Todavía somos un país

vía No me parece de Jose Benegas el 17/07/08

Y dale con la renta extraordinaria

Tratar de impedir que las empresas o los individuos tengan altas rentabilidades no es más que el resultado del resentimiento de aquellos que, más que redistribuir la riqueza, quieren que el país se mantenga en la pobreza.

Si hasta ahora hemos escuchado una colección de disparates por parte de los funcionarios públicos, en los últimos días, tal vez por el grado de desesperación del Gobierno ante la empinada caída de su imagen frente a la opinión pública, la cantidad de insensateces se ha transformado en un verdadero tsunami de afirmaciones descabelladas.

La primera y más anecdótica es la del inefable Guillermo Moreno, nuestro secretario de Comercio Interior, cuando afirmó que los únicos datos creíbles y válidos sobre la inflación son los que informa el INDEC. La verdad es que esta afirmación no merece una respuesta porque ese tipo de declaraciones hay que tomarlas con humor. El recordado Fidel Pintos, en su papel de “el Chanta”, ha sido superado por la realidad.

Más hilaridad causó Néstor Kirchner cuando afirmó que ellos jamás habían agredido ni patoteado a nadie. Para el ex presidente no es patotear que sus aliados políticos hayan ido a la Quinta de Olivos a patotear a mujeres indefensas ni que Luis D'Elía haya ido a la Plaza de Mayo a repartir trompadas a quienes se manifestaban pacíficamente contra el gobierno.

Pero dejemos de lado tanto desprecio por la verdad e intentemos ponerle algo de racionalidad a tanto desatino.

¿Qué es lo que se viene esgrimiendo como argumento para mantener la resolución 125? Básicamente lo que ellos llaman la renta extraordinaria. En rigor, el oficialismo confunde precio extraordinario con renta extraordinaria, porque que el precio de la soja haya subido tanto no quiere decir que los costos de producción no hayan aumentado en forma sideral. Pero de todas maneras supongamos que hoy el sector agropecuario tiene una renta más alta en la soja por el incremento del precio. La famosa renta extraordinaria que, según el gobierno, hay que confiscar impositivamente para redistribuirla es el argumento central.

En primer lugar, ¿cuál es el problema de que haya una renta extraordinaria? A modo de referencia es bueno recordar que luego de la crisis del 2002 la renta en la construcción aumentó notablemente. Los negocios que se hacían eran similares a los de los pool de siembra. El desarrollador elegía un terreno, el arquitecto ponía el proyecto y cobraba con metros cubiertos y se armaba una “vaquita” con inversores para financiar la obra para luego vender. Las tasas rentabilidad fueron tan altas que se fueron incorporando nuevos inversores hasta que la mayor oferta hizo bajar la rentabilidad y tendió a igualarse con el resto de los sectores productivos. Era un negocio con una tasa de rentabilidad del 75% en un ciclo de 24 meses.

Lo mismo ocurrió con las famosas compras de electrodomésticos que se promocionaban a 24 cuotas fijas sin intereses. La realidad era que había altísimos intereses dentro del precio al punto que si uno quería comprar al contado no había un descuento significativo. Lo que se vendían no eran televisores, sino cuotas.

Ni en el caso de la construcción ni el de los electrodomésticos ningún funcionario público hizo un escándalo y el mercado se fue acomodando solo.

¿Por qué tanto barullo, entonces, con el tema de la soja? ¿Por qué no dejar que, si hay una renta extraordinaria, la mayor oferta, producto de un incremento de la inversión, haga bajar la renta extraordinaria o bien, la menor inversión en otros sectores, reduzca la oferta, eleve el precio, incremente la rentabilidad y atraiga inversiones? ¿Por qué no funcionó este mecanismo tan natural? Porque fue el gobierno el que, con su lógica económica tan primitiva, entendió que la ganadería, la lechería y el trigo también tenían rentas extraordinarias y adoptó medidas que las destruyeron. Los controles de precios, los cupos y prohibiciones de exportación arruinaron a esos sectores y se volcaron a la soja. Y ahora, empecinados con la resolución 125, van a arruinar el negocio de la soja.

