escasez provocan nuevos controles para tratar de evitarla.

2.- Los controles atacan el principio de rentabilidad, en el cual necesariamente se basa la empresa privada. Se sugiere que los vendedores pueden ser más patriotas, bajando sus precios de venta, pero son exactamente las utilidades lo que atrae a nuevos inversionistas y la mayor competencia es lo único que realmente haría bajar los precios.

3,- Los controles engendran la pasividad y matan la iniciativa. Si los precios y la rentabilidad no dependen de la eficiencia de la firma sino de disposiciones oficiales, la motivación empresarial por servir mejor las necesidades del consumidor desaparecen y sus esfuerzos se dirigen hacia la obtención de beneficios que sólo pueden ser otorgados por los funcionarios públicos, abriendo las puertas a la corrupción.

4.- Los controles atacan los síntomas y no las causas de la inflación. Los problemas básicos tales como políticas fiscales y monetarias erradas, productividad deficiente y restricciones a la competencia son ignorados al pensar que con los controles se puede curar la inflación.

C.J. Grayson termina diciendo que afortunadamente los controles de precios se logran mantener en vigencia por períodos de tiempo relativamente cortos, porque la evidencia histórica indica que cuando los controles son efectivos, le causan severos y algunas veces daños permanentes a la economía nacional.

Los controles de precios para los patrones reducen las ganancias en función de los salarios pagados y equivalen a aumentos en los salarios reales. Por lo tanto, se produce un clima conducente a que los patrones reduzcan los niveles de empleo. Los obreros menos calificados son los primeros en perder su empleo, exactamente la clase de ciudadanos a quienes los controles de precios pretenden beneficiar.

Los controles de precios afectan negativamente también a las empresas del Estado, cuyas pérdidas se tienen que reponer a través de aumentos en los impuestos y en nuevos préstamos conseguidos por el gobierno. Ambas condiciones sirven sólo para aumentar la inflación y continuar el círculo vicioso.

Bibliografía

• SCHUETTINGER, Robert L.; BUTLER, Éamonn F., Cuatro mil años de control de precios y salarios: Como no combatir la inflación. Buenos Aires. Atlántida. 1979.

Atrapado y sin salida

Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky

El estilo de gobierno del matrimonio Kirchner es responsable de haber metido al país en un callejón en el que no hay escapatoria.

A medida que van pasando las semanas, y a pesar del enorme esfuerzo que se hace para transmitir que la economía marcha bien y no hay complicaciones serias a la vista, cada vez es más evidente que el Gobierno está atrapado sin salida en su política económica.

La apuesta a la reactivación vía la expansión monetaria ha llegado al tope de sus posibilidades. La inflación se ha desbordado, literalmente, porque la demanda de moneda ya no aumenta: cada peso que emite el Banco Central de la República Argentina (BCRA) se va a los precios. Como el BCRA defiende el valor del dólar en vez del valor del peso, tiene que cobrar el impuesto inflacionario para defender la divisa estadounidense. Sin embargo, ese impuesto inflacionario ha licuado el tipo de cambio real, al punto de que algunos sectores empresariales comienzan a reclamar un dólar aún más alto. La gran pregunta es: ¿cómo?

Al mismo tiempo, el aumento de la inflación hace caer el salario real y amenaza al motor de la reactivación desde 2002 hasta ahora, que es el consumo. Para que este no caiga, el Gobierno tiene que otorgar aumentos de salarios que, al menos, igualen la tasa de inflación. El costo de estas medidas implica una pérdida de rentabilidad para las empresas. Por su lado, éstas tienen que optar por ajustar precios o perder capital de trabajo, dado que si venden a precios más bajos luego no pueden reponer el stock de mercadería vendida.

El primer y claro problema en que está atrapado el Gobierno tiene que ver, entonces, con haber ignorado la inversión competitiva como paso inicial y genuino para crecer. Y como la inversión no depende solamente de los precios relativos y otras variables económicas, sino también del respeto por los derechos de propiedad y la previsibilidad en las reglas de juego, la salida del atolladero pasa a ser más complicada porque el matrimonio Kirchner no inspira la confianza necesaria para atraer capitales de largo plazo. Digamos que el principal problema para salir del actual esquema son ellos mismos. Sus formas de actuar, de construir poder y de manejarlo podrán ser beneficiosas en el corto plazo para sus aspiraciones personales, pero totalmente contradictorias con una Argentina que pretenda crecer en el largo plazo.

