Lo que tus hijos deben saber

Una buena forma de contrarrestar algo de la acción de la gran Matrix de la educación controlada por el estado y basada en la glorificación de los gobiernos. Etica social elemental que no conocen egresados universitarios en la Argentina.



La Filosofia de la Libertad (Spanish)
by Sidewinder77


visto en josebenegas.com.ar

¡¡¡Con el iceberg en la nariz y no lo ven!!!

Al inicio de la semana / Roberto Cachanosky

El Gobierno continúa negando la realidad y sigue empeñado en buscar a quienes culpar de los desastres que ellos hacen.

Supongamos que hay solamente dos bienes en el mercado y que el stock de moneda total es de $ 100. Supongamos que cada bien tiene un precio de $ 50 y que uno de los oferentes decide elevar el precio de su producto a $ 60. Pregunta elemental: ¿cómo se hace para que con solo $ 100 en circulación la gente pueda comprar un producto a $ 50 y el otro a $ 60? O, dicho de otra manera, si solamente hay un stock de moneda en el mercado de $ 100, ¿mediante qué mecanismo mágico podrían hacerse transacciones por un total de $ 110? Ésta es la pregunta que debería formularse el ministro del Interior cuando afirma que la responsabilidad de la inflación es compartida entre el Estado y los empresarios que suben los precios.

La lógica más elemental indica que si la gente compra el producto a $ 60 el otro bien tendrá que bajar a $ 40, siempre que el stock de moneda se mantenga constante. Es lo que en economía se conoce como cambio en los precios relativos. Solamente podrá comprarse un bien a $ 60 y el otro a $ 50 si el Estado sostiene esos mayores precios con más dinero en circulación.

Si bien el tema es más complejo de lo planteado en el párrafo anterior, lo cierto es que es imposible que todos los precios suban al mismo tiempo si el Banco Central no convalida esos mayores precios emitiendo moneda. Y es justamente esto lo que ha estado ocurriendo en la economía argentina, porque cuando el ministro se queja de la inflación, está dejando de lado un problema fundamental, esto es la política monetaria expansiva que ha venido aplicando el Banco Central a lo largo de todos estos años para sostener artificialmente alto el tipo de cambio ante la ausencia de un superávit fiscal suficiente como sostener, con recursos genuinos, el dólar alto.

El haber cerrado la economía mediante un tipo de cambio artificialmente alto, que ya no lo es, mientras expandía moneda, el impacto inflacionario fue creciendo en forma exponencial porque toda la moneda adicional volcada al mercado impactó sobre los bienes producidos localmente. Dicho en otras palabras, el mercado se encontró con una masa adicional de dinero sin que la oferta de bienes creciera en la misma proporción, ni por más importaciones ni por más inversiones. Cerrada la economía, el ritmo de aumento de la emisión siempre fue superior al ritmo de aumento de la oferta de bienes que podía ofrecer la economía doméstica con el stock de capital existente y, por lo tanto, los precios fueron aumentando. De este modelo no podía esperarse otra cosa que el resultado que tenemos actualmente, porque a la reducción artificial de la oferta de bienes cerrando la economía se le agregó una fenomenal expansión monetaria.

Pero como durante más de 5 años el tipo de cambio nominal quedó clavado en los 3 pesos, y los precios internos siguieron subiendo, resulta que hoy la Argentina es cada vez más cara en dólares con lo cual las importaciones comienzan a aumentar aceleradamente, deteriorándose el saldo positivo del balance comercial del que tanto se ha vanagloriado el gobierno en su defensa del modelo de sustitución de importaciones. Modelo que, por cierto, luce bastante ridículo en la actualidad.