Otro dato relevante es el énfasis con que los diputados y senadores oficialistas decían que había que castigar con toda la fuera posible la renta de los grandes productores, como si estos fueran el mismo demonio. ¿Qué tiene de malo que haya grandes empresas que tengan rentabilidad? Esta actitud refleja la típica postura resentida de aquellos que, más que redistribuir la riqueza, quieren un país chico.

Una vez más es necesario insistir en que no hace falta que intervenga ningún burócrata iluminado para orientar la asignación de los recursos productivos. Si un sector tiene más rentabilidad que otros lo que va a ocurrir es que atraerá inversiones (como la construcción y la venta de electrodomésticos) hasta que el incremento de la oferta haga bajar los precios y la renta. Gracias a este mecanismo es como crecen y se desarrollan los países. Crecen a partir de las inversiones que buscan rentas extraordinarias. Lamentablemente el gobierno quiere poca renta y escasas inversiones, con lo cual, crea las condiciones para que la pobreza se perpetúe y Argentina sea cada vez más subdesarrollada.

Otra de las afirmaciones que también fue alucinante fue cuando sostuvieron que las retenciones no eran un impuesto, sino una herramienta de política económica. ¿Desde cuándo la apropiación del ingreso o del patrimonio de las personas por parte del Estado para financiar el gasto público no es un impuesto? En rigor, dada la magnitud del impuesto establecido en la resolución 125 bien podría calificarse este tributo como una expoliación lisa y llana.

La realidad es que todo impuesto, al ser pagado en forma compulsiva, tiene efectos macroeconómicos y puede ser más o menos distorsivo, pero siempre un impuesto distorsiona la economía. Si se aplica el IVA se castiga el consumo. Si se aplica ganancias se atenta contra la inversión. Si se aplica el impuesto al cheque se atenta contra la bancarizacion de la economía y se estimula el mercado negro. Lo que uno puede intentar es buscar los impuestos menos nocivos para el crecimiento económico, pero cualquier impuesto que se elija va a afectar la asignación de recursos o la distribución de los ingresos.

El problema que tenemos en Argentina es que el gobierno pretende que el sistema impositivo cumpla tres funciones simultáneamente: a) generar recursos para financiar el gasto, b) redistribuya ingresos y c) reasigne recursos productivos. En rigor, mi visión es que el gobierno solo quiere cobrar impuestos buscando recaudar más para hacer caja que es lo que le dio poder hasta ahora. Y aún así, ese poder, se ha diluído.

En el caso particular de la resolución 125 se esgrime el argumento de la distribución de ingresos y de la reasignación de los recursos productivos. Y esto se hace para argumentar que es una herramienta de política económica y no impositiva con el objeto de no tener que pasar por el Congreso (cosa que finalmente tuvieron que hacer) para apropiarse de los ingresos de los productores. El aumento de las retenciones no tiene por objetivo ni defender la mesa de los argentinos, ni estimular la producción de carne, lácteos o trigo y mucho menos redistribuir esos recursos para destinarlos a la educación o la salud. El objetivo, claramente, es tratar de recomponer la caja del sector público devastada por tantos subsidios y endeudamiento.

Pero, claro, el gobierno presentó otro argumento porque si hubiese dicho la verdad hubiera reconocido el fracaso de su política económica y la emergencia en la que nos ha sumergido 5 años de primitivismo económico. Detrás tantas declamaciones de contenido “social” no se esconde otra cosa que la necesidad de más caja para tratar de sostener subsidios y e intentar seguir subordinando a gobernadores e intendentes para continuar construyendo poder vía la “compra” de adhesiones.

El modelo exige de creciente gasto público en subsidios porque endógenamente así funciona. Como se ataca sistemáticamente la producción para abaratar artificialmente los bienes y servicios, la única manera de mantener algún grado de abastecimiento en la sociedad es repartiendo subsidios. Y esto lleva a más gasto y más presiones impositivas.

Hoy el gobierno tiene dos rebeliones fiscales simultáneas: a) la del campo y b) la de la gente contra el impuesto inflacionario. Ha conseguido ponerse al grueso de la población en su contra, al punto que no logra armar un acto sino es con el apoyo de los piqueteros comandados por Luis D’Elía y otros que movilizan a la gente como ganado.