La decisión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de controlar los precios y la estructura de costos de las empresas muestra claramente que la administración kirchernista ignora por completo la importancia del marco institucional como generador de inversiones. La razón es muy sencilla. Si Moreno asigna su tiempo a analizar los costos de las empresas y a determinar si la utilidad que tienen es correcta o no, surge la gran pregunta: ¿qué es una utilidad correcta para Moreno? ¿Cuál debería ser la utilidad de una empresa en la Argentina considerando esta calidad institucional? Porque es de suponer que Moreno no debe creer que es lo mismo la calidad institucional de Holanda que la de nuestro país. Por lo tanto, las tasas de rentabilidad que se les piden a las empresas en ambos países son totalmente diferentes. A menor riesgo institucional, menor tasa de rentabilidad. A mayor riesgo, mayor tasa de rentabilidad. Salvo que Moreno pretenda inventar la pólvora y establecer que para el inversor es indiferente la volatilidad en la reglas de juego, por lo que pediría misma rentabilidad a una inversión hundida en Holanda o en la Argentina.

De manera que lo que pronosticamos en estas páginas durante meses, lamentablemente, comienza a cumplirse. Estamos en presencia de una lucha por la distribución del ingreso que será imparable sin un cambio de modelo económico. Al mismo tiempo, el cambio de modelo económico requiere de personajes con un manejo del poder totalmente diferente al del matrimonio Kirchner.

El segundo problema que los tiene atrapados es el de la energía. Razonando en forma muy precaria, el Gobierno cree que el precio internacional de la energía no tiene por qué estar ligado al del mercado interno. La creencia del oficialismo es que, si el petróleo se produce acá, no hay razón por la cual deba tener el mismo precio que en el mercado internacional. Lo que falla en este razonamiento es que el capital es escaso y hay costos de oportunidad. ¿Por qué invertir para extraer gas o petróleo en un país en donde el precio es menor al internacional si en otros países se puede obtener el precio internacional pleno? El ejemplo más evidente es el de Evo Morales. Después de hacerse el guapo con sus medidas autoritarias y socialistas, descubrió que no tiene recursos para extraer el gas, lo cual lo lleva a decirle a Cristina Kirchner que no puede cumplir con el envío de gas pactado. Este caso es el mejor ejemplo para que los funcionarios del Gobierno entiendan la relación entre instituciones y crecimiento económico.

El tercer problema, ligado al anterior, es el de los subsidios para sostener artificialmente bajos algunos precios de la economía. En 2007, el Gobierno destinó $ 14.626 millones a subsidiar diferentes actividades, 125% más que en 2006. De esa cifra, $ 8.331 millones fueron a parar al subsidio del sector energético, lo que significó aumentar estos recursos un 107% respecto al año anterior. Es decir, el Gobierno duplicó el subsidio a la energía, pero no solucionó el problema energético. Lo agravó. ¿Por qué? Porque estuvo financiando flujos artificialmente bajos con subsidios mientras, por otro lado, completaba el precio artificialmente bajo de la energía consumiendo el stock de capital del sector.

Con el transporte le ocurrió algo parecido. En 2007, asignó subsidios a ese rubro por $ 4.219 millones, un 125% más que en 2006. Sin embargo, los trenes, subtes y colectivos no han mejorado en la calidad de sus prestaciones. Al igual que en el caso energético, cada vez se gasta más plata para tener peores servicios.

Al sector alimentario, el Gobierno le destinó $ 1.810 millones de subsidios en 2007. Ahora volvemos con las prohibiciones de exportar trigo, limitaciones a las exportaciones de carne, controles de precios y de costos del sector, amenazas, entre otras medidas.

Como podemos ver, el Gobierno se ha metido en un serio problema. Retrasa artificialmente los precios de algunos productos y financia ese retraso con subsidios y consumo de capital, con lo cual el problema no termina de resolverse nunca, sino que se agrava, dado que al disminuir el stock de capital se reduce la oferta, el precio sube y el subsidio tiende a crecer.