En efecto, si bien cuando fue formulado el famoso deterioro de los términos del intercambio, según el cual nuestros productos valían cada vez menos y lo que importábamos valía cada vez más, era defectuoso en su razonamiento, hoy los famosos términos del intercambio juegan claramente a favor de Argentina. Los bienes primarios suben de precio en el mercado internacional y los bienes que importamos bajan de precio y, además, mejoran en su calidad. Por ejemplo, una simple computadora tiene mucha más velocidad de procesamiento de los datos y capacidad de almacenamiento que una computadora de 3 años atrás, mientras que el precio es más bajo o igual. Con esto quiero decir que con una tonelada de trigo o de soja se puede comprar más computadoras, que son más veloces y de mayor capacidad de almacenamiento de información.

Esta situación, que debería ser motivo de festejo para los argentinos, resulta que es un drama para el gobierno. El oficialismo, anclado en la incorrecta y vieja teoría del deterioro de los términos del intercambio, sigue viendo la mejora de los ingresos como un problema y no como una bendición. Es como si los árabes se agarraran la cabeza y pensaran que se van a fundir porque sube el precio del petróleo. Tan contradictorio como esto es el modelo productivo.

Volviendo al tema de la inflación, el problema de fondo es que durante todos estos años el gobierno aplicó el impuesto inflacionario para sostener artificialmente alto el tipo de cambio. Como el tipo de cambio real se licuó, ahora tiene el problema de la inflación más un tipo de cambio real en niveles cercanos a los que regían durante la convertibilidad. Pero sumado a esto, tiene atrasado una serie de precios como energía, comunicaciones, gas, combustibles, etc. junto a otros bienes, más un stock de capital que ha variado muy poco por ausencia de inversiones.

La caída del tipo de cambio real, o el aumento de los precios internos medidos en dólares, lleva a que el modelo ajuste por más importaciones. ¿En qué situación se encontrarán las empresas locales de ahora en más? Por un lado, tendrán menos rentabilidad por el techo de los controles de precios y un piso que sube por el incremento de los costos internos. Paralelamente, tendrán una menor porción del mercado interno dado que, al bajar el tipo de cambio real, tendrán que competir con más bienes importados. Menos rentabilidad y menor cantidad vendida al mercado interno es lo que tienen que esperar. Es fácil imaginar que el modelo ajustará por el nivel de ocupación. Con lo cual, el famoso modelo con inclusión social se convertirá en una resorte que despedirá gente del mercado laboral.

¿Qué más tenemos que esperar? Que el gobierno opte entre quedarse sin energía por falta de recursos para seguir subsidiándola, o ajuste las tarifas de combustibles, energía, gas y transporte público a partir de una inflación no menor al 30% anual. Es fácil imaginar la llamarada inflacionaria que veremos si los Kirchner, encerrados en su bunker, siguen negando la realidad y comprando como ciertos los fantasiosos datos de Moreno. Hacer un ajuste de las tarifas mencionadas sobre un piso inflacionario del 30% debería disparar el tipo de cambio por fuga de capitales o, si se prefiere, por huída del peso. Precios, dólar y salarios iniciarán una carrera en la cual, es fácil saber, que el que llegará último será el salario.

¿Cuál es el paso siguiente? Un incremento de la pobreza mayor al que tenemos (por más que el INDEK diga lo contrario) con creciente problemas sociales. Digamos que el círculo se cerraría volviendo a los problemas de inflación, desocupación, indigencia y pobreza del 2002. Como en el juego de la Oca, volveríamos al punto de partida.

Mientras el gobierno sigue utilizando la vieja fórmula de buscar culpables a los desastres que ellos hacen, paralelamente siguen negando la realidad. Tienen delante de sus propias narices el iceberg con el que van a chocar y no lo ven o no lo quieren ver.

No aceptan el aumento de la inflación. No aceptan que se acabó el modelo de dólar caro. No aceptan que hay crisis energética. No aceptan que la inversión brilla por su ausencia. No aceptan que el consumo se está cayendo. No aceptan que tienen serios problemas para pagar la deuda pública. En fin, no aceptan la realidad.

El matrimonio está igual que Hitler, movilizando ejércitos y divisiones inexistentes que les inventa Moreno, mientras los rusos están a 200 metros de la puerta del búnker.