El gobierno ha quedado políticamente aislado y tambaleando por su voracidad fiscal. Y, encima, ha congelado repentinamente la economía. Desbordado por la recesión, la inflación y la rebelión del campo ante la confiscación ha conseguido reeditar lo que ocurrió en infinidad de casos en la historia de la humanidad. La gente se cansa de tanta arbitrariedad, mentira y expoliación y, como sucedió en infinidad de oportunidades, el monarca ve que ya no subyuga ni atemoriza a nadie.

El monarca ha perdido el poder por atacar la renta extraordinaria.
© www.economiaparatodos.com.ar

Más que dos plazas, dos países muy diferentes

Por Carlos Pagni
De la Redacción de LA NACION

Néstor Kirchner insistió en que la ciudadanía debe movilizarse para defender la democracia. Tal vez haya que hacerlo en un país cuyo gobierno estimula la acción directa, controla fuerzas de choque, interviene las comunicaciones privadas y administra fondos públicos o designa funcionarios desde oficinas particulares.

Sin embargo, en el PJ, donde sobran los doctores en movilizaciones, atribuyen a Kirchner otras intenciones. Sospechan que quiere para el oficialismo la mitad de la prensa que tendrá el campo con su concentración en el Monumento de los Españoles. Para lograrlo, también hizo colapsar el mercado del transporte. Los duhaldistas que buscaban colectivos para llevar gente hasta Palermo entraron en emergencia anteanoche: en el área metropolitana no quedaban disponibles más de 200.

A pesar de lo rudimentaria, la escena estará llena de significado. Al movilizar a sus huestes, Kirchner dramatizará de manera muy expresiva una de las encrucijadas que se le ofrecen al país en este momento histórico. Las dos ?plazas? acaso representen a dos Argentinas posibles.

La interminable crisis iniciada en marzo liberó un inmenso caudal de información sobre esa revolución en cámara lenta que se viene dando en el sector agropecuario desde hace 15 años. Con la excusa de la rebelión fiscal, quedó expuesto un fenómeno casi desconocido para la opinión pública: el desarrollo espectacular de una actividad económica a partir de la incorporación de biotecnología, la experimentación de otras formas de trabajo de la tierra y la adopción de un nuevo modelo de administración. La polémica por las retenciones divulgó las características del "nuevo campo", un entramado social y productivo que constituye la principal valencia de conexión entre el país y la economía global.

Kirchner decidió enfrentar a quienes expresan ese fenómeno movilizando a una clientela reclutada en los barrios postergados del Gran Buenos Aires. Esa población, de cuyas necesidades se sirve la política desde hace décadas, es la víctima de un curso de acción fallido: el proceso de industrialización asistida en el que ingresó la Argentina hace 70 años, cuando decidió desacoplarse de la economía internacional para explorar una "vía nacional al desarrollo".

El experimento fue la respuesta a la crisis surgida a partir de 1929 en el seno de otra globalización, la que protagonizó el imperio británico, durante la cual la Argentina conoció siete décadas de progreso. El derrumbe de los años 30 la encontró entre las 10 naciones más ricas de la Tierra.

Frente a aquel colapso, la economía se replegó sobre el mercado interno, con una industrialización sustitutiva y Estado-céntrica. La mano de obra migró hacia las grandes ciudades, en una peregrinación que explica el surgimiento del peronismo. El horizonte intelectual de esta mutación fue la oposición entre la industria, con la que ahora se identificaba la modernidad, y el campo, asiento de una oligarquía rentista. Una caricatura criolla del pasaje del orden feudal al orden burgués.

Los Kirchner le hablan al campo desde el corazón de ese modelo, con un discurso cuya debilidad radica en su anacronismo. La pretensión de "defender la mesa de los argentinos" mediante el castigo a las exportaciones agrarias y la destrucción de los contratos del comercio internacional hace juego con la ilusión de que los servicios públicos mejorarán no cuando se eleve la calidad de los controles, sino cuando se sustituya al inversor extranjero por una "burguesía nacional" nacida de la intervención del Estado.