Veamos de nuevo el caso de la energía. Al productor de gas interno se le paga U$S 1,7 por millón de BTU. Evo Morales nos vende gasta a U$S 7 por millón de BTU. De todas maneras, como el presidente de Bolivia tampoco nos puede abastecer por falta de inversiones, habrá que recurrir a Hugo Chávez para que nos envíe fuel oil a un costo equivalente a U$S 13 por millón de BTU. Es decir que el Gobierno no quiere que el productor local reciba más de U$S 1,7 por millón de BTU, aunque terminará pagando U$S 13 para importar fuel oil. En rigor, ese sobreprecio no lo pagarán ni Néstor ni Cristina, sino los contribuyentes. Toda una curiosidad de este modelo productivo.

Lo que vemos, entonces, es que cada vez hay más inflación, cada vez es más represivo el control de precios, cada vez pagamos más impuestos, cada vez damos más subsidios para tener menos energía y peor transporte. Cada vez nos enterramos más y nos quieren convencer de que estamos en la cúspide del mundo.

El Gobierno está atrapado, y sin salida, en su modelo económico. La puerta está cerrada porque su manejo del poder bloquea toda posibilidad de salir del embrollo en que nos han metido. © www.economiaparatodos.com.ar

Economia I - Por Ron Paul (Clase 2)

A ver mis cabecitas de ñoquis...

El mito del gasto social

Gabriela Calderón*

Washington (AIPE)- Según el gobierno del Ecuador, entre 2006 y 2007 el gasto social creció en 34%, “beneficiando a los más pobres”. Ese aumento, aunque puede sonar revolucionario, es más bien una continuación del crecimiento a tasas de dos dígitos del gasto público que ha ocurrido en Ecuador en los últimos años.

El Premio Nóbel de Economía James Buchanan nos enseñó que en una democracia la toma de decisiones públicas está sujeta a la presión de grupos de intereses especiales —por ejemplo, sindicatos y empresarios que quieren protección estatal porque no quieren competir en el mercado internacional o los ministerios que buscan acrecentar sus presupuestos. Esos grupos, que pelean por repartirse el pastel del presupuesto nacional, suelen utilizar la más efectiva excusa: “el gasto social que beneficia a los más pobres”.


Pero más gasto social no significa menos pobreza. El economista mexicano Roberto Salinas León resume el mito del gasto social en dos puntos: (1) Aumentarlo no crea riqueza, sólo la transfiere de un lugar a otro y para reducir la pobreza hay que crear riqueza. (2) El problema no es la cantidad de recursos sino su desperdicio por la mala gestión de las entidades públicas. Salinas León informa que en México el aparato estatal consume 75% del “gasto social”, por lo que más bien debería llamarse gasto burocrático.

El problema es la administración de los recursos, no su monto. Entre 2003 y 2007, el llamado gasto social en Ecuador creció 129,7%. Si observamos por separado cada ministerio involucrado en el “gasto social” vemos que los aumentos son impresionantes: entre 2004 y 2007 el presupuesto del Ministerio de Bienestar Social creció en 431,7%, el de Desarrollo Urbano y Vivienda en 214,3%, el de Educación en 64,7%, el de Salud en 76,8% y el del Trabajo en 148,2%. Si consideramos al “gasto social” como una industria, no hay ninguna otra industria en el país que haya experimentado un auge similar.

El primer año del mal llamado “gobierno de la revolución ciudadana” debería llamarse “gobierno de la revolución burocrática”, ya que se ha disparado el gasto público sin mejorar los sistemas de rendición de cuentas. Y lo peor es que ese incremento en el gasto no fue a los bolsillos de los más pobres sino de los asalariados en los distintos ministerios. Por ejemplo, en junio de 2007 el Ministerio de Educación y el de Salud gastaron 74% y 50%, respectivamente, de su presupuesto en pagos al personal.

Presentar la cifra de los gastos “sociales” como un triunfo para los más pobres es una broma cruel. El triunfo en la gestión de un gobierno se debe medir con resultados concretos, tales como, crecimiento económico, reducción de la pobreza, acceso a servicios básicos, acceso a la vivienda, etc. El gobierno ecuatoriano se limita a presentarnos un reporte de gastos. ¿Será que no hay resultados positivos que mostrar?

Así vemos que la tasa de crecimiento del Ecuador es apenas 2,65%, mientras que Perú creció 7% y Colombia 6,6%. Lamentablemente, aumenta el costo del consumo popular, pero los pobres no tienen más oportunidades de salir de su pobreza.

____*Editora de ElCato.org (www.elcato.org)

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Economia I - Por Ron Paul (Clase 1)

Mas claro. Hechenle agua.