© www.economiaparatodos.com.ar

¿Quiere saber que pasa en Argentina?


Lea  el libro "La Rebelión de Atlas" de Ayn Rand.







Si cree en la moral y los valores...

Si piensa que es imposible que una autora norteamericana haya imaginado hacia mitad del siglo anterior una ficción que prácticamente es la caricatura de lo que Argentina está viviendo hoy...

Si quiere leer una hermosa historia de amor...

Si quiere leer un impactante tratado de filosofía...

Si piensa que todavía puede salvarse la dignidad de los verdaderos hombres de bien...

Si ama la vida, la libertad, y el derecho a ser feliz...

Si se niega a ser esclavo de los mediocres y los ladrones...



Entonces tiene que leer "La Rebelión de Atlas" de Ayn Rand y recomendarlo a todas las personas de bien.

Lilián Koper

Cualquier semejanza con la realidad...

Cuando vean que para producir necesitan obtener la aprobación de quienes no producen nada; cuando vean que el dinero fluye a quienes comercian no en bienes sino en favores; cuando vean que los hombres se hacen más ricos a través de la estafa que del trabajo, y sus leyes no lo protegen de ellos, pero los protegen a ellos de ustedes; cuando vean que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en un sacrificio personal; sabrán que su sociedad está condenada.
Ayn Rand

Pensando el post kirchnerismo

El fracaso del modelo económico y de un estilo de hacer política abre la posibilidad del advenimiento de una verdadera democracia republicana y un gobierno limitado.

Tanto el ex ministro de Economía Roberto Lavagna como algunos sectores de la izquierda están preocupados porque consideran que el estrepitoso fracaso al que nos está conduciendo el modelo kirchnerista provocaría un retorno de la derecha al gobierno y a la política económica.

Vaya uno a saber qué entienden por derecha, pero es fácil advertir que –en esa mezcla de conceptos en que suelen incurrir– identifican a la derecha con la palabra neoliberalismo, invento reciente para no decir directamente liberalismo.

Quienes así piensan consideran que la crisis del kirchnerismo es consecuencia, únicamente, del comportamiento agresivo y de la permanente confrontación del matrimonio. Olvidan o desconocen que, en realidad, el modelo económico propuesto por los Kirchner estaba inexorablemente condenado al fracaso, más tarde o más temprano. Lo que sí puede decirse es que, si bien el modelo era inconsistente en sí mismo, tanto el matrimonio como su disciplinado soldado Guillermo Moreno han conseguido acelerar y profundizar una crisis que era inevitable al agregarle a la inconsistencia del modelo ingredientes propios de la Inquisición.

¿Qué temen Lavagna y la izquierda que pueda venir luego de la caída del modelo? ¿El respeto por las instituciones republicanas y al derecho de propiedad que atraen inversiones y generan crecimiento? Porque no debe olvidarse que la gran conquista de Occidente fue el movimiento liberal que logró limitar el poder de los monarcas para que estos dejaran de abusarse de su posición para esquilmar a los contribuyentes, sometiéndolos a sus caprichos.

El movimiento liberal no sólo consiguió eliminar las arbitrariedades de los gobiernos autocráticos sino que, además, fue el principal abanderado de los derechos humanos al limitar el uso de la fuerza de los monarcas contra sus súbditos, al tiempo que fue el gran defensor de la libertad de expresión y otras libertades civiles y políticas.

De manera que si hoy se teme al liberalismo, en verdad a lo que se le tiene miedo es a que la Argentina consiga establecer una democracia republicana que, al limitar el poder del Estado, termine con las arbitrariedades y elimine la corrupción, o al menos impida que ésta no sea cobijada por la impunidad.