La semana pasada hubo dos ejercicios de esta forma de pensar: la misma administración que aspira a reemplazar en Aerolíneas a un par de empresarios españoles (muy polémicos hasta en su propio país) por un amigo del poder volvió a degradar un organismo como el ENRE, donde se designó director al ex diputado Eduardo Camaño, de ignotos antecedentes energéticos.

* * *

El aislacionismo que se manifiesta en estas decisiones supone una visión de la economía y de las relaciones internacionales para la cual todavía es posible, en un mundo cada vez más integrado, eso que Hugo Chávez denominó, al defender la estatización de Sidor, "el desarrollo endógeno".

Con este bagaje conceptual, es imposible comprender la evolución del campo. Porque el negocio agropecuario exhibe en la Argentina, desde hace 15 años, tres rasgos típicos de la economía globalizada: se basa en la incorporación de conocimiento, se organiza en red y está referido al mercado mundial.

El valor de la soja transgénica, adoptada por la Argentina en 1994, deviene de que ese "yuyo" incorporó los hallazgos que alcanzó la biotecnología en su búsqueda de nuevas proteínas para la satisfacción de un mercado de consumidores de alimentos. El salto en la productividad se completó con un método que permite cultivar la tierra sin removerla: la siembra directa.

También cambió el paradigma administrativo. La producción basada en unidades integradas, como la chacra o la estancia, ahora se sostiene en una red de contratistas. Este modelo de negocio desligó la riqueza de la posesión de la tierra.

El tercer aspecto que explica la revolución agraria en la Argentina es la integración al capitalismo global de grandes poblaciones con un consumo de proteínas retrasado. Mientras Europa consume al año 130 kilos por persona, China consume 22; India, 11, y el mundo, en promedio, 30.

Estos factores impulsaron a la Argentina de los últimos 10 años a expandir un 56% la superficie cultivada, quintuplicar la producción sojera y mejorar el rendimiento en un 80%. Otra vez el país encontró en el agro una inserción exitosa en la nueva globalización. La protagoniza una "burguesía nacional" irreconocible: no depende del Estado.

El capitalismo globalizado, con su nueva generación de desajustes, obliga a la dirigencia de todos los países a un esfuerzo de reeducación. Los Kirchner parecen resistirse. Han encarado la agenda agropecuaria inspirándose en una demonización del sector que servía, como dispositivo simbólico, al proceso de industrialización sustitutiva de hace 70 años. Pero esa experiencia se frustró. Lo revelan los niveles de ineficiencia de muchas industrias y, sobre todo, la degradación de la periferia de las grandes ciudades, donde reinan la pobreza, la desocupación, el crimen, la droga y la corrupción política.

Esa visión arcaica se proyecta sobre la política tributaria. Sin considerar las retenciones que se discutirán pasado mañana en el Senado, el fisco argentino aplica sobre la actividad rural una presión del 23% (como porcentaje del PBI agropecuario), muy superior al 2,76% de Brasil o al 6,90% de Uruguay.

Las retenciones móviles profundizan este cuadro. Son una condición de posibilidad casi inevitable para el proyecto de poder de los Kirchner, que redujo su base electoral a los segmentos más sumergidos de la sociedad: los que viven en el conurbano bonaerense. Son las víctimas de aquel fracaso y serán movilizadas mañana, para enfrentar al campo, en una metáfora perfecta.

Escuchando al maestro

Otro gran triunfo parasitario...

Los siguientes son los soretes que no sólo viven de lo ajeno, sino que son tan Korruptos que se tienen que someter al saqueo.

A favor del proyecto:

