Todavía somos un país
vía No me parece de Jose Benegas el 17/07/08
"He venido aquí a decir que no reconozco que nadie tenga derecho a un minuto de mi vida, ni a ninguna parte de mi energía, ni a cualquier logro mío, sin importar quien lo reclame"
Joaquín Morales Solá termina su descripción de la actitud del gobierno con el caso Betancourt con una observación de Ayn Rand: Quienes se declaran amantes de la humanidad suelen tener problemas a la hora de amar a las personas en particular.
El motivo es que lo que aman es a un ideal (que sólo puede ser sostenido en una abstracción llamada “humanidad”), que ni siquiera ellos se gastan mucho por intentar practicar, de un ser humano sin afán de lucro, es decir sin impulso vital, y desinteresado, solo preocupado por “todos y todas”. Aman todo lo que no son y a costa de una violenta, excluyente y caprichosa identificación con ese ideal, se convencen (se engañan en realidad) de que son eso que es objeto de su admiración. Para sentirse ellos “desinteresados” deben encontrar el interés en los otros y perseguirlo, tratarlo como maldad. Intentan matarlo en sus congéneres porque no pueden, ni quieren, matarlo en ellos mismos. No pueden soportarse a si mismos sin odiar a los otros con el mismo entusiasmo con el que “aman a la humanidad”.
En la lucha por esa identificación la tarea diaria es encontrar a los malos que conviertan a los idealistas por contraste en buenos. La manada de los seguidores esperan a que les señalen a quién odiar, después encontrarán los motivos. “Quienes quieran ganar el cielo, lo perderán” es un gran acierto que describe el narcisismo idealista de esta manga de hijos de puta que parecen imperturbables ante la realidad a la hora de juzgar a los demás. Esa imperturbabilidadad podría ser llamada en otro marco teórico, que no comparto, locura. Los kirchner odian a Uribe porque se opone a la versión de los acontecimientos según la cual ellos están del lado del bien. Y toda la izquierda religiosa argentina odia a Uribe porque los sacerdotes de su tribu lo han señalado y está sobreentendido que fuera de su secta buenos no hay. Ser malo es no estar con ellos. El odio es automático, la atribución de intenciones y todo tipo de defectos no necesita dato alguno. Si alguien quiere entrar en razones con esa izquierda, se equivoca. Si alguien espera ser “aceptado” por esa izquierda tendrá que someterse y tirar cascotes para el lado que ellos indiquen. Varios lo han hecho ya.
No es ideológica la cuestión. La ideología juega como explicación ad hoc de otro juego. Nada tienen que ver estos mamarrachos con sus supuestas creencias sociales y políticas de hace treinta años. Como los caníbales que querían apoderarse de las virtudes de sus víctimas buscan su bondad matando el bien que ven en otros que no están con ellos. Rompen el espejo, como la bruja mala de Blancanieves. Nunca tan cercana una metáfora a los acontecimientos reales.
ESCRIBIR sobre el agua Mi nombre es Bernardo Neustadt, 83 años, y 70 de periodista. Pupilo 6 años en el Colegio San Vicente de Paul de los Hermanos Maristas. Sufrí por la lejanía de mis padres. Pero el rigor de mis profesores, hizo de mí lo poco o lo mucho que soy.
Empecé en 1938 en el diario El Mundo - 13 años - y firmé por primera vez una nota en 1961, ese mismo año empecé televisión. Tiempo Nuevo entre 1989 y 1994, tuvo picos de 40 puntos. Sin travestis ni pornografía. Fui prohibido en los gobiernos de Illía, Onganía, Lanusse (3 años), Massera, Alfonsín y María Estela Martínez de Perón, en 1997, Tiempo Nuevo terminó abruptamente en el Canal 11.
Periodismo fue MISIÓN, no PROFESIÓN Argentina vivía de espaldas al mundo: quise alejarla de ese muro. Con los dirigentes FRACASÉ, con la gente no. No era contratado por los canales, ni las radios, alquilaba espacios. Logré, seguramente con causa, el rencor de casi todos los intelectuales de la “izquierda caviar”. También de los periodistas progresistas que trabajan en diarios, revistas y canales capitalistas.
Mi lucha por los teléfonos “para los pobres”, de “autos financiados” para los jóvenes “sin cama caliente”, no como los vendía Franco Macri, cobrándoles anticipados 26000 dólares en un país de inflación crónica.
Mi batalla de 30 años, para terminar la Biblioteca Nacional –está la placa- me da valor para mirarlos a la cara mientras ya tienen vergüenza de nombrar a Lenin, a Marx, o a Stalin que prometieron una felicidad permanente a la Unión Soviética que culminó en la Mafia Rusa. Destructores de imágenes. Expertos en demonización disimulados bajo el perfil de los Derechos Humanos, de los que se apoderaron.
A éstos militantes, de “UN PAÍS PARA POCOS” que nunca supieron crear riqueza, pero que saben distribuirla en sus bolsillos, quiero que se animen a leer este libro.
El país del 2007 en su día a día. Aprendimos a no callarnos nunca más. No es irritativo, sino al más puro estilo del realismo italiano.
Nos robaron la República, la Democracia se transformó en SUPERPODERES. La inseguridad en el tema más SEGURO, crearon una banda de “nuevos ricos” progresistas. A la Clase Media la esquilmaron y a los pobres le vendieron un buzón. Lo mismo un burro que un gran profesor. ¡Discépolo, te quedaste corto!