Viendo la velocidad de crucero a la que marcha el gobierno de los Kirchner rumbo al iceberg, el principal temor que aparece en varios sectores de la dirigencia política es el de perder los privilegios y el modelo de negocio basado en subsidios, protecciones y demás tipo de medidas intervencionistas que generan rentas extraordinarias en determinados sectores productivos a costa de los ingresos de los ciudadanos. En otros términos, el miedo al liberalismo es el miedo a la competencia, a la inversión, a la capacidad de innovación y a la ausencia de mercados cautivos. El miedo a que el Ejecutivo sea controlado por el Legislativo y la Justicia actúe en forma independiente.

Dos modelos claramente contrapuestos se presentan para el post kirchnerismo. Uno es el de la libertad, la mejora de los ingresos en base a las inversiones, la limitación del poder y el respeto a la propiedad. El otro es el de continuar con este sistema decadente que es funcional a las ambiciones de poder de amplios sectores políticos, empresariales y sindicales. Esa ambición de poder se sustenta en mercados cerrados a la competencia para tener subordinados a los empresarios. Les dan el mercado cerrado para que ellos obtengan, con bajas inversiones y escasa competitividad, altas tasas de rentabilidad. A cambio de este beneficio, están dispuestos a sacrificar parte de su rentabilidad para calmar a la población con simples limosnas.

A su vez, el poder ilimitado de los gobernantes les permite no sólo controlar a sectores empresariales, sino que, además, el mantenimiento de la pobreza es funcional a sus objetivos de poder. Cuánta mayor pobreza, mayor es la dependencia de la población para subsistir gracias a las dádivas del gobernante de turno y más votos cautivos se consiguen.

¿Qué pestes tan terribles traería el liberalismo ante el fracaso kirchnerista? Las tan terribles pestes serían que se acabarían los peajes que cobran los burócratas para aprobar un formulario para que la gente pueda trabajar, dado que se eliminarían las arbitrarias regulaciones, fuente inagotable de corrupción. Otra peste que sobrevendría con el liberalismo sería la creación de condiciones institucionales para que llegaran inversiones y se crearan más puestos de trabajo, mejor remunerados y con mejores condiciones laborales. La tercera peste que sobrevendría sería la eliminación del regresivo impuesto inflacionario. La cuarta consistiría en que los argentinos, ante la seguridad jurídica, dejarían de fugar sus capitales hacia los países desarrollados y los repatriarían para financiar nuestro propio crecimiento en vez del de EE.UU. como lo hizo Néstor cuando giró los fondos de Santa Cruz al exterior. La quinta peste sería terminar con la expoliación impositiva de los ciudadanos para mantener a una legión de ñoquis e incapaces que viven a costa de los que trabajan honestamente. La sexta consistiría en que todos los gastos del Estado serían debatidos y controlados por el Congreso de la Nación. La séptima implicaría establecer un verdadero sistema federal impositivo para que las provincias y los municipios no tengan que mendigar en Buenos Aires fondos que les pertenecen. La octava peste pasaría por integrarse al mundo para vender los productos que se producen en la Argentina, incrementando el comercio exterior para aprovechar un mercado de 6.000 millones de consumidores potenciales.

Podría seguir enumerando pestes que vendrían con la llegada del liberalismo. Sin embargo, no vale la pena, porque esas pestes no serían para los argentinos sino para los inescrupulosos políticos que se han aprovechado del poder para esquilmar a la población aumentando sus cuentas bancarias.

A raíz de la crisis del campo, mucho se ha hablado de una lucha por la dignidad y también se ha intentando poner de rodillas a todo aquel que se opusiera a ser denigrado.

El post kirchnerismo le dará a la Argentina una nueva oportunidad para salir de esta larga decadencia en la cual se denigra a los habitantes. Tendremos la oportunidad de establecer una democracia republicana, con gobierno limitado y libertad económica que no sólo terminará con la decadencia, sino que –lo que es más importante– nadie tendrá que ponerse de rodillas frente al mandamás de turno para poder trabajar en paz, por pensar diferente o para recibir alguna limosna. En síntesis, el debate será entre estar todos de pie, con dignidad y libertad, o seguir sometiéndonos a las denigrantes arbitrariedades de funcionarios inescrupulosos.

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