Bloque Frente para la Victoria - PJ

María Julia Acosta
Walter Alfredo Agosto
Hilda Clelia Aguirre De Soria
German Enrique Alfaro
Octavio Argüello
Julio Esteban Arriaga
Nora Esther Bedano
Claudia Alicia Bernazza,
Ana Berraute
Rosana Andrea Bertone
Marcela Alejandra Bianchi Silvestre
Lía Fabiola Bianco
Gloria Bidegain
Mariel Calchaquí
Nelio Higinio Calza
Susana Mercedes Canela
Alberto Cantero Gutierrez
Remo Gerardo Carlotto
María Araceli Carmona
Graciela María Caselles
Jorge Alberto Cejas
Nora Noemí César,
Rosa Laudelina Chiquichano
Luis Francisco Jorge Cigogna
Diana Beatriz Conti
José Manuel Córdoba
Stella Maris Córdoba
Jorge Edmundo Coscia
Ariel Dalla Fontana
Viviana Damilano Grivarello
Alfredo Dato
María Graciela de la Rosa
Edgardo Depetris
Juliana di Tullio
José María Díaz Bancalari
Juan Carlos Díaz Roig
Susana Díaz
Miguel Dante Dovena
Patricia Fadel
Luis María Fernández Basualdo
Marcelo Fernández
Margarita Ferra de Bartol
Paulina Fiol
Eduardo Galantini
Eva García de Moreno
María Teresa García
Amanda Genem
Graciela Giannettasio
Juan Carlos Gioja
Ruperto Godoy
Juan Dante González
Juan Carlos Dante Gullo
Graciela Gutiérrez
Alberto Herrera
Griselda Herrera
Luis Iblarregui
Juan Manuel Irrazabal
Miguen Angel Iturrieta
Beatriz Korenfeld
Carlos Kunkel
Jorge Landau
María Laura Leguizamón
María Beatriz Lenz
Stella Maris Leverberg
Edith Llanos
Timoteo Llera
Ernesto López
Rafael López
Gustavo Marconato
Mario Humberto Martiarena
Oscar Massei
María Carolina Moises
Antonio Morante
Manuel Morejon
Carlos Moreno
Claudio Morgado
Mabel Muller
Jorge Obeid
Juan Mario Pais
Alberto Paredes Urquiza
Ariel Pasini
Guillermo Pereyra
Hugo Perie
Julia Argentina Perie
Héctor Porto
Adriana Puiggros
Héctor Recalde
Jesús Rejal
María del Carmen Rico
Evaristo Rodríguez
Beatriz Rojkes de Alperrovich
Carmen Roman
Agustín Rossi
Alejandro Rossi
Cipriana Rossi
Ramón Ruiz
Juan Arturo Salim
Osvaldo Salud
Mario Armando Santander
Rubén Sciutto
Adela Segarra
Juan Carlos Sluga
Carlos Snopek
Raúl Solanas
Gladis Soto
Juan Héctor Sylvestre Begnis
Patricia Vaca Narvaja
Jerónimo Vargas Aignasse
José Antonio Vilariño
Mariano West

Concertación Plural
Héctor Alvaro
Hugo Cuevas
Norberto Erro
Hugo Prieto
Gustavo Serebrinsky
Silvia Vázquez

Frente Cívico y Social de Santiago del Estero
Daniel Brue,
José Herrera
Mirta Pastoriza
Jorge Pérez
Ana Luna de Marcos

Encuentro Social y Popular
Vilma Ibarra
Ariel Basteiro
Victoria Donda
Cecilia Merchán

Diálogo por Buenos Aires
Miguel Bonasso

Encuentro Popular y Social
Vilma Ibarra
Paula Merchan

Movimiento Independiente
Eduardo Lorenzo Borocoto

Dignidad Peronista
Emilio Kakubur

Amar a la humanidad

...y odiar al vecino.

Joaquín Morales Solá termina su descripción de la actitud del gobierno con el caso Betancourt con una observación de Ayn Rand: Quienes se declaran amantes de la humanidad suelen tener problemas a la hora de amar a las personas en particular.

El motivo es que lo que aman es a un ideal (que sólo puede ser sostenido en una abstracción llamada “humanidad”), que ni siquiera ellos se gastan mucho por intentar practicar, de un ser humano sin afán de lucro, es decir sin impulso vital, y desinteresado, solo preocupado por “todos y todas”. Aman todo lo que no son y a costa de una violenta, excluyente y caprichosa identificación con ese ideal, se convencen (se engañan en realidad) de que son eso que es objeto de su admiración. Para sentirse ellos “desinteresados” deben encontrar el interés en los otros y perseguirlo, tratarlo como maldad. Intentan matarlo en sus congéneres porque no pueden, ni quieren, matarlo en ellos mismos. No pueden soportarse a si mismos sin odiar a los otros con el mismo entusiasmo con el que “aman a la humanidad”.

En la lucha por esa identificación la tarea diaria es encontrar a los malos que conviertan a los idealistas por contraste en buenos. La manada de los seguidores esperan a que les señalen a quién odiar, después encontrarán los motivos. “Quienes quieran ganar el cielo, lo perderán” es un gran acierto que describe el narcisismo idealista de esta manga de hijos de puta que parecen imperturbables ante la realidad a la hora de juzgar a los demás. Esa imperturbabilidadad podría ser llamada en otro marco teórico, que no comparto, locura. Los kirchner odian a Uribe porque se opone a la versión de los acontecimientos según la cual ellos están del lado del bien. Y toda la izquierda religiosa argentina odia a Uribe porque los sacerdotes de su tribu lo han señalado y está sobreentendido que fuera de su secta buenos no hay. Ser malo es no estar con ellos. El odio es automático, la atribución de intenciones y todo tipo de defectos no necesita dato alguno. Si alguien quiere entrar en razones con esa izquierda, se equivoca. Si alguien espera ser “aceptado” por esa izquierda tendrá que someterse y tirar cascotes para el lado que ellos indiquen. Varios lo han hecho ya.

No es ideológica la cuestión. La ideología juega como explicación ad hoc de otro juego. Nada tienen que ver estos mamarrachos con sus supuestas creencias sociales y políticas de hace treinta años. Como los caníbales que querían apoderarse de las virtudes de sus víctimas buscan su bondad matando el bien que ven en otros que no están con ellos. Rompen el espejo, como la bruja mala de Blancanieves. Nunca tan cercana una metáfora a los acontecimientos reales.

Todos los dias te recuerdo

¡Gracias Bernardo!

ESCRIBIR sobre el agua Mi nombre es Bernardo Neustadt, 83 años, y 70 de periodista. Pupilo 6 años en el Colegio San Vicente de Paul de los Hermanos Maristas. Sufrí por la lejanía de mis padres. Pero el rigor de mis profesores, hizo de mí lo poco o lo mucho que soy.
Empecé en 1938 en el diario El Mundo - 13 años - y firmé por primera vez una nota en 1961, ese mismo año empecé televisión. Tiempo Nuevo entre 1989 y 1994, tuvo picos de 40 puntos. Sin travestis ni pornografía. Fui prohibido en los gobiernos de Illía, Onganía, Lanusse (3 años), Massera, Alfonsín y María Estela Martínez de Perón, en 1997, Tiempo Nuevo terminó abruptamente en el Canal 11.
Periodismo fue MISIÓN, no PROFESIÓN Argentina vivía de espaldas al mundo: quise alejarla de ese muro. Con los dirigentes FRACASÉ, con la gente no. No era contratado por los canales, ni las radios, alquilaba espacios. Logré, seguramente con causa, el rencor de casi todos los intelectuales de la “izquierda caviar”. También de los periodistas progresistas que trabajan en diarios, revistas y canales capitalistas.
Mi lucha por los teléfonos “para los pobres”, de “autos financiados” para los jóvenes “sin cama caliente”, no como los vendía Franco Macri, cobrándoles anticipados 26000 dólares en un país de inflación crónica.
Mi batalla de 30 años, para terminar la Biblioteca Nacional –está la placa- me da valor para mirarlos a la cara mientras ya tienen vergüenza de nombrar a Lenin, a Marx, o a Stalin que prometieron una felicidad permanente a la Unión Soviética que culminó en la Mafia Rusa. Destructores de imágenes. Expertos en demonización disimulados bajo el perfil de los Derechos Humanos, de los que se apoderaron.
A éstos militantes, de “UN PAÍS PARA POCOS” que nunca supieron crear riqueza, pero que saben distribuirla en sus bolsillos, quiero que se animen a leer este libro.
El país del 2007 en su día a día. Aprendimos a no callarnos nunca más. No es irritativo, sino al más puro estilo del realismo italiano.
Nos robaron la República, la Democracia se transformó en SUPERPODERES. La inseguridad en el tema más SEGURO, crearon una banda de “nuevos ricos” progresistas. A la Clase Media la esquilmaron y a los pobres le vendieron un buzón. Lo mismo un burro que un gran profesor. ¡Discépolo, te quedaste